Las fronteras

Rosalía Arteaga Serrano

Se dice que las fronteras son como la piel de los países, espacios en los que confluyen las personas y se afianzan los sentimientos de patriotismo. También son, en muchas ocasiones, una especie de tierra de nadie, de la que se apropian quienes cometen ilegalidades, desde el contrabando de bienes hasta el de personas, así como actividades delictivas que hacen difícil la vida de quienes moran en estos territorios.

Se pensó que las fronteras tendían a borrarse, gracias a la aparición del internet y a las modernas formas de comunicarse, que permiten la penetración de la información, sin que tenga que pasar por los conductos oficiales. Sin embargo, en estos tiempos en los que se han exacerbado los nacionalismos, esa permeabilidad tiende también a complicarse.

Se colocan barreras que impiden la libre circulación, se aumentan las prohibiciones y se deja de lado esa posibilidad de una relación armónica que tanto puede beneficiar a las zonas fronterizas que, por el hecho de estar alejadas de los centros políticos, requieren más de la solidaridad entre vecinos bien llevados.

Habría que entenderlas como un punto de encuentro, de intercambio de experiencias y de conocimientos, y ejecutar de proyectos conjuntos que beneficien a sus pobladores. Grande es el perjuicio que se causa por las irregularidades en esas zonas que ocasionan que se evadan impuestos y se deje de cobrar el dinero que le corresponde al erario nacional.

Son las fronteras espacios por los que tratan de ingresar los hermanos venezolanos, desesperados ante la crisis humanitaria sin precedentes que sufre su país. Bien vale reflexionar sobre qué tipo de fronteras debemos construir y cuáles son los ajustes que deben realizarse para que cumplan con su tarea de vasos comunicantes entre los países.

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