La artesanía chachi y su proceso de tejido tradicional

TRADICIÓN.  María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN. María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN.  María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN. María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN.  María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN. María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN.  María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
TRADICIÓN. María Rosa Cimarrón es una de las chachis que sabe tejer abanicos, esteras y canastos desde niña.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
ARTE. Estas mujeres demuestran su destreza y habilidad en la confección de canastos, esteras, abanicos y otros productos.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
PRODUCTOS. Canastos, esteras y otros implementos son elaborados por las mujeres chachis adultas.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.
LABOR. La mujer chachi es la que se adentra en las montañas a buscar la rampira.

Redacción ESMERALDAS

La paja toquilla es la principal materia prima que utilizan las mujeres chachis (en Esmeraldas) para confeccionar sus tejidos y dar forma a canastos, abanicos, esteras (petates) y otros implementos que sirven para el uso diario en una casa o en la decoración artesanal.

Las tejedoras se encargan de todo el proceso de preparación y elaboración, desde la cosecha de la planta hasta la venta de los productos fruto de su trabajo artesanal.

Con un machete en mano y varias canastas sobre sus espaldas, las trabajadoras ingresan a los bosques de las comunidades en las zonas rurales de la ‘Provincia verde’, y empiezan a distinguir qué planta está madura para la producción de la paja toquilla, o está apta para la cosecha.

Trasmitido por generaciones

Las mujeres cortan los tallos y, una vez reunidos, les retiran la corteza verde y empiezan a deshilacharlos para obtener las hebras o hilos que utilizarán.

Luego lavan las hebras y las secan con el sol. En este paso aprovechan para blanquearlas, ponerles color o dejarlas en su estado natural, todo con el propósito de dar variedad a sus tejidos, que los realizan desde varias generaciones atrás.

La cestería es una labor tradicional de las chachis, que se ha transmitido en el tiempo para mantener viva su identidad y generar ingresos económicos en favor de los habitantes de las comunidades.

El Dato
Los productos hechos con la paja toquilla son comercializados de manera ambulante en las ciudades.

María Rosa Cimarrón Añapa, a sus 55 años, es una de las expertas artesanas que teje con destreza los canastos, los abanicos y las esteras, entre otros.

Desde niña

María es originaria de la comunidad Calle Manza, jurisdicción del cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas. Aprendió a tejer desde que tenía ocho años, bajo la guía de su mamá María Jesús Añapa (+) y de su abuela, también fallecida.

Relató que cada vez que su madre iba en busca de la planta rampira, de la cual se obtiene el material para hacer los artículos, la acompañaba. Esto la motivó a aprender el oficio. Aún recuerda que lo primero que experimentó fue elaborar abanicos y canastas, que los vendió entre cinco y 10 reales.

Ella espera que la actual y la futura generación no dejen perder la tradición, que es heredada de sus antecesores, debido a que se dedican a aprender costumbres occidentales y dejan a un lado lo propio.

Valora lo ancestral

María Rosa, quien reside en la Isla Luis Vargas de la urbe esmeraldeña desde hace 11 años, explicó que con la venta de los productos que elabora contribuye en el incremento del ingreso económico familiar, pues subsisten de una pequeña tienda que no soporta los gastos del hogar.

Expresó que la mayoría de las mujeres chachis adultas son las que conservan esta costumbre de los padres y abuelos, con la que se identifican y se sienten orgullosas. Los productos los ofertan en uno, dos, tres, y cinco dólares.

Adolfo Chapiro Añapa, exfuncionario de Educación Intercultural Bilingüe, nacido en Loma Linda, en el río Cayapas, al norte de Esmeraldas, también se identifica con las costumbres de su pueblo. Desde que llegó a Esmeraldas, siempre ha mantenido sobre el colchón de su cama una estera de rampira, que de acuerdo con sus creencias no deja que sus riñones se inflamen. “Trato de no alejarme de nada de lo que es propio, por ejemplo, uso canastas para guardar mi ropa y tengo algunos adornos”, precisó el hombre chachi, recalcando que su cultura es rica en tradiciones.

Redacción ESMERALDAS

La paja toquilla es la principal materia prima que utilizan las mujeres chachis (en Esmeraldas) para confeccionar sus tejidos y dar forma a canastos, abanicos, esteras (petates) y otros implementos que sirven para el uso diario en una casa o en la decoración artesanal.

Las tejedoras se encargan de todo el proceso de preparación y elaboración, desde la cosecha de la planta hasta la venta de los productos fruto de su trabajo artesanal.

Con un machete en mano y varias canastas sobre sus espaldas, las trabajadoras ingresan a los bosques de las comunidades en las zonas rurales de la ‘Provincia verde’, y empiezan a distinguir qué planta está madura para la producción de la paja toquilla, o está apta para la cosecha.

