30 años

Freddy Rodríguez García

Hace exactamente 30 años, el mundo, entre incrédulo y anonadado, asistía a uno de los eventos históricos que marcarían para siempre la historia de la humanidad. Veintiocho años, dos meses y veintisiete días antes, aquella mañana de agosto de 1961, el mundo había despertado, esta vez aterrorizado y confundido, con la noticia que en Berlín las autoridades de la República Democrática Alemana, con el respaldo (léase orden) de la Unión Soviética, estaban construyendo un muro para rodear a Berlín Occidental, y así evitar que los habitantes de Berlín Oriental sean “influenciados” por la decadente sociedad capitalista, y escapen del “paraíso socialista” que, a sangre y fuego y desde la revolución bolchevique de 1917, esperaba el nacimiento del hombre nuevo y de la sociedad igualitaria y sin clases. La permanencia del muro de Berlín durante todo ese lapso, fue una afrenta para la humanidad, y familias enteras de alemanes fueron separadas algunas para siempre, y otras durante muchos años, por la intolerancia y la maledicencia de un puñado de dirigentes de los partidos comunistas y socialistas que gobernaron los países de la Europa Oriental, detrás de “la cortina de hierro”, bajo la égida y el férreo control de la “Santa Madre Rusia”. Es célebre la fotografía del soldado alemán oriental quien, fusil en mano, salta las alambradas y se pasa al lado occidental, antes de quedar atrapado por el muro de hierro y cemento, con una suerte distinta a la de cientos de sus compatriotas que, buscando la libertad, trataron de escapar del régimen autoritario, sombrío y sin esperanzas que los agobiaba. Lo curioso fue que la caída del muro, aquel 9 de noviembre de 1989, fue pacífica, obligada sí por las multitudinarias manifestaciones de millones de habitantes de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Bulgaria, la propia Alemania, que pugnaban por la democratización de sus países. Por ventura, en la Unión Soviética gobernaba Gorbachov, que entendió el momento histórico, y se abstuvo de intervenir militarmente para evitar la debacle del sistema. Muchos países ya no existen tal como los conocimos hasta aquel año, y el mundo cambió radicalmente hace exactamente 30 años.

Freddy Rodríguez García

Hace exactamente 30 años, el mundo, entre incrédulo y anonadado, asistía a uno de los eventos históricos que marcarían para siempre la historia de la humanidad. Veintiocho años, dos meses y veintisiete días antes, aquella mañana de agosto de 1961, el mundo había despertado, esta vez aterrorizado y confundido, con la noticia que en Berlín las autoridades de la República Democrática Alemana, con el respaldo (léase orden) de la Unión Soviética, estaban construyendo un muro para rodear a Berlín Occidental, y así evitar que los habitantes de Berlín Oriental sean “influenciados” por la decadente sociedad capitalista, y escapen del “paraíso socialista” que, a sangre y fuego y desde la revolución bolchevique de 1917, esperaba el nacimiento del hombre nuevo y de la sociedad igualitaria y sin clases. La permanencia del muro de Berlín durante todo ese lapso, fue una afrenta para la humanidad, y familias enteras de alemanes fueron separadas algunas para siempre, y otras durante muchos años, por la intolerancia y la maledicencia de un puñado de dirigentes de los partidos comunistas y socialistas que gobernaron los países de la Europa Oriental, detrás de “la cortina de hierro”, bajo la égida y el férreo control de la “Santa Madre Rusia”. Es célebre la fotografía del soldado alemán oriental quien, fusil en mano, salta las alambradas y se pasa al lado occidental, antes de quedar atrapado por el muro de hierro y cemento, con una suerte distinta a la de cientos de sus compatriotas que, buscando la libertad, trataron de escapar del régimen autoritario, sombrío y sin esperanzas que los agobiaba. Lo curioso fue que la caída del muro, aquel 9 de noviembre de 1989, fue pacífica, obligada sí por las multitudinarias manifestaciones de millones de habitantes de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