Comunicadores en crisis

Roque Rivas Zambrano

La afirmación sobre “el país en crisis” va más allá del pesimismo incorporado o de “las ganas de quejarse”. A diario recibo mensajes, a través de las redes sociales, de excolegas que envían sus hojas de vida por si sé de alguna oportunidad laboral. Los encuentros con exestudiantes también me dejan una sensación de tristeza: no han conseguido ocupar plazas de trabajo relacionadas con lo que estudiaron durante cinco años y que, para sobrevivir, laboran en locales o en sus propios emprendimientos.

Es común escuchar, en las reuniones de periodistas, cómo “conseguir un empleo” es una tarea titánica, donde el único salvavidas es la “buena palanca”. Sin duda, esto trae consecuencias. Hace una semana, se difundía en Facebook un anuncio de una vacante para comunicador.

Los requisitos (o tareas) eran que, además de una impecable ortografía, supiera de realización audiovisual, organizara los eventos de la compañía, elaborara los informes, manejara las carteleras internas, hiciera planes de comunicación estratégica, alimentara las diversas plataformas digitales con contenidos actualizados, entre otras cositas más. El sueldo que se ofrecía era de 900 dólares.

Cientos de personas compartieron el post y etiquetaron a conocidos que, seguramente desesperados, se apuntarían. Lo más interesante fueron los comentarios que se atrevieron a cuestionar la propuesta. “No sean descarados. Piden al menos cuatro perfiles en uno y quieren pagarle como a egresado”, apuntaba un internauta.

Esta cruda realidad, que se resume en una sola frase, se agudiza después de que Santiago Cuesta, consejero del presidente Lenín Moreno, asegurara: “Hay 1.280 comunicadores en los ministerios y secretarías. Hay que sacarlos”. ¿Qué pasará entonces, si no hay empleo para tanto comunicador?

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