Trasmitido por generaciones

Las mujeres cortan los tallos y, una vez reunidos, les retiran la corteza verde y empiezan a deshilacharlos para obtener las hebras o hilos que utilizarán.

Luego lavan las hebras y las secan con el sol. En este paso aprovechan para blanquearlas, ponerles color o dejarlas en su estado natural, todo con el propósito de dar variedad a sus tejidos, que los realizan desde varias generaciones atrás.

La cestería es una labor tradicional de las chachis, que se ha transmitido en el tiempo para mantener viva su identidad y generar ingresos económicos en favor de los habitantes de las comunidades.

El Dato
Los productos hechos con la paja toquilla son comercializados de manera ambulante en las ciudades.

María Rosa Cimarrón Añapa, a sus 55 años, es una de las expertas artesanas que teje con destreza los canastos, los abanicos y las esteras, entre otros.

Desde niña

María es originaria de la comunidad Calle Manza, jurisdicción del cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas. Aprendió a tejer desde que tenía ocho años, bajo la guía de su mamá María Jesús Añapa (+) y de su abuela, también fallecida.

Relató que cada vez que su madre iba en busca de la planta rampira, de la cual se obtiene el material para hacer los artículos, la acompañaba. Esto la motivó a aprender el oficio. Aún recuerda que lo primero que experimentó fue elaborar abanicos y canastas, que los vendió entre cinco y 10 reales.

Ella espera que la actual y la futura generación no dejen perder la tradición, que es heredada de sus antecesores, debido a que se dedican a aprender costumbres occidentales y dejan a un lado lo propio.

Valora lo ancestral

María Rosa, quien reside en la Isla Luis Vargas de la urbe esmeraldeña desde hace 11 años, explicó que con la venta de los productos que elabora contribuye en el incremento del ingreso económico familiar, pues subsisten de una pequeña tienda que no soporta los gastos del hogar.

Expresó que la mayoría de las mujeres chachis adultas son las que conservan esta costumbre de los padres y abuelos, con la que se identifican y se sienten orgullosas. Los productos los ofertan en uno, dos, tres, y cinco dólares.

Adolfo Chapiro Añapa, exfuncionario de Educación Intercultural Bilingüe, nacido en Loma Linda, en el río Cayapas, al norte de Esmeraldas, también se identifica con las costumbres de su pueblo. Desde que llegó a Esmeraldas, siempre ha mantenido sobre el colchón de su cama una estera de rampira, que de acuerdo con sus creencias no deja que sus riñones se inflamen. “Trato de no alejarme de nada de lo que es propio, por ejemplo, uso canastas para guardar mi ropa y tengo algunos adornos”, precisó el hombre chachi, recalcando que su cultura es rica en tradiciones.

Redacción ESMERALDAS

La paja toquilla es la principal materia prima que utilizan las mujeres chachis (en Esmeraldas) para confeccionar sus tejidos y dar forma a canastos, abanicos, esteras (petates) y otros implementos que sirven para el uso diario en una casa o en la decoración artesanal.

Las tejedoras se encargan de todo el proceso de preparación y elaboración, desde la cosecha de la planta hasta la venta de los productos fruto de su trabajo artesanal.

Con un machete en mano y varias canastas sobre sus espaldas, las trabajadoras ingresan a los bosques de las comunidades en las zonas rurales de la ‘Provincia verde’, y empiezan a distinguir qué planta está madura para la producción de la paja toquilla, o está apta para la cosecha.

Trasmitido por generaciones

Las mujeres cortan los tallos y, una vez reunidos, les retiran la corteza verde y empiezan a deshilacharlos para obtener las hebras o hilos que utilizarán.

Luego lavan las hebras y las secan con el sol. En este paso aprovechan para blanquearlas, ponerles color o dejarlas en su estado natural, todo con el propósito de dar variedad a sus tejidos, que los realizan desde varias generaciones atrás.

La cestería es una labor tradicional de las chachis, que se ha transmitido en el tiempo para mantener viva su identidad y generar ingresos económicos en favor de los habitantes de las comunidades.

El Dato
Los productos hechos con la paja toquilla son comercializados de manera ambulante en las ciudades.

María Rosa Cimarrón Añapa, a sus 55 años, es una de las expertas artesanas que teje con destreza los canastos, los abanicos y las esteras, entre otros.

Desde niña

María es originaria de la comunidad Calle Manza, jurisdicción del cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas. Aprendió a tejer desde que tenía ocho años, bajo la guía de su mamá María Jesús Añapa (+) y de su abuela, también fallecida.

Relató que cada vez que su madre iba en busca de la planta rampira, de la cual se obtiene el material para hacer los artículos, la acompañaba. Esto la motivó a aprender el oficio. Aún recuerda que lo primero que experimentó fue elaborar abanicos y canastas, que los vendió entre cinco y 10 reales.

