El país en manos de la delincuencia

M. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

Ay sí, ya se que pensarán que voy a referirme a los políticos y de todo lo que han despojado al pueblo, o quizá que me refiera a la década robada y que ese ya es otro cantar, o en el mejor de los casos que empiezo a divagar.

Pero no, esta vez quiero referirme a la delincuencia que no usa traje, peor corbata, ni mucha palabrería, para despojarnos de nuestros bienes, quiero escribir sobre esa delincuencia que se lanza a matarte porque tienes un celular, 5 dólares, un vehículo o un paquete de galletas.

De esa delincuencia que nos tiene viviendo bajo mil llaves, barrotes, muros altos y un profundo temor; de esa delincuencia que visita de vez en cuando la prisión y entran allí mas que a expiar sus culpas, a tomar un respiro y realizar un intensivo de cómo ser más inhumanos, prisiones donde muchos profesionalizan el crimen, pues, salen de allí cual amos y señores para nuevamente atacar y abusar de madres, padres, niños, ancianos y a todo aquel contra quien puedan satisfacer sus más bajos instintitos.

De esa delincuencia que no respeta la vida ajena, porque la suya es un desastre, que juzga y sentencia en el mismo momento, aquella que ‘donde pone el ojo, pone la bala’. De esa delincuencia que cree solo en la ley de la calle, que está convencido que sus fines justifican sus medios y va por ahí tomando para sí todo aquello que a otro le costó tener con esfuerzo y sacrificio.

De aquellos que apagan en un segundo la vida de un hombre o mujer honrado, cuyo único gran error fue cruzarse con uno de estos desalmados. De esa delincuencia es de quien quiero hablar, porque de a poco esa delincuencia nos ha robado las palabras, el valor, porque, incluso, esa delincuencia nos ha robado las ganas de alzar nuestra voz y reclamar.

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