Otra farsa

Gustavo Ortiz Hidalgo

El correísmo combinó la concentración del poder y la corrupción institucionalizada con los «cantos de sirena» compuestos para engañar a un pueblo que, esperanzado en el cambio, le expresó su confianza en las urnas. En el discurso económico de los protagonistas de la «década saqueada» se enfatizó la necesidad de transformar nuestra «matriz productiva», entendida como la forma como se organiza la sociedad para producir los bienes y servicios que necesita.

Dicho discurso repetía lo que ya sabíamos: la economía ecuatoriana se ha caracterizado por la producción de bienes primarios (agro-mineros) para el mercado internacional, con poca o nula tecnificación y con altos niveles de concentración de las ganancias. La verborrea explicaba que la transformación de la matriz productiva implicaba el paso a otro patrón de especialización; que le permita al Ecuador privilegiar la producción diversificada, ecoeficiente, con mayor valor agregado y en el marco de la construcción de la sociedad del conocimiento; o, como lo resumía la propaganda oficial: «impulsar la revolución productiva a través del conocimiento y el talento humano».

Para evaluar los resultados del engaño correísta basta comparar la evolución del crecimiento anual del PIB con la variación de los precios internacionales del barril de petróleo. El resultado es una relación directamente proporcional; es decir, se han dado importantes niveles de crecimiento del PIB cuando los precios del petróleo han sido altos; mientras que los porcentajes de crecimiento del PIB han disminuido cuando los precios del petróleo han bajado. En conclusión, la economía ecuatoriana sigue siendo un modelo «agro-minero exportador», lo que significa que la «transformación de la matriz productiva» fue otra farsa del gobierno más corrupto de la historia ecuatoriana. (O)