El desequilibrio humano a consecuencia de la desinformación

Hernán Yaguana Romero

Pasado unos días desde aquella repleción informacional, producto de la agitación que vivimos en nuestro país, es momento de analizar dónde estuvo la verdad, si en los medios tradicionales o en los diversos canales que aparecieron repentinamente. Es una pretensión grande pero muy necesaria, pues la palabra “Fake news”, muy nombrada actualmente, tiene muchos trasfondos que se deben advertir.

Para Luhmann a mayor cantidad de información mayor probabilidad de confianza. Pero en este panorama, donde un año actual de acumulación de información equivale a toda la información recolectada por la humanidad en su historia; no se cumple esta proposición. Parecería que la masividad de datos, hace daño, confunde y agobia a las personas, y lo que es peor crea desconfianza. El otorgar mecanismos de difusión para que las personas emitan su opinión bajo estados conscientes e inconscientes, entendiendo que somos «asiduos difusores», hace que comuniquemos todo: lo real y lo no real, el rumor y la fantasía, lo comprobado y lo supuesto. Y en medio de esa marea de datos – globalidad del mundo- están también las personas que sacan provecho difundiendo la mentira, tratando de hacerla pasar como algo verídico. Aristóteles sentenciaba: “Decir de lo que es qué no es, o de lo que no es qué es, es falso, mientras que decir de lo que es qué es, o de lo que no es qué no es, es verdadero”. Lamentablemente hoy vivimos bajo ese síndrome de falta de verdad, diciendo y asegurando qué es lo que no es y qué no es lo que es; lo hacen medios oficiales y canales ciudadanos

La desconfianza reina en el mundo, se desequilibra la relación humana, paradójicamente parece que a mayor expresión nos reducimos como personas. De por medio hay interesados en poner al mundo que flote en zozobra y en duda. (O)

[email protected]

Hernán Yaguana Romero

Pasado unos días desde aquella repleción informacional, producto de la agitación que vivimos en nuestro país, es momento de analizar dónde estuvo la verdad, si en los medios tradicionales o en los diversos canales que aparecieron repentinamente. Es una pretensión grande pero muy necesaria, pues la palabra “Fake news”, muy nombrada actualmente, tiene muchos trasfondos que se deben advertir.

Para Luhmann a mayor cantidad de información mayor probabilidad de confianza. Pero en este panorama, donde un año actual de acumulación de información equivale a toda la información recolectada por la humanidad en su historia; no se cumple esta proposición. Parecería que la masividad de datos, hace daño, confunde y agobia a las personas, y lo que es peor crea desconfianza. El otorgar mecanismos de difusión para que las personas emitan su opinión bajo estados conscientes e inconscientes, entendiendo que somos «asiduos difusores», hace que comuniquemos todo: lo real y lo no real, el rumor y la fantasía, lo comprobado y lo supuesto. Y en medio de esa marea de datos – globalidad del mundo- están también las personas que sacan provecho difundiendo la mentira, tratando de hacerla pasar como algo verídico. Aristóteles sentenciaba: “Decir de lo que es qué no es, o de lo que no es qué es, es falso, mientras que decir de lo que es qué es, o de lo que no es qué no es, es verdadero”. Lamentablemente hoy vivimos bajo ese síndrome de falta de verdad, diciendo y asegurando qué es lo que no es y qué no es lo que es; lo hacen medios oficiales y canales ciudadanos

La desconfianza reina en el mundo, se desequilibra la relación humana, paradójicamente parece que a mayor expresión nos reducimos como personas. De por medio hay interesados en poner al mundo que flote en zozobra y en duda. (O)

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Pasado unos días desde aquella repleción informacional, producto de la agitación que vivimos en nuestro país, es momento de analizar dónde estuvo la verdad, si en los medios tradicionales o en los diversos canales que aparecieron repentinamente. Es una pretensión grande pero muy necesaria, pues la palabra “Fake news”, muy nombrada actualmente, tiene muchos trasfondos que se deben advertir.

Para Luhmann a mayor cantidad de información mayor probabilidad de confianza. Pero en este panorama, donde un año actual de acumulación de información equivale a toda la información recolectada por la humanidad en su historia; no se cumple esta proposición. Parecería que la masividad de datos, hace daño, confunde y agobia a las personas, y lo que es peor crea desconfianza. El otorgar mecanismos de difusión para que las personas emitan su opinión bajo estados conscientes e inconscientes, entendiendo que somos «asiduos difusores», hace que comuniquemos todo: lo real y lo no real, el rumor y la fantasía, lo comprobado y lo supuesto. Y en medio de esa marea de datos – globalidad del mundo- están también las personas que sacan provecho difundiendo la mentira, tratando de hacerla pasar como algo verídico. Aristóteles sentenciaba: “Decir de lo que es qué no es, o de lo que no es qué es, es falso, mientras que decir de lo que es qué es, o de lo que no es qué no es, es verdadero”. Lamentablemente hoy vivimos bajo ese síndrome de falta de verdad, diciendo y asegurando qué es lo que no es y qué no es lo que es; lo hacen medios oficiales y canales ciudadanos

La desconfianza reina en el mundo, se desequilibra la relación humana, paradójicamente parece que a mayor expresión nos reducimos como personas. De por medio hay interesados en poner al mundo que flote en zozobra y en duda. (O)

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Pasado unos días desde aquella repleción informacional, producto de la agitación que vivimos en nuestro país, es momento de analizar dónde estuvo la verdad, si en los medios tradicionales o en los diversos canales que aparecieron repentinamente. Es una pretensión grande pero muy necesaria, pues la palabra “Fake news”, muy nombrada actualmente, tiene muchos trasfondos que se deben advertir.

Para Luhmann a mayor cantidad de información mayor probabilidad de confianza. Pero en este panorama, donde un año actual de acumulación de información equivale a toda la información recolectada por la humanidad en su historia; no se cumple esta proposición. Parecería que la masividad de datos, hace daño, confunde y agobia a las personas, y lo que es peor crea desconfianza. El otorgar mecanismos de difusión para que las personas emitan su opinión bajo estados conscientes e inconscientes, entendiendo que somos «asiduos difusores», hace que comuniquemos todo: lo real y lo no real, el rumor y la fantasía, lo comprobado y lo supuesto. Y en medio de esa marea de datos – globalidad del mundo- están también las personas que sacan provecho difundiendo la mentira, tratando de hacerla pasar como algo verídico. Aristóteles sentenciaba: “Decir de lo que es qué no es, o de lo que no es qué es, es falso, mientras que decir de lo que es qué es, o de lo que no es qué no es, es verdadero”. Lamentablemente hoy vivimos bajo ese síndrome de falta de verdad, diciendo y asegurando qué es lo que no es y qué no es lo que es; lo hacen medios oficiales y canales ciudadanos

La desconfianza reina en el mundo, se desequilibra la relación humana, paradójicamente parece que a mayor expresión nos reducimos como personas. De por medio hay interesados en poner al mundo que flote en zozobra y en duda. (O)

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