Sayri Lligalo deja su huella con la pintura y la música

ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.
ESPACIO. Lligalo aprendió la cosmovisión de sus abuelos.

Redacción TUNGURAHUA

Hace algún tiempo dejó de contar los años y los meses para dedicarse a comulgar con la Tierra, respetar a los seres que la habitan y dejar que el arte fluya sin bajar la cabeza. Se trata de Sayri Tupac Lligalo, quien nació en Chibuleo y ha dedicado su vida a la pintura, la música, y hace algunos años a los tatuajes. Su familia ha estado involucrada siempre en el arte y las luchas sociales de la comunidad.

Él recuerda su niñez como una época muy apegada a sus abuelos, de quienes aprendió la cosmovisión y la forma de trabajar. “Cuando iba a la montaña me decían que todo tiene un espíritu, que nada está solo, todo tiene una pareja y esto conforma la dualidad, así fue como aprendí”, cuenta Lligalo.

Sus primeros lienzos fueron las piedras que encontraba en el camino, el piso de tierra cuando jugada y algunos lugares que pintaba con carbón, donde trataba de contar la última historia que había escuchado de alguno de sus abuelos. (AVI)

Redacción TUNGURAHUA

Hace algún tiempo dejó de contar los años y los meses para dedicarse a comulgar con la Tierra, respetar a los seres que la habitan y dejar que el arte fluya sin bajar la cabeza. Se trata de Sayri Tupac Lligalo, quien nació en Chibuleo y ha dedicado su vida a la pintura, la música, y hace algunos años a los tatuajes. Su familia ha estado involucrada siempre en el arte y las luchas sociales de la comunidad.

Él recuerda su niñez como una época muy apegada a sus abuelos, de quienes aprendió la cosmovisión y la forma de trabajar. “Cuando iba a la montaña me decían que todo tiene un espíritu, que nada está solo, todo tiene una pareja y esto conforma la dualidad, así fue como aprendí”, cuenta Lligalo.

Sus primeros lienzos fueron las piedras que encontraba en el camino, el piso de tierra cuando jugada y algunos lugares que pintaba con carbón, donde trataba de contar la última historia que había escuchado de alguno de sus abuelos. (AVI)

Redacción TUNGURAHUA

Hace algún tiempo dejó de contar los años y los meses para dedicarse a comulgar con la Tierra, respetar a los seres que la habitan y dejar que el arte fluya sin bajar la cabeza. Se trata de Sayri Tupac Lligalo, quien nació en Chibuleo y ha dedicado su vida a la pintura, la música, y hace algunos años a los tatuajes. Su familia ha estado involucrada siempre en el arte y las luchas sociales de la comunidad.

Él recuerda su niñez como una época muy apegada a sus abuelos, de quienes aprendió la cosmovisión y la forma de trabajar. “Cuando iba a la montaña me decían que todo tiene un espíritu, que nada está solo, todo tiene una pareja y esto conforma la dualidad, así fue como aprendí”, cuenta Lligalo.

Sus primeros lienzos fueron las piedras que encontraba en el camino, el piso de tierra cuando jugada y algunos lugares que pintaba con carbón, donde trataba de contar la última historia que había escuchado de alguno de sus abuelos. (AVI)

Redacción TUNGURAHUA

Hace algún tiempo dejó de contar los años y los meses para dedicarse a comulgar con la Tierra, respetar a los seres que la habitan y dejar que el arte fluya sin bajar la cabeza. Se trata de Sayri Tupac Lligalo, quien nació en Chibuleo y ha dedicado su vida a la pintura, la música, y hace algunos años a los tatuajes. Su familia ha estado involucrada siempre en el arte y las luchas sociales de la comunidad.

Él recuerda su niñez como una época muy apegada a sus abuelos, de quienes aprendió la cosmovisión y la forma de trabajar. “Cuando iba a la montaña me decían que todo tiene un espíritu, que nada está solo, todo tiene una pareja y esto conforma la dualidad, así fue como aprendí”, cuenta Lligalo.

Sus primeros lienzos fueron las piedras que encontraba en el camino, el piso de tierra cuando jugada y algunos lugares que pintaba con carbón, donde trataba de contar la última historia que había escuchado de alguno de sus abuelos. (AVI)

Más allá de los diplomas
° A Sayri Tupac Lligalo no le enorgullecen los reconocimientos o premios. “No sé dónde estarán, los he tenido, pero eso no me hace artista, para eso hay que vivir en la tierra, pensando diferente. Ahí me llevo lo que hago con mis manos, si le gusta o no a la gente es otro tema”, confiesa.

