Legando huellas

Yadira Torres

Hay ocasiones en que los labios no saben cómo expresar correctamente el sentir del corazón, el sentimiento de respeto, afecto y gratitud que se produce en el alma, ello cuando tienes que decir hasta pronto a un ser especial que has conocido y compartido, de esos seres a los que los llamamos generosos de espíritu, carismáticos, prudentes, dueños de una alta dosis de sabiduría y humildad.

A veces el silencio puede más que las palabras, se retrocede en el tiempo y afloran en la mente épocas que no volverán, pero que forjaron fortalezas. Con este preámbulo hago mío este espacio para, en nombre de la gratitud, honrar la memoria de Monseñor Hugolino Cerasuolo Stacey, que para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y tratarlo fue un ser humanamente excepcional.

La compasión y la misericordia siempre viajaron de su lado, fue un Obispo de puertas abiertas, aún recuerdo como viejecitos desamparados llegaban una vez cada mes a retirar una pequeña mensualidad que les compartía, un acto de caridad que nunca lo pregonó y lo guardó en el corazón. De ahí que cada palabra fue enseñanza y cada acción un ejemplo.

Hombre de fe que buscó la difusión de la palabra de Dios y tomó el timón que lo llevó a concretar uno de sus sueños más grandes, la creación de un seminario donde se formarían sacerdotes que acrecentarían el rebaño del Señor, he aquí el legado que dejó. Visionario consciente de la necesidad de financiar la subsistencia posterior de la Curia por lo que trabajó por conseguir recursos para construir el edificio contiguo a la Catedral, lugar que hoy sirve de apoyo económico para la Diócesis.

El deseo que sus restos descansen en esta ciudad es testimonio fehaciente de amor por esta tierra en que vivió a plenitud su vocación. Cuando partimos son las buenas acciones las huellas que legamos al corazón. (O)

[email protected]