¿Qué nos queda?

Existe una gran pandemia de ignorancia (en referencia al desconocimiento generalizado sobre temas de importancia en la coyuntura nacional, no de forma peyorativa por quienes carecen de formación académica o formal); es el resentimiento y la división, producto de la nefasta estrategia de categorizar a la población para fomentar resentimiento, odio y un antagonismo enfermizo que deja secuelas graves.

La clase media continuará siendo la más perjudicada por las decisiones políticas. No nos llegan ciertos beneficios que reciben los ciudadanos de escasos recursos y tampoco tenemos los abundantes ingresos de los estratos económicos altos. Al ser parte de la clase media, somos juzgados y tratados como ricos por algunos, sin que se considere que lo que se posee es el resultado del esfuerzo y sacrificio de varias generaciones.

Independientemente del resultado que deje el sufragio, tendremos que seguir metiéndole el hombro al país. Muchos hablan de querer irse y otros querrán quedarse por un año o por toda la vida; la tarea será de todos. Un país que lleva años de división, aprovechándose de la ignorancia de su gente y de la desigualdad provocada por los mismos que ejercen el poder que, en las urnas, les concedemos. Un país que en bonanza fue saqueado en grueso sin importar a quien se llevaba en el camino.

Con un panorama gris y brumoso, iré a votar por el futuro que me queda. Porque el cholo, el negro, el mestizo, el indio y yo siempre seremos iguales al haber sido paridos bajo la misma bandera tricolor.

Seguiremos luchando por educar, porque la educación salva. No quiero a nadie que me prometa absurdos y milagros que no se cumplirán, prefiero que me den un país con oportunidades, con trabajo y gobernado por gente con ética y amor a su patria, dispuesta a servirla y no a servirse de ella. Anhelo y trabajaré  para darles a mis hijos lo mismo que me dieron a mí: dignidad, honestidad y libertad en igualdad de condiciones.