La esperanza para el futuro

Lucía Margarita Figueroa Robles

Quienes constituyen la mayor esperanza para el futuro sin lugar a dudas son los niños, esencia indisoluble de cada individuo que en algún episodio de su existencia, desde alguna época cósmica, han sabido afrontar misterios absolutos que de adultos quizás los llegaron a olvidar. Y es que si “lo esencial es invisible a los ojos” tal como reza la famosa frase en la novela “El Principito” de Saint-Exupéry evidentemente con el corazón y con el alma, también podemos observar algo más subjetivo, iluminados por la sabiduría que busca fuera de sí los disimulados secretos, provenientes de la pureza de los niños, que desde su inocencia escuchan lo que nosotros no escuchamos, sienten lo que nosotros no sentimos, pero sobre todo sueñan lo que nosotros ni si quiera imaginamos. Recibiendo lo que el mundo les da para crear universos de fantasía, en donde no existe cabida para el mal.

A propósito de recordar con alegría y júbilo a los núcleos de nuestra existencia, que son los niños, cabe preguntarnos si estaremos respetando sus derechos, desde nuestro entorno. Sobre todo cuando ni siquiera nos inmutamos al observar a los niños de la calle, pidiendo un pedazo de pan, trabajando sin zapatos hasta altas horas de la noche, sin acceso a la educación, sin un techo; haciendo de los escombros un refugio, y de las ramas sus juguetes. O cuando de manera irresponsable traicionamos la esperanza de un mundo mejor para los niños que aún no nacen, desde la concepción, cuando sin temor a nada, bebemos alcohol y fumamos sin medida, o no nos realizamos los controles preventivos necesarios; y en sus primeros años, cuando se están formando sus conexiones neuronales y no los alimentamos, los traumamos con episodios dañinos, u olvidamos educarlos como ellos se merecen en valores y sapiencias, socavando sus potencialidades.

Cubramos de amor la vida de los niños y sintonicémonos con esta edad sin límites, colmada de encanto, magia e ilusiones para vivir de una manera sublime con el niño que habita en nuestro interior. (O)