La leyenda de ‘El lago del castigo’

COMUNIDAD. El compartir alimentos es una de las consignas más sagradas de este pueblo.
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Guamote es uno de los lugares más hermosos y productivos de Chimborazo. En sus cercanías existen bellas lagunas envueltas en el frío del páramo. Una de estas es Colaycocha, conocida desde tiempos antiguos como ‘El Lago del castigo’ o la penitencia.

Se cuenta que en sus alrededores vivían los puruhaes, un pueblo muy trabajador. Ellos cuidaban grandes cementeras de papa, maíz, frejol y hortalizas.

Relatos
Las historias cuentan que, un día, surgió en la comunidad una disputa entre dos vecinos. Chima acusaba a Sequim de haber entrado sin permiso a su cementera de maíz y de haber destruido sus plantas para robar las mazorcas que estaban a punto de ser cosechadas.

Sequim fue apresado y llevado hasta las autoridades indígenas y, aunque negó y se defendió, fue sentenciado. Entonces lo llevaron hasta Colaycocha, laguna que nacía en una alta roca con forma de concha, desde la cual se vertía el agua por todo su contorno. En medio, había una isla muy pequeña en la cual dejaron a Sequim para que mueriera de hambre y frío.

El joven no dejaba de asegurar su inocencia, pero fue en vano. Los silbidos del viento entre los montes parecían lamentos lejanos. Entre las rocas había una especie de cueva para convertirla en su refugio y cuando entró vio una cantidad de pájaros que se acercaban en medio de un gran bullicio para luego arrojarse a la laguna. El agua quedó cubierta por los cadáveres de todas esas aves.

Enseguida, el joven preparó una fogata y con esta cocinó algunos pájaros para comer. Mientras tanto en el pueblo algo extraño había sucedido. Nuevamente el ladrón había entrado a la cementera de chima destrozando las plantas y robando el maíz.

Desenlace
Todos se sorprendieron y buscaron a Sequim para remediar su equivocación. Ya de vuelta él les contó lo que había sucedido con las aves, las cuales lo habían salvado de morir de hambre. Luego prepararon una trampa para descubrir al verdadero ladrón.

Cavaron un enorme hueco junto a las mazorcas más grandes y maduras y esperaron con paciencia escondidos en las cercanías. Esa noche unos pasos se aproximaron a la cementera, en medio de la oscuridad empezaron a ver una figura alta y gorda que pisaba en el lugar, de pronto cayó en la trampa y comenzaron a sonar unos fuertes gruñidos, como los de un animal desesperado.

Los indígenas se acercaron y vieron que se trataba de un oso de anteojos que, atraído por el maíz, acudía cada noche a comer el fruto de este terreno.

Chima, avergonzado, pidió perdón a su vecino y juró no volver a acusar a nadie sin estar seguro. En cuanto al oso, fue ahuyentado del sitio con antorchas encendidas. (DLH)

Guamote es uno de los lugares más hermosos y productivos de Chimborazo. En sus cercanías existen bellas lagunas envueltas en el frío del páramo. Una de estas es Colaycocha, conocida desde tiempos antiguos como ‘El Lago del castigo’ o la penitencia.

Se cuenta que en sus alrededores vivían los puruhaes, un pueblo muy trabajador. Ellos cuidaban grandes cementeras de papa, maíz, frejol y hortalizas.

Relatos
Las historias cuentan que, un día, surgió en la comunidad una disputa entre dos vecinos. Chima acusaba a Sequim de haber entrado sin permiso a su cementera de maíz y de haber destruido sus plantas para robar las mazorcas que estaban a punto de ser cosechadas.

Sequim fue apresado y llevado hasta las autoridades indígenas y, aunque negó y se defendió, fue sentenciado. Entonces lo llevaron hasta Colaycocha, laguna que nacía en una alta roca con forma de concha, desde la cual se vertía el agua por todo su contorno. En medio, había una isla muy pequeña en la cual dejaron a Sequim para que mueriera de hambre y frío.

El joven no dejaba de asegurar su inocencia, pero fue en vano. Los silbidos del viento entre los montes parecían lamentos lejanos. Entre las rocas había una especie de cueva para convertirla en su refugio y cuando entró vio una cantidad de pájaros que se acercaban en medio de un gran bullicio para luego arrojarse a la laguna. El agua quedó cubierta por los cadáveres de todas esas aves.

Enseguida, el joven preparó una fogata y con esta cocinó algunos pájaros para comer. Mientras tanto en el pueblo algo extraño había sucedido. Nuevamente el ladrón había entrado a la cementera de chima destrozando las plantas y robando el maíz.

Desenlace
Todos se sorprendieron y buscaron a Sequim para remediar su equivocación. Ya de vuelta él les contó lo que había sucedido con las aves, las cuales lo habían salvado de morir de hambre. Luego prepararon una trampa para descubrir al verdadero ladrón.

Cavaron un enorme hueco junto a las mazorcas más grandes y maduras y esperaron con paciencia escondidos en las cercanías. Esa noche unos pasos se aproximaron a la cementera, en medio de la oscuridad empezaron a ver una figura alta y gorda que pisaba en el lugar, de pronto cayó en la trampa y comenzaron a sonar unos fuertes gruñidos, como los de un animal desesperado.

Los indígenas se acercaron y vieron que se trataba de un oso de anteojos que, atraído por el maíz, acudía cada noche a comer el fruto de este terreno.

