¿40 años de democracia?

Patricio Valdivieso Espinosa

Hace 40 años, dejamos atrás las dictaduras civiles y militares en el Ecuador; de ahí hemos tenido diversos tipos de gobierno: ideológicos o partidistas, cuyos regímenes estuvieron cuestionados por una clase política, que aprovechaba la oposición siempre como proyecto de campaña para la siguiente lid electoral. Claro que hemos vivido en democracia; sin embargo, lo que nos ha faltado es conciencia en la toma de decisiones electorales, porque caímos en el juego de la manipulación del poder económico, disfrazado de derecha, izquierda o independientes, pero arraigados en el populismo ambicioso y destructor, de gente sin principios.

En estos 40 años de democracia, han pasado: grandes políticos, que son todavía referentes en los discursos, pero también un gran número de politiqueros mediocres que fueron detestados y sepultados en el olvido; importantes estadistas, que se dejaron manipular de las ambiciones económicas de grupo, cediendo al chantaje, al saqueo y a la componenda, pero también, contumaces cuenteros e insospechados fanfarrones, que se aprovecharon de la ingenuidad de la gente más humilde. Todo esto, por contar con partidos políticos débiles que se inmolaron, estructurados en base al caudillismo, al oportunismo, fraguando su autodestrucción.

Lastimosamente, en estos 40 años de democracia, proliferó la corrupción: se perfeccionaron las trampas en la contratación pública, incluso se acoplaron las leyes para que puedan delinquir y escudarse; se permitió que el ingreso al sector público sea amañado, no sólo por palanqueos, sino por manejos descarados de los concursos, acoplando la venta de cargos; se fortaleció la familiocracia, cambiando las reglas del nepotismo, como medio para protegerse en los órganos de investigación, control y juzgamiento.

40 años de democracia, que, con todos los errores, seguirá siendo todavía el mejor sistema para designar a nuestros gobernantes y sostener la República. Lógicamente, se necesitan cambios profundos para mejorarla, pero, sobre todo, la conciencia de un pueblo, que no puede continuar inerte ni callado. Si queremos mejores gobernantes, tenemos que transformarnos en mejores ciudadanos; si queremos combatir la corrupción, debemos iniciar por casa; si queremos un futuro mejor, debemos sacar a nuestros hijos de las garras de la corrupción, librarlos del sistema para delinquir que crearon astutamente, con el que nos gobiernan y al cual lo aceptamos como si nada. (O)

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