Caretucos

Hipotéticamente podríamos suponer, que Rafael Correa fue un líder populista carismático que tuvo sólo dos defectos destacados: una arrogancia desmedida que le insufló de orgullo y sensación de poder omnipresente y que lo convenció de que todo lo que pensaba y hacía era una verdad incontrastable y que a todo aquel que consideraba su enemigo, habría insultarlo, enjuiciarlo o encarcelarlo. El otro grave defecto, fue su atolondramiento. Éste originó que, los fabulosos ingresos petroleros que tuvo el Ecuador como nunca antes en su historia, los desperdiciara en obras faraónicas mal construidas, innecesarias o pésimamente planificadas, otorgadas a troche y moche a sus amigos o empresas coimeras que enriquecieron a decenas de vivos de su manada de borregos de élite. El sumun de la estupidez ocurrió, cuando a pesar de las enormes sumas ingresadas a las arcas fiscales durante sus mandatos, endeudó al país en cifras de préstamos millonarios usureros.

Podríamos aceptar que los defectos anotados que le hicieron cometer esas barbaridades, tuvieron el exclusivo motivo -nunca logrado- de dizque favorecer el crecimiento del país, su riqueza, progreso, y disminuir la enorme brecha existente entre los ricos y los pobres. Y que los cometimientos de los numerosos latrocinios que han salido a la luz y de los más numerosos que faltan aún por investigarse, no fueron de su conocimiento. Pero lo que no se puede aceptar en modo alguno es que Correa defienda a capa y espada a todos esos sinvergüenzas miserables a quienes se les ha comprobado hasta la saciedad sus actos criminales de corrupción. Ellos y ellas, que antes anduvieron vestidos solo con una mano adelante y otra detrás, ha llenado sus bolsillos de dinero. Ahora, él y su corrupta tropa de amigos, descaradamente alegan que es una persecución política.

Es demasiada desfachatez, cinismo y sinvergüencería. El término Caretuco, inventado por el ex presidente prófugo, resulta insignificante para calificar esta defensa mañosa, repetida por cientos de borregos que perdieron la teta cuando nombraron a Lenin Moreno como presidente reemplazante y por cientos del montón hipnotizados por la palabrería y la mentira repetida de inocencia.

Fausto Merino Mancheno

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