Ella espera que la actual y la futura generación no dejen perder la tradición, que es heredada de sus antecesores, debido a que se dedican a aprender costumbres occidentales y dejan a un lado lo propio.

Valora lo ancestral

María Rosa, quien reside en la Isla Luis Vargas de la urbe esmeraldeña desde hace 11 años, explicó que con la venta de los productos que elabora contribuye en el incremento del ingreso económico familiar, pues subsisten de una pequeña tienda que no soporta los gastos del hogar.

Expresó que la mayoría de las mujeres chachis adultas son las que conservan esta costumbre de los padres y abuelos, con la que se identifican y se sienten orgullosas. Los productos los ofertan en uno, dos, tres, y cinco dólares.

Adolfo Chapiro Añapa, exfuncionario de Educación Intercultural Bilingüe, nacido en Loma Linda, en el río Cayapas, al norte de Esmeraldas, también se identifica con las costumbres de su pueblo. Desde que llegó a Esmeraldas, siempre ha mantenido sobre el colchón de su cama una estera de rampira, que de acuerdo con sus creencias no deja que sus riñones se inflamen. “Trato de no alejarme de nada de lo que es propio, por ejemplo, uso canastas para guardar mi ropa y tengo algunos adornos”, precisó el hombre chachi, recalcando que su cultura es rica en tradiciones.

Redacción ESMERALDAS

La paja toquilla es la principal materia prima que utilizan las mujeres chachis (en Esmeraldas) para confeccionar sus tejidos y dar forma a canastos, abanicos, esteras (petates) y otros implementos que sirven para el uso diario en una casa o en la decoración artesanal.

Las tejedoras se encargan de todo el proceso de preparación y elaboración, desde la cosecha de la planta hasta la venta de los productos fruto de su trabajo artesanal.

Con un machete en mano y varias canastas sobre sus espaldas, las trabajadoras ingresan a los bosques de las comunidades en las zonas rurales de la ‘Provincia verde’, y empiezan a distinguir qué planta está madura para la producción de la paja toquilla, o está apta para la cosecha.

Trasmitido por generaciones

Las mujeres cortan los tallos y, una vez reunidos, les retiran la corteza verde y empiezan a deshilacharlos para obtener las hebras o hilos que utilizarán.

Luego lavan las hebras y las secan con el sol. En este paso aprovechan para blanquearlas, ponerles color o dejarlas en su estado natural, todo con el propósito de dar variedad a sus tejidos, que los realizan desde varias generaciones atrás.

La cestería es una labor tradicional de las chachis, que se ha transmitido en el tiempo para mantener viva su identidad y generar ingresos económicos en favor de los habitantes de las comunidades.

El Dato
Los productos hechos con la paja toquilla son comercializados de manera ambulante en las ciudades.

María Rosa Cimarrón Añapa, a sus 55 años, es una de las expertas artesanas que teje con destreza los canastos, los abanicos y las esteras, entre otros.

Desde niña

María es originaria de la comunidad Calle Manza, jurisdicción del cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas. Aprendió a tejer desde que tenía ocho años, bajo la guía de su mamá María Jesús Añapa (+) y de su abuela, también fallecida.

Relató que cada vez que su madre iba en busca de la planta rampira, de la cual se obtiene el material para hacer los artículos, la acompañaba. Esto la motivó a aprender el oficio. Aún recuerda que lo primero que experimentó fue elaborar abanicos y canastas, que los vendió entre cinco y 10 reales.

Ella espera que la actual y la futura generación no dejen perder la tradición, que es heredada de sus antecesores, debido a que se dedican a aprender costumbres occidentales y dejan a un lado lo propio.

Valora lo ancestral

María Rosa, quien reside en la Isla Luis Vargas de la urbe esmeraldeña desde hace 11 años, explicó que con la venta de los productos que elabora contribuye en el incremento del ingreso económico familiar, pues subsisten de una pequeña tienda que no soporta los gastos del hogar.

Expresó que la mayoría de las mujeres chachis adultas son las que conservan esta costumbre de los padres y abuelos, con la que se identifican y se sienten orgullosas. Los productos los ofertan en uno, dos, tres, y cinco dólares.

Adolfo Chapiro Añapa, exfuncionario de Educación Intercultural Bilingüe, nacido en Loma Linda, en el río Cayapas, al norte de Esmeraldas, también se identifica con las costumbres de su pueblo. Desde que llegó a Esmeraldas, siempre ha mantenido sobre el colchón de su cama una estera de rampira, que de acuerdo con sus creencias no deja que sus riñones se inflamen. “Trato de no alejarme de nada de lo que es propio, por ejemplo, uso canastas para guardar mi ropa y tengo algunos adornos”, precisó el hombre chachi, recalcando que su cultura es rica en tradiciones.