Chima, avergonzado, pidió perdón a su vecino y juró no volver a acusar a nadie sin estar seguro. En cuanto al oso, fue ahuyentado del sitio con antorchas encendidas. (DLH)

Guamote es uno de los lugares más hermosos y productivos de Chimborazo. En sus cercanías existen bellas lagunas envueltas en el frío del páramo. Una de estas es Colaycocha, conocida desde tiempos antiguos como ‘El Lago del castigo’ o la penitencia.

Se cuenta que en sus alrededores vivían los puruhaes, un pueblo muy trabajador. Ellos cuidaban grandes cementeras de papa, maíz, frejol y hortalizas.

Relatos
Las historias cuentan que, un día, surgió en la comunidad una disputa entre dos vecinos. Chima acusaba a Sequim de haber entrado sin permiso a su cementera de maíz y de haber destruido sus plantas para robar las mazorcas que estaban a punto de ser cosechadas.

Sequim fue apresado y llevado hasta las autoridades indígenas y, aunque negó y se defendió, fue sentenciado. Entonces lo llevaron hasta Colaycocha, laguna que nacía en una alta roca con forma de concha, desde la cual se vertía el agua por todo su contorno. En medio, había una isla muy pequeña en la cual dejaron a Sequim para que mueriera de hambre y frío.

El joven no dejaba de asegurar su inocencia, pero fue en vano. Los silbidos del viento entre los montes parecían lamentos lejanos. Entre las rocas había una especie de cueva para convertirla en su refugio y cuando entró vio una cantidad de pájaros que se acercaban en medio de un gran bullicio para luego arrojarse a la laguna. El agua quedó cubierta por los cadáveres de todas esas aves.

Enseguida, el joven preparó una fogata y con esta cocinó algunos pájaros para comer. Mientras tanto en el pueblo algo extraño había sucedido. Nuevamente el ladrón había entrado a la cementera de chima destrozando las plantas y robando el maíz.

Desenlace
Todos se sorprendieron y buscaron a Sequim para remediar su equivocación. Ya de vuelta él les contó lo que había sucedido con las aves, las cuales lo habían salvado de morir de hambre. Luego prepararon una trampa para descubrir al verdadero ladrón.

Cavaron un enorme hueco junto a las mazorcas más grandes y maduras y esperaron con paciencia escondidos en las cercanías. Esa noche unos pasos se aproximaron a la cementera, en medio de la oscuridad empezaron a ver una figura alta y gorda que pisaba en el lugar, de pronto cayó en la trampa y comenzaron a sonar unos fuertes gruñidos, como los de un animal desesperado.

Los indígenas se acercaron y vieron que se trataba de un oso de anteojos que, atraído por el maíz, acudía cada noche a comer el fruto de este terreno.

Chima, avergonzado, pidió perdón a su vecino y juró no volver a acusar a nadie sin estar seguro. En cuanto al oso, fue ahuyentado del sitio con antorchas encendidas. (DLH)

Guamote es uno de los lugares más hermosos y productivos de Chimborazo. En sus cercanías existen bellas lagunas envueltas en el frío del páramo. Una de estas es Colaycocha, conocida desde tiempos antiguos como ‘El Lago del castigo’ o la penitencia.

Se cuenta que en sus alrededores vivían los puruhaes, un pueblo muy trabajador. Ellos cuidaban grandes cementeras de papa, maíz, frejol y hortalizas.

Relatos
Las historias cuentan que, un día, surgió en la comunidad una disputa entre dos vecinos. Chima acusaba a Sequim de haber entrado sin permiso a su cementera de maíz y de haber destruido sus plantas para robar las mazorcas que estaban a punto de ser cosechadas.

Sequim fue apresado y llevado hasta las autoridades indígenas y, aunque negó y se defendió, fue sentenciado. Entonces lo llevaron hasta Colaycocha, laguna que nacía en una alta roca con forma de concha, desde la cual se vertía el agua por todo su contorno. En medio, había una isla muy pequeña en la cual dejaron a Sequim para que mueriera de hambre y frío.

El joven no dejaba de asegurar su inocencia, pero fue en vano. Los silbidos del viento entre los montes parecían lamentos lejanos. Entre las rocas había una especie de cueva para convertirla en su refugio y cuando entró vio una cantidad de pájaros que se acercaban en medio de un gran bullicio para luego arrojarse a la laguna. El agua quedó cubierta por los cadáveres de todas esas aves.

Enseguida, el joven preparó una fogata y con esta cocinó algunos pájaros para comer. Mientras tanto en el pueblo algo extraño había sucedido. Nuevamente el ladrón había entrado a la cementera de chima destrozando las plantas y robando el maíz.

Desenlace
Todos se sorprendieron y buscaron a Sequim para remediar su equivocación. Ya de vuelta él les contó lo que había sucedido con las aves, las cuales lo habían salvado de morir de hambre. Luego prepararon una trampa para descubrir al verdadero ladrón.

Cavaron un enorme hueco junto a las mazorcas más grandes y maduras y esperaron con paciencia escondidos en las cercanías. Esa noche unos pasos se aproximaron a la cementera, en medio de la oscuridad empezaron a ver una figura alta y gorda que pisaba en el lugar, de pronto cayó en la trampa y comenzaron a sonar unos fuertes gruñidos, como los de un animal desesperado.

Los indígenas se acercaron y vieron que se trataba de un oso de anteojos que, atraído por el maíz, acudía cada noche a comer el fruto de este terreno.

Chima, avergonzado, pidió perdón a su vecino y juró no volver a acusar a nadie sin estar seguro. En cuanto al oso, fue ahuyentado del sitio con antorchas encendidas. (DLH)