Feria Mariana

Yadira Torres

Desafiando incomodidades y al tiempo, miles de devotos llegan cada año a las plantas de María para expresarle su gratitud y cumplir promesas hechas a esta efigie. Y es que hablar de la Virgen del Cisne en el mundo católico de nuestro país es hablar de amor, respeto y fe. Es la certeza de que por intermedio de ella nuestro pedido será acogido por el Padre Celestial.

Para muchas personas es admirable observar la marea humana que mueve esta imagen, como el impredecible sacrificio que hacen sus hijos para llegar a ella y expresarle sus necesidades, anhelos, sufrimientos; pero, sobre todo, esa gratitud subliminal que tan celosamente guardan en su corazón. No se reservan para sí el favor hecho, y año por año van donde la ‘Churonita’, como la llaman cariñosamente, a expresarle sus amores.

Los no creyentes aducen idolatría e insensatez, muchas veces profieren epítetos desagradables a estos actos de fe, pero cuando la aparente casualidad los lleva a sus ojos, emprenden en silencio la retirada. No se necesita ser católico para que un simple contacto con ella provoque una rebelión en tu sentir. La filosofía, aquella que parece más sensata e intelectual, se desordena ante este modo de amar.

El ardor del sacrificio emprendido se manifiesta en sosiego, en la forma de enfrentar los problemas, en el valor del cumplimiento del deber, virtudes estas de la fe y la esperanza cristiana.

Para el católico, caminar con María es ir hacia un horizonte existencial, a esforzarse por mantener la familia unida, enfrentando la crisis de fe que está azotando a la humanidad. Hablar de ella para el lojano es hablar de cultura, religiosidad, historia, de esa fe heredada por nuestros antepasados y aceptada, que no se limita a oraciones y a misas, que es un modo de pensar, de vivir, de sentir, un modo de reflexión y de amor. (O)

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