¿Salir del Centro?

Pablo Escandón Montenegro

Luego de todo lo pasado, no solo estos últimos días, sino desde que tenemos memoria histórica: ¿es el Centro Histórico de Quito el mejor espacio para albergar al poder político del país?

¿Cuántas veces se ha pensado que Carondelet ya cumplió con su función, como edificación simbólica y práctica para albergar a la Presidencia? ¿Qué pasaría si todas las dependencias estatales salieran del casco colonial? ¿Cuánto costaría ubicar las adscritas al Gobierno en otros espacios más accesibles? ¿Cómo se vería afectado el comercio con la salida de tanta burocracia que mueve la economía?

Pero también, ¿cuánto mejoraría la movilidad en ese sector?, ¿quiénes ocuparían los edificios?, ¿quiénes serían los nuevos vecinos?, ¿se potenciaría la gentrificación?, ¿se desarrollaría un polo turístico de lujo?, ¿qué volvería un espacio de postal, sin vida? El Centro Histórico de Quito es emblemático porque durante siglos ha sido donde los poderes se han encontrado: el colonial, el eclesiástico, el educativo; en torno a él hasta los años sesenta del siglo pasado se configuraron barrios y la vida de padres y abuelos que añoran a La Tola, a San Juan, a San Roque y más barrios que siempre vieron a la Plaza Grande como el eje de la ciudad.

Tomarse los símbolos de una cultura muestra que el honor, la historia y la tradición han sido vulnerados, que es lo más significativo que tiene una nación o una institución social; más allá de ganar o perder, quien se hace con los símbolos es el verdadero ganador. Y durante mucho tiempo ese símbolo no ha estado en manos de quienes realmente lo trabajaron, le dieron forma y lo engrandecieron.

Muchos se lamentan por la “destrucción” del patrimonio, porque la toma violenta les agrede, porque fueron esos “diablos” que volvieron a sacar las piedras de los espacios “adecentados” para el turista y asaltados por los poderes económicos y políticos, que le impiden ser parte de ese patrimonio. ¿Quién debe salir del Centro?

[email protected]

Pablo Escandón Montenegro

Luego de todo lo pasado, no solo estos últimos días, sino desde que tenemos memoria histórica: ¿es el Centro Histórico de Quito el mejor espacio para albergar al poder político del país?

¿Cuántas veces se ha pensado que Carondelet ya cumplió con su función, como edificación simbólica y práctica para albergar a la Presidencia? ¿Qué pasaría si todas las dependencias estatales salieran del casco colonial? ¿Cuánto costaría ubicar las adscritas al Gobierno en otros espacios más accesibles? ¿Cómo se vería afectado el comercio con la salida de tanta burocracia que mueve la economía?

Pero también, ¿cuánto mejoraría la movilidad en ese sector?, ¿quiénes ocuparían los edificios?, ¿quiénes serían los nuevos vecinos?, ¿se potenciaría la gentrificación?, ¿se desarrollaría un polo turístico de lujo?, ¿qué volvería un espacio de postal, sin vida? El Centro Histórico de Quito es emblemático porque durante siglos ha sido donde los poderes se han encontrado: el colonial, el eclesiástico, el educativo; en torno a él hasta los años sesenta del siglo pasado se configuraron barrios y la vida de padres y abuelos que añoran a La Tola, a San Juan, a San Roque y más barrios que siempre vieron a la Plaza Grande como el eje de la ciudad.

Tomarse los símbolos de una cultura muestra que el honor, la historia y la tradición han sido vulnerados, que es lo más significativo que tiene una nación o una institución social; más allá de ganar o perder, quien se hace con los símbolos es el verdadero ganador. Y durante mucho tiempo ese símbolo no ha estado en manos de quienes realmente lo trabajaron, le dieron forma y lo engrandecieron.

Muchos se lamentan por la “destrucción” del patrimonio, porque la toma violenta les agrede, porque fueron esos “diablos” que volvieron a sacar las piedras de los espacios “adecentados” para el turista y asaltados por los poderes económicos y políticos, que le impiden ser parte de ese patrimonio. ¿Quién debe salir del Centro?

