Periodismo como necesidad

Roque Rivas Zambrano

Durante los acontecimientos en Chile, los periodistas han tenido una responsabilidad enorme: la de informar. Aunque parezca obvio, porque es su tarea, en muchos casos se hizo desde la anécdota, mostrando el caos sin un análisis de por qué estos hechos.

Marcela Aguilar, decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales en Santiago, escribió un artículo donde afirma que la crisis hizo que los ciudadanos se volcaran a la televisión, la radio, los diarios, sitios web de noticias y redes sociales, hambrientos de saber, de entender. Y también de compartir, apoyar y hacer comunidad. Sin embargo, para la especialista, esta situación también dejó al desnudo las debilidades del oficio, sobre todo evidenció la dificultad para comprender y contar los problemas sociales.

Este contraste, lejos que ratificar las suposiciones de que el periodismo va a desaparecer, reafirmó que se trata de una necesidad indispensable para distinguir lo cierto de lo falso, dar contexto y sentido a los acontecimientos.

Según Aguilar, el periodismo chileno “había perdido músculo”, por lo que “le costó reaccionar, adoptar el tono adecuado, tomar las decisiones correctas”. Fue la presión de la ciudadanía lo que los obligó a recuperar el ritmo. Eso, para Aguilar, es esperanzador.

Leer trabajos como ‘La primavera de Chile’, en Publimetro; ver imágenes como las de “la marcha de los descontentos que desbordó Santiago”, en Ciper; los testimonios de ‘Chile: los ciegos que dejó la represión’ o la desgarradora historia de ‘La muerte de un trabajador que nadie quiso contar’, en Cosecha Roja, es suficiente para palpar el malestar social ante la desigualdad y las huellas de la impunidad detrás de la represión policial. Es bastante para confirmar que otro periodismo es posible.

[email protected]

Roque Rivas Zambrano

Durante los acontecimientos en Chile, los periodistas han tenido una responsabilidad enorme: la de informar. Aunque parezca obvio, porque es su tarea, en muchos casos se hizo desde la anécdota, mostrando el caos sin un análisis de por qué estos hechos.

Marcela Aguilar, decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales en Santiago, escribió un artículo donde afirma que la crisis hizo que los ciudadanos se volcaran a la televisión, la radio, los diarios, sitios web de noticias y redes sociales, hambrientos de saber, de entender. Y también de compartir, apoyar y hacer comunidad. Sin embargo, para la especialista, esta situación también dejó al desnudo las debilidades del oficio, sobre todo evidenció la dificultad para comprender y contar los problemas sociales.

Este contraste, lejos que ratificar las suposiciones de que el periodismo va a desaparecer, reafirmó que se trata de una necesidad indispensable para distinguir lo cierto de lo falso, dar contexto y sentido a los acontecimientos.

Según Aguilar, el periodismo chileno “había perdido músculo”, por lo que “le costó reaccionar, adoptar el tono adecuado, tomar las decisiones correctas”. Fue la presión de la ciudadanía lo que los obligó a recuperar el ritmo. Eso, para Aguilar, es esperanzador.

Leer trabajos como ‘La primavera de Chile’, en Publimetro; ver imágenes como las de “la marcha de los descontentos que desbordó Santiago”, en Ciper; los testimonios de ‘Chile: los ciegos que dejó la represión’ o la desgarradora historia de ‘La muerte de un trabajador que nadie quiso contar’, en Cosecha Roja, es suficiente para palpar el malestar social ante la desigualdad y las huellas de la impunidad detrás de la represión policial. Es bastante para confirmar que otro periodismo es posible.

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Durante los acontecimientos en Chile, los periodistas han tenido una responsabilidad enorme: la de informar. Aunque parezca obvio, porque es su tarea, en muchos casos se hizo desde la anécdota, mostrando el caos sin un análisis de por qué estos hechos.

Marcela Aguilar, decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales en Santiago, escribió un artículo donde afirma que la crisis hizo que los ciudadanos se volcaran a la televisión, la radio, los diarios, sitios web de noticias y redes sociales, hambrientos de saber, de entender. Y también de compartir, apoyar y hacer comunidad. Sin embargo, para la especialista, esta situación también dejó al desnudo las debilidades del oficio, sobre todo evidenció la dificultad para comprender y contar los problemas sociales.

Este contraste, lejos que ratificar las suposiciones de que el periodismo va a desaparecer, reafirmó que se trata de una necesidad indispensable para distinguir lo cierto de lo falso, dar contexto y sentido a los acontecimientos.

Según Aguilar, el periodismo chileno “había perdido músculo”, por lo que “le costó reaccionar, adoptar el tono adecuado, tomar las decisiones correctas”. Fue la presión de la ciudadanía lo que los obligó a recuperar el ritmo. Eso, para Aguilar, es esperanzador.

Leer trabajos como ‘La primavera de Chile’, en Publimetro; ver imágenes como las de “la marcha de los descontentos que desbordó Santiago”, en Ciper; los testimonios de ‘Chile: los ciegos que dejó la represión’ o la desgarradora historia de ‘La muerte de un trabajador que nadie quiso contar’, en Cosecha Roja, es suficiente para palpar el malestar social ante la desigualdad y las huellas de la impunidad detrás de la represión policial. Es bastante para confirmar que otro periodismo es posible.

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Durante los acontecimientos en Chile, los periodistas han tenido una responsabilidad enorme: la de informar. Aunque parezca obvio, porque es su tarea, en muchos casos se hizo desde la anécdota, mostrando el caos sin un análisis de por qué estos hechos.

Marcela Aguilar, decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales en Santiago, escribió un artículo donde afirma que la crisis hizo que los ciudadanos se volcaran a la televisión, la radio, los diarios, sitios web de noticias y redes sociales, hambrientos de saber, de entender. Y también de compartir, apoyar y hacer comunidad. Sin embargo, para la especialista, esta situación también dejó al desnudo las debilidades del oficio, sobre todo evidenció la dificultad para comprender y contar los problemas sociales.

Este contraste, lejos que ratificar las suposiciones de que el periodismo va a desaparecer, reafirmó que se trata de una necesidad indispensable para distinguir lo cierto de lo falso, dar contexto y sentido a los acontecimientos.

Según Aguilar, el periodismo chileno “había perdido músculo”, por lo que “le costó reaccionar, adoptar el tono adecuado, tomar las decisiones correctas”. Fue la presión de la ciudadanía lo que los obligó a recuperar el ritmo. Eso, para Aguilar, es esperanzador.

Leer trabajos como ‘La primavera de Chile’, en Publimetro; ver imágenes como las de “la marcha de los descontentos que desbordó Santiago”, en Ciper; los testimonios de ‘Chile: los ciegos que dejó la represión’ o la desgarradora historia de ‘La muerte de un trabajador que nadie quiso contar’, en Cosecha Roja, es suficiente para palpar el malestar social ante la desigualdad y las huellas de la impunidad detrás de la represión policial. Es bastante para confirmar que otro periodismo es posible.

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