Hacer terapias no es suficiente

Maritza Morquecho

El otro día revisando un artículo relacionado con la convivencia de las personas que tienen Síndrome de Down me encontré con este título que decía: “Si le das terapias y no le das integración real”. Me llamó la atención porque tocó a fondo, una realidad que podemos atravesar en el núcleo familiar.

Desde mi experiencia con mi hijo Josué, de 2 años 11 meses, me hizo reflexionar que llevarlo a su terapia diaria para que reciba estimulación temprana es una herramienta valiosa para su desarrollo, pero resulta más efectivo cuando lo aprendido lo hemos replicado en el exterior, cuando mi pequeño interactúa con su entorno, y luego de varias veces de intentar adquirir una destreza, de forma espontánea llega el aprendizaje, que significa un paso más para alcanzar su autonomía.

De nada sirven las múltiples terapias que puedan recibir nuestros hijos. Cuando los seguimos manteniendo encerrados en casa, limitándolos a conocer el entorno social en el que han nacido y en el que deben aprender a vivir. El llamado es a los padres en esta ocasión, a que dejemos que nuestros hijos disfruten, experimenten, conozcan, se equivoquen e interactúen con la sociedad. Comprendo que todos tenemos miedo, yo lo tengo, no sé, con qué circunstancias se encuentre mañana Josué, pero la primera preparación para enfrentar el mundo, es precisamente la que tengan en casa, sin limitarlos, a lo que pueden llegar a ser. Aunque esto signifique sacarlos de la burbuja en el que los hemos encerrado por su condición.

Demos un paso más allá con nuestros hijos. Nosotros somos “los llamados abrir la primera puerta”, sin prejuicios, ni falsas ilusiones que el Síndrome de Down no se le quitará. La verdadera meta que debe alcanzar e importar es qué a pesar de todo, ellos pudieron ser felices en su paso por este hermoso mundo. (O)