Gracias señor taxista

Germánico Solis

Las ciudades han dejado ciertas costumbres marcadas otrora, acoplándolas en un contexto de modernidad y acorde a la tecnología. Nuestra Ibarra no pudo aislarse a los cambios, por ejemplo en temas de transporte y vialidad, ya no son los vividos en la tradición. El tren fue el gran proveedor de carga distribuida por el recordado Sindicato Marañón, posterior esos servicios hicieron las cooperativas de camionetas.

Las cooperativas de taxis eran contadas en la ciudad, sobresaliendo por raigambre la que se ubicó frente a la edificación del Torreón y que persiste en circunstancias distintas. Los choferes de aquella cooperativa eran dueños de sus vehículos, automotores de gran tamaño y que asistían desde antes que los taxis sean amarillos. Muchos de aquellos conductores eran conocidos por sus decires, afabilidades, don de gentes y por la confianza.

Hace pocos requería un taxi, tenía junto a mí un embalaje de cartón, y sin que sea hora pico, ningún profesional del volante se interesó atenderme, deduje que la causa era el equipaje. Al fin asomó un chofer, fijó que sea yo quien acomode el embalaje en la cajuela, luego de preguntarme si era pesado y a dónde iba. El pacto fue pagarle un adicional por el bulto y que no accionaría el taxímetro.

Fue el inicio de una impetuosa aventura de película, como lloviznaba la visibilidad estaba opaca, hecho que no impidió que el conductor forzara la velocidad, adelantara al resto de vehículos como si se tratara de un episodio de acción y escape, ahora por la derecha, ahora por la izquierda y seguido el frenazo que casi desnuca. En el corto tiempo que duré en aquel vehículo, me enteré de las vidas políticas, y que el chofer lo narró con palabras descomunales e irrespetuosas.

Cuando le solicité que moderara la velocidad, el uso insano del pito y la bravuconada, el chofer demandó me bajara, increpándome que él no estaba para aguantar a nadie. Ningún argumento sirvió, abandoné el auto previó el pago convenido. El hecho en buena hora me liberó, no fui el viajero que puso los pelos de punta cuando el infortunado carro chocó metros arriba. Confío sin embargo que hay choferes cautos, amables y atentos.