Docencia y subsistencia

RITA MACÍAS ZAMBRANO

Hay circunstancias del pasado que resultan gratificantes recordar, muchas y tantas que quisiéramos no solo evocarlas, sino vivirlas nuevamente. Hasta hace 30 años, los maestros de escuelas y colegios que eran nominados con sus credenciales de trabajo, eran llamados por radio y televisión para que se acercasen a firmar sus nombramientos a la entonces Dirección de Educación, no existía la intervención mediática actual y, sin embargo, había mayor transparencia al reconocimiento de los que se habían preparado para esta dura, pero no menos satisfactoria tarea de ser docentes.

Hoy por hoy y con la famosa revolución de la década perdida, no solo se asigna esta labor tan delicada a ‘dedo’, por así decirlo (seguramente con algún estímulo económico) sino que, además de todo, no son nombramientos definitivos sino simplemente contratos que parten de 3, 6 y hasta 9 meses, en ocasiones a personas con títulos y características idóneas para el ejercicio de esta labor y en otros casos a bachilleres en cualquier especialidad sin el previo dictamen de un tribunal observador que avale su futura actividad, simplemente por su participación política dentro de una línea apegada al gobierno de turno o alguna organización de apoyo gubernamental.

Y es fácil comprobar lo mencionado si hiciéramos pasar por un tamiz catalizador de un buen docente, ¡bueno existen excepciones! tanto en aquellos que en la época otrora se capacitaron como docentes y quizás les faltó esa orientación o vocación, pero actualmente el denominador común son individuos en espera de buscar la forma de subsistir en este difícil entorno económico social actual. La importancia de los profesores en la sociedad tiene muchas dimensiones, por eso molesta que quienes no se dediquen a esta tarea critiquen la forma de desempeñarse en este campo.

Trabajar con 35 estudiantes es tratar vidas diferentes que están afectadas por sus propios factores del entorno familiar, social, antropológico e incluso genético, de manera que el maestro tendrá un rol importantísimo y como base de aquello primero debe tener un amplio dominio de lo que dosifica, pero, sobre todo, catalizar la comprensión siendo un buen facilitador, practicando el arte de enseñar, porque no solo se trata de saber lo que se enseña sino animar a los estudiantes a comprender lo que se sabe.

Ser maestro es reunir un cúmulo de conocimientos epistemológicos, axiológicos, antropológicos y culturales que conjugados con la didáctica aplicada al conocimiento, tiendan a formar a un individuo autónomo y trascendente.

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