Puja por ser originales exitosos

Manuel Castro M.

A los ecuatorianos les preocupa el desempleo, la inseguridad y el que “otros” se hayan festinado bienes públicos mediante corrupción organizada. Pero todos difieren en los medios. El Gobierno con medidas económicas que no hagan olas, así en el futuro vengan huracanes populistas; las organizaciones sociales, sindicales y ciertos mesías de izquierda exigen distribución de la riqueza, fin de la pobreza, así el Estado no pueda atenderlos. Es como en el enfermo que exija salud o sino se declare en huelga. Voltaire dice: “El que tiene miedo a la pobreza no es digno de ser rico”.

Cerramos ojos ante la verdad que somos un país pobre, en educación, salud y desarrollo -y los líderes políticos lo saben- pero nos dicen que somos un país maravilloso, de ciudadanos trabajadores (aunque sin empleo), emprendedores, que solo nos hace falta que vengan del exterior los inversores, que los políticos saquen sus “pezuñas” de la justicia y que los ricos paguen mayores impuestos. Cuando llegan al poder gobiernan con los ricos, “meten” las manos a la justicia y algunos culpan de todos nuestros desastres al imperialismo yanqui. Y como Correa dictan una Carta Constitucional para trescientos años pero a condición de que ellos mismos gobiernen dichos trescientos años. Lo vimos en Correa y sus sucesores de lo mal habido, lo vemos en Maduro, Ortega, los Castro, Evo, Putin y otros hijos del engaño populista.

Para no escandalizarnos partamos de reconocer que el ser humano es poca cosa e individualmente perecible. Y aun enormemente vulgar. Y como lo dice Noel Coward: “Los hombres extraordinarios son los únicos que bien lo saben”. Y en el país aquellos no abundan o están escondidos por el prejuicio de que la política en sí es mala, cuando es un producto humano.

Por ende olvidemos de querer ser tremendamente originales. No debemos huir de las influencias, al contrario los pueblos exitosos las han buscado con avidez. Primero la educación y lo demás vendrá por añadidura. Como afirma Confucio: “Donde hay buena educación no hay distinción de clases”. Algo que se olvidó a Marx y a sus empecinados seguidores.

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