MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA
En estos días escuché comentar a alguien a modo de llamado de atención, lo difícil que es querer educar en valores a los jóvenes, cuando a diario se promociona la vida fácil, el robo, el crimen, la violencia, la prostitución, la corrupción, en todo medio de comunicación como algo cotidiano, es como que a nadie le asombra que tal o cual se haya convertido en delincuente, es más, solo falta agregarle a un titular, “no podía ser de otra manera”.
Es cierto que los medios no pueden dejar pasar por inadvertido un crimen, pero a veces se me ocurre que debe haber un espacio que se las identifique claramente como noticias negativas y de tanto en cuando tener en cuenta la opinión de profesionales que comenten sobre lo grave de cometer un delito.
Aún estoy conmocionada con la sentencia dictada a los jóvenes involucrados en el caso de Carolina A., chicos que encubrieron un crimen, falsearon información, borraron huellas, ayudado a los criminales y como pena les imponen ofrecer una disculpa, tal como cuando un niño pequeño le hala el cabello a otro compañerito o le sube el tono de voz a sus padres o maestros. Qué ejemplo estamos enseñando, si a crímenes atroces se los sentencia con una palmadita en la espalda y se persigue con uñas y dientes a quien tiene caducada su matrícula vehicular.
No quiero que se malentienda mi mensaje, lo señalo de antemano porque ahora todo lo debemos tratar con pinzas porque los criminales suelen sentirse agredidos y/o perseguidos y eso es dañino para la psiquis. Pero, realmente me parece inconcebible lo blandas que pueden ser las leyes al momento de castigar a un delincuente.
Con este tipo de leyes que se convierten en ejemplos de lo no apropiado, ¿cómo podemos, como sociedad, señalarles a nuestros hijos que les irá mal si hacen el mal? Siendo así nuestras leyes, nuestra justicia, veremos muy pronto que los sátrapas asesinos se movilizarán en vehículos con todos sus papeles en regla, paseando a un cadáver, sin que nadie les sancione.