Tecnología y cultura

La tecnología es producto de la cultura. Es el ingenio, que produjo tecnología, el que hizo de la raza humana lo que es; desde las primeras herramientas con hueso, para fabricar cucharas que facilitaron a nuestros ancestros extraer nutrientes de lugares de difícil acceso; o el uso de rocas para la elaboración de cuchillos, al inicio rudimentarios, luego refinados, para cortar carne y piel de animales.

La lista es tan larga cuanto la historia, pasando por las joyas, las pirámides, la imprenta, la luz artificial, los automóviles, los transistores, la TV, las computadoras y, hoy, las tecnologías de información y comunicación; su mayor exponente, los teléfonos inteligentes.

En este punto, la influencia de estas últimas tecnologías en el mundo – más allá de las brechas digitales, objeto de otra reflexión – es tal, que la ecuación se está invirtiendo: hoy en día la tecnología crea cultura. Es inútil cuestionar su pertinencia, pues lo cierto es que las utilizamos y, como toda herramienta, depende del uso que se le dé y de los contenidos que difunda, para obtener resultados deseables o indeseables. Son un arma muy apetecida por políticos, que no dudan en comprar los cúmulos de información que generamos para, con nuestro perfil, emitir mensajes fascinantes y propaganda para ganar elecciones.

El hecho es que vivimos una cultura atravesada por la tecnología, que no podíamos predecir a inicios de siglo, pese a que existía internet. Por medio de una aplicación podemos no solo pedir un taxi seguro y más rápido que buscar uno en la calle, sino adquirir comida y cualquier objeto de la geografía del planeta. Esto ya ha ocasionado protestas de los taxistas tradicionales, que se niegan a ubicarse en la realidad, más allá de los privilegios políticos.

Si no reflexionamos a fondo la relación entre tecnología, cultura, economía y poder, sin darnos cuenta, viviremos un mundo donde las luchas de clase serán nada más que el pretexto de una realidad que nos supera y donde el trabajo va desapareciendo y solo los políticos y el mercado salen beneficiados. Harta tarea para la academia y la política pública.

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