EL DATO
Los tatuajes que realiza Sayri cuestan desde 25 dólares.La adolescencia representó una época dura, en la que atravesó varios problemas con su papá, quien no apoyaba la idea de que se dedique al arte. “Pensaba que un artista solo estaba para tomar, que todo era bohemia”, menciona.

Sayri tuvo que arreglarse para vivir solo en Quito por dos años antes de emprender su viaje. “Nunca dejé de dibujar, cuando me contaban una historia trataba de dibujarla enseguida, sí he tenido problemas pero los he resuelto pintando, me salí con la mía no le hice caso a mi papá y me fui por el camino que yo creía”, aduce.

En aquel tiempo, pudo sobrevivir vendiendo unos pequeños cuadros que pintaba, haciendo collares y aretes. Pero al cumplir 19 años, viajó, solo con una mochila, a Europa.

Cuestión espiritual
° Sayri ha tenido varias experiencias dentro de la comunidad. En una ocasión, una persona le increpó sobre su estilo de vida y le preguntó que si tanto viaja, porqué no tiene dinero. “Le pregunté que si el cree que la plata lo hace todo; me respondió que sí. Entonces le di un papel y un lápiz. ‘Dices que tienes todo con el dinero, entonces dibújame ese Carihuayrazo’, le dije. Y no lo pudo hacer”, cuenta entre risas.

El tatuaje
° Un día partió a EE.UU. para realizar una exposición, luego de esto se embarcó en una gira que lo llevó a varios estados, para finalmente quedarse por nueve años e incursionar en el tatuaje. “Este arte es más histórico, arraigado y humano; la sociedad te ha enseñado que alguien que los tenga está en bandas, pero en realidad es más auténtico. Los tatuajes están desde el inicio de la humanidad, porque quería identificarse con algo en su cuerpo, son cosas espirituales de nosotros”, afirma.

Una de las exposiciones que más recuerda es la que realizó en una galería en el centro de Washington; presentó 16 cuadros; apenas se incició el montaje, vendió cuatro, y al final de la muestra 14.

Más allá de los diplomas
° A Sayri Tupac Lligalo no le enorgullecen los reconocimientos o premios. “No sé dónde estarán, los he tenido, pero eso no me hace artista, para eso hay que vivir en la tierra, pensando diferente. Ahí me llevo lo que hago con mis manos, si le gusta o no a la gente es otro tema”, confiesa.

EL DATO
Los tatuajes que realiza Sayri cuestan desde 25 dólares.La adolescencia representó una época dura, en la que atravesó varios problemas con su papá, quien no apoyaba la idea de que se dedique al arte. “Pensaba que un artista solo estaba para tomar, que todo era bohemia”, menciona.

Sayri tuvo que arreglarse para vivir solo en Quito por dos años antes de emprender su viaje. “Nunca dejé de dibujar, cuando me contaban una historia trataba de dibujarla enseguida, sí he tenido problemas pero los he resuelto pintando, me salí con la mía no le hice caso a mi papá y me fui por el camino que yo creía”, aduce.

En aquel tiempo, pudo sobrevivir vendiendo unos pequeños cuadros que pintaba, haciendo collares y aretes. Pero al cumplir 19 años, viajó, solo con una mochila, a Europa.

Cuestión espiritual
° Sayri ha tenido varias experiencias dentro de la comunidad. En una ocasión, una persona le increpó sobre su estilo de vida y le preguntó que si tanto viaja, porqué no tiene dinero. “Le pregunté que si el cree que la plata lo hace todo; me respondió que sí. Entonces le di un papel y un lápiz. ‘Dices que tienes todo con el dinero, entonces dibújame ese Carihuayrazo’, le dije. Y no lo pudo hacer”, cuenta entre risas.

El tatuaje
° Un día partió a EE.UU. para realizar una exposición, luego de esto se embarcó en una gira que lo llevó a varios estados, para finalmente quedarse por nueve años e incursionar en el tatuaje. “Este arte es más histórico, arraigado y humano; la sociedad te ha enseñado que alguien que los tenga está en bandas, pero en realidad es más auténtico. Los tatuajes están desde el inicio de la humanidad, porque quería identificarse con algo en su cuerpo, son cosas espirituales de nosotros”, afirma.