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Luego de todo lo pasado, no solo estos últimos días, sino desde que tenemos memoria histórica: ¿es el Centro Histórico de Quito el mejor espacio para albergar al poder político del país?

¿Cuántas veces se ha pensado que Carondelet ya cumplió con su función, como edificación simbólica y práctica para albergar a la Presidencia? ¿Qué pasaría si todas las dependencias estatales salieran del casco colonial? ¿Cuánto costaría ubicar las adscritas al Gobierno en otros espacios más accesibles? ¿Cómo se vería afectado el comercio con la salida de tanta burocracia que mueve la economía?

Pero también, ¿cuánto mejoraría la movilidad en ese sector?, ¿quiénes ocuparían los edificios?, ¿quiénes serían los nuevos vecinos?, ¿se potenciaría la gentrificación?, ¿se desarrollaría un polo turístico de lujo?, ¿qué volvería un espacio de postal, sin vida? El Centro Histórico de Quito es emblemático porque durante siglos ha sido donde los poderes se han encontrado: el colonial, el eclesiástico, el educativo; en torno a él hasta los años sesenta del siglo pasado se configuraron barrios y la vida de padres y abuelos que añoran a La Tola, a San Juan, a San Roque y más barrios que siempre vieron a la Plaza Grande como el eje de la ciudad.

Tomarse los símbolos de una cultura muestra que el honor, la historia y la tradición han sido vulnerados, que es lo más significativo que tiene una nación o una institución social; más allá de ganar o perder, quien se hace con los símbolos es el verdadero ganador. Y durante mucho tiempo ese símbolo no ha estado en manos de quienes realmente lo trabajaron, le dieron forma y lo engrandecieron.

Muchos se lamentan por la “destrucción” del patrimonio, porque la toma violenta les agrede, porque fueron esos “diablos” que volvieron a sacar las piedras de los espacios “adecentados” para el turista y asaltados por los poderes económicos y políticos, que le impiden ser parte de ese patrimonio. ¿Quién debe salir del Centro?

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Luego de todo lo pasado, no solo estos últimos días, sino desde que tenemos memoria histórica: ¿es el Centro Histórico de Quito el mejor espacio para albergar al poder político del país?

¿Cuántas veces se ha pensado que Carondelet ya cumplió con su función, como edificación simbólica y práctica para albergar a la Presidencia? ¿Qué pasaría si todas las dependencias estatales salieran del casco colonial? ¿Cuánto costaría ubicar las adscritas al Gobierno en otros espacios más accesibles? ¿Cómo se vería afectado el comercio con la salida de tanta burocracia que mueve la economía?

Pero también, ¿cuánto mejoraría la movilidad en ese sector?, ¿quiénes ocuparían los edificios?, ¿quiénes serían los nuevos vecinos?, ¿se potenciaría la gentrificación?, ¿se desarrollaría un polo turístico de lujo?, ¿qué volvería un espacio de postal, sin vida? El Centro Histórico de Quito es emblemático porque durante siglos ha sido donde los poderes se han encontrado: el colonial, el eclesiástico, el educativo; en torno a él hasta los años sesenta del siglo pasado se configuraron barrios y la vida de padres y abuelos que añoran a La Tola, a San Juan, a San Roque y más barrios que siempre vieron a la Plaza Grande como el eje de la ciudad.

Tomarse los símbolos de una cultura muestra que el honor, la historia y la tradición han sido vulnerados, que es lo más significativo que tiene una nación o una institución social; más allá de ganar o perder, quien se hace con los símbolos es el verdadero ganador. Y durante mucho tiempo ese símbolo no ha estado en manos de quienes realmente lo trabajaron, le dieron forma y lo engrandecieron.

Muchos se lamentan por la “destrucción” del patrimonio, porque la toma violenta les agrede, porque fueron esos “diablos” que volvieron a sacar las piedras de los espacios “adecentados” para el turista y asaltados por los poderes económicos y políticos, que le impiden ser parte de ese patrimonio. ¿Quién debe salir del Centro?

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