Ser médico, un acto revolucionario

César Palacios O.

La única manera de ser médico es darlo todo para tratar y curar el sufrimiento de nuestros pacientes y estamos llamados a combatirlo con grandes dosis de preparación y humanismo.

Ser parte de esta profesión es involucrarse en la ciencia más humana de todas, es internarse en el sentimiento humano más sensible que es el dolor y poder desde la parte más perceptiva ayudar; es internarse en la idea de que ser médico es más que una profesión, es el arte de curar, de cuidar y de enseñar; que el bienestar de nuestros pacientes es nuestra vocación.

Entregar nuestra vida a esta noble tarea es lo que nos conmueve. Puesto que nuestra revolución más grande es romper con el silencio de la indolencia y poder desde la empatía y la sensibilidad, que va más allá de una remuneración económica, impactar la vida de nuestros pacientes cuya mayor dolencia no es el malestar físico que lo lleva a nuestra consulta sino el vacío de la patología más grande que se llama necesidad.

Antoine de Saint-Exupéry en su obra Le Petit Price, nos expresa que sólo con el corazón se puede ver bien, puesto que lo esencial es invisible a los ojos.

Es momento de ver con el corazón, vivimos momentos avasallantes producto de la visión de un sistema que nos ha llevado a competir al hermano contra el hermano, al médico contra el médico y que lleva a que el mismo hombre sea el lobo del hombre, vemos ironías como la inhumanidad de los servicios de salud que han posicionado a la estructura sobre el ser humano.

Llamo a esta nueva generación de médicos a no dejar opacar el camino necesario para la emancipación de nuestra tarea con vanidades, cobardía, falta de preparación y complejos; la superficialidad de las acciones solo conlleva a una ruptura más grande de la brecha que cada vez más nos separa de nuestras tradiciones, raíces, y de los problemas que adolece el servicio de salud pública en nuestro país; recordando que la peor actitud del hombre es la indiferencia de sus acciones ante lo difícil de las situaciones.

Al final la única memoria que nos llevamos los médicos hasta el último de nuestros días es que nacimos para ser luz, para sanar, para vencer a la muerte en cada jornada, para pelear por la vida. Porque tenemos en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, un poco del otro. (O)

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