Una de las exposiciones que más recuerda es la que realizó en una galería en el centro de Washington; presentó 16 cuadros; apenas se incició el montaje, vendió cuatro, y al final de la muestra 14.

Más allá de los diplomas
° A Sayri Tupac Lligalo no le enorgullecen los reconocimientos o premios. “No sé dónde estarán, los he tenido, pero eso no me hace artista, para eso hay que vivir en la tierra, pensando diferente. Ahí me llevo lo que hago con mis manos, si le gusta o no a la gente es otro tema”, confiesa.

EL DATO
Los tatuajes que realiza Sayri cuestan desde 25 dólares.La adolescencia representó una época dura, en la que atravesó varios problemas con su papá, quien no apoyaba la idea de que se dedique al arte. “Pensaba que un artista solo estaba para tomar, que todo era bohemia”, menciona.

Sayri tuvo que arreglarse para vivir solo en Quito por dos años antes de emprender su viaje. “Nunca dejé de dibujar, cuando me contaban una historia trataba de dibujarla enseguida, sí he tenido problemas pero los he resuelto pintando, me salí con la mía no le hice caso a mi papá y me fui por el camino que yo creía”, aduce.

En aquel tiempo, pudo sobrevivir vendiendo unos pequeños cuadros que pintaba, haciendo collares y aretes. Pero al cumplir 19 años, viajó, solo con una mochila, a Europa.

Cuestión espiritual
° Sayri ha tenido varias experiencias dentro de la comunidad. En una ocasión, una persona le increpó sobre su estilo de vida y le preguntó que si tanto viaja, porqué no tiene dinero. “Le pregunté que si el cree que la plata lo hace todo; me respondió que sí. Entonces le di un papel y un lápiz. ‘Dices que tienes todo con el dinero, entonces dibújame ese Carihuayrazo’, le dije. Y no lo pudo hacer”, cuenta entre risas.

El tatuaje
° Un día partió a EE.UU. para realizar una exposición, luego de esto se embarcó en una gira que lo llevó a varios estados, para finalmente quedarse por nueve años e incursionar en el tatuaje. “Este arte es más histórico, arraigado y humano; la sociedad te ha enseñado que alguien que los tenga está en bandas, pero en realidad es más auténtico. Los tatuajes están desde el inicio de la humanidad, porque quería identificarse con algo en su cuerpo, son cosas espirituales de nosotros”, afirma.

Una de las exposiciones que más recuerda es la que realizó en una galería en el centro de Washington; presentó 16 cuadros; apenas se incició el montaje, vendió cuatro, y al final de la muestra 14.

Más allá de los diplomas
° A Sayri Tupac Lligalo no le enorgullecen los reconocimientos o premios. “No sé dónde estarán, los he tenido, pero eso no me hace artista, para eso hay que vivir en la tierra, pensando diferente. Ahí me llevo lo que hago con mis manos, si le gusta o no a la gente es otro tema”, confiesa.

EL DATO
Los tatuajes que realiza Sayri cuestan desde 25 dólares.La adolescencia representó una época dura, en la que atravesó varios problemas con su papá, quien no apoyaba la idea de que se dedique al arte. “Pensaba que un artista solo estaba para tomar, que todo era bohemia”, menciona.

Sayri tuvo que arreglarse para vivir solo en Quito por dos años antes de emprender su viaje. “Nunca dejé de dibujar, cuando me contaban una historia trataba de dibujarla enseguida, sí he tenido problemas pero los he resuelto pintando, me salí con la mía no le hice caso a mi papá y me fui por el camino que yo creía”, aduce.

En aquel tiempo, pudo sobrevivir vendiendo unos pequeños cuadros que pintaba, haciendo collares y aretes. Pero al cumplir 19 años, viajó, solo con una mochila, a Europa.

Cuestión espiritual
° Sayri ha tenido varias experiencias dentro de la comunidad. En una ocasión, una persona le increpó sobre su estilo de vida y le preguntó que si tanto viaja, porqué no tiene dinero. “Le pregunté que si el cree que la plata lo hace todo; me respondió que sí. Entonces le di un papel y un lápiz. ‘Dices que tienes todo con el dinero, entonces dibújame ese Carihuayrazo’, le dije. Y no lo pudo hacer”, cuenta entre risas.

El tatuaje
° Un día partió a EE.UU. para realizar una exposición, luego de esto se embarcó en una gira que lo llevó a varios estados, para finalmente quedarse por nueve años e incursionar en el tatuaje. “Este arte es más histórico, arraigado y humano; la sociedad te ha enseñado que alguien que los tenga está en bandas, pero en realidad es más auténtico. Los tatuajes están desde el inicio de la humanidad, porque quería identificarse con algo en su cuerpo, son cosas espirituales de nosotros”, afirma.

Una de las exposiciones que más recuerda es la que realizó en una galería en el centro de Washington; presentó 16 cuadros; apenas se incició el montaje, vendió cuatro, y al final de la muestra 14.

Una forma de expresar
°
Por varios años, Sayri Tupac recorrió Europa, donde vivió de la música, la pintura y las artesanías. En este viaje realizó varias exposiciones en Francia y Alemania. “Siempre he vivido de mi arte”

Kichwa Art es cómo denomina al estilo de sus pinturas, la idea de esto era plasmar las visiones e historias de sus abuelos. “Yo soy un kichwa, la cuestión de mi estilo es porque en cualquiera de mis cuadros se encuentra los siete colores del arcoíris, juego también entre el negro y el blanco buscando el dualismo”, dice.

Agrega que su técnica es fruto de lo que ha mirado y vivido a través de su viajes. “Yo escribí un libro sobre todas mis experiencias, se llama ‘Las enseñanzas de mi abuelo el cóndor’. Mis sueño siempre ha sido conocer mucha gente y pintar todo lo que he podido vivir”, confiesa.

Una forma de expresar
°
Por varios años, Sayri Tupac recorrió Europa, donde vivió de la música, la pintura y las artesanías. En este viaje realizó varias exposiciones en Francia y Alemania. “Siempre he vivido de mi arte”

Kichwa Art es cómo denomina al estilo de sus pinturas, la idea de esto era plasmar las visiones e historias de sus abuelos. “Yo soy un kichwa, la cuestión de mi estilo es porque en cualquiera de mis cuadros se encuentra los siete colores del arcoíris, juego también entre el negro y el blanco buscando el dualismo”, dice.

Agrega que su técnica es fruto de lo que ha mirado y vivido a través de su viajes. “Yo escribí un libro sobre todas mis experiencias, se llama ‘Las enseñanzas de mi abuelo el cóndor’. Mis sueño siempre ha sido conocer mucha gente y pintar todo lo que he podido vivir”, confiesa.

Una forma de expresar
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Por varios años, Sayri Tupac recorrió Europa, donde vivió de la música, la pintura y las artesanías. En este viaje realizó varias exposiciones en Francia y Alemania. “Siempre he vivido de mi arte”

Kichwa Art es cómo denomina al estilo de sus pinturas, la idea de esto era plasmar las visiones e historias de sus abuelos. “Yo soy un kichwa, la cuestión de mi estilo es porque en cualquiera de mis cuadros se encuentra los siete colores del arcoíris, juego también entre el negro y el blanco buscando el dualismo”, dice.

Agrega que su técnica es fruto de lo que ha mirado y vivido a través de su viajes. “Yo escribí un libro sobre todas mis experiencias, se llama ‘Las enseñanzas de mi abuelo el cóndor’. Mis sueño siempre ha sido conocer mucha gente y pintar todo lo que he podido vivir”, confiesa.

Una forma de expresar
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Por varios años, Sayri Tupac recorrió Europa, donde vivió de la música, la pintura y las artesanías. En este viaje realizó varias exposiciones en Francia y Alemania. “Siempre he vivido de mi arte”

Kichwa Art es cómo denomina al estilo de sus pinturas, la idea de esto era plasmar las visiones e historias de sus abuelos. “Yo soy un kichwa, la cuestión de mi estilo es porque en cualquiera de mis cuadros se encuentra los siete colores del arcoíris, juego también entre el negro y el blanco buscando el dualismo”, dice.

Agrega que su técnica es fruto de lo que ha mirado y vivido a través de su viajes. “Yo escribí un libro sobre todas mis experiencias, se llama ‘Las enseñanzas de mi abuelo el cóndor’. Mis sueño siempre ha sido conocer mucha gente y pintar todo lo que he podido vivir”, confiesa.