Pantalón cortito

POR: Germánico Solis

El poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva escribía: “Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre de dejar de ser niño y empezar a ser hombre”. El poema evoca los trances de la niñez, la escuela, la gorra, la blusa, la cabellera rebelde. Otro fragmento del mismo poema dice: “¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña y a flor virgen; entonces estaba el alma niña y el canto de la boca fluía de repente y el reír sin motivo era cosa corriente!”. Confiesa el poeta también la dura premonición (…) “se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos que repentinamente nos encontramos viejos (…)”.

Cumplir dieciocho años traía responsabilidades, era estar preparado para cumplir compromisos y trabajos alejados de la niñez y adolescencia. Eran los dieciocho los que daban la calidad de mayor de edad, ello cambiaba las cosas, se gozaba de derechos y venían obligaciones que implican sustos no avizorados y al parecer siempre acechaban.

La niñez y mocedad en décadas anteriores eran visibles no solamente por la complexión y candidez, eran las costumbres, aficiones, juegos. La ropa como en toda época también fue especial, en el caso de los varones era común el uso del pantalón corto, prenda seccionada cerca de las rodillas y sostenida por los tirantes, tiras elaboradas con misma tela del memorable pantalón y que holgando en los hombros evitaban la correa usada por los mayores de edad.

El pantalón corto, los zapatos de caña alta y recia suela, soportaban usos y abusos de los infantes, el arrastrarse, las expediciones, periplos y andanzas. Las correrías y juegos desmedidos tenían consecuencias y castigos. Muchas veces el pantalón por los apuros se sostenía con un solo sujetador, no importaban rodillas y codos remellados, nada era más grande que la felicidad de vivir.

El mismo poeta y en el mismo poema señala así a la adolescencia: “¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas, ¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,¡y siento como nunca la tristeza sin nombre, de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas, ¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,¡y siento como nunca la tristeza sin nombre, de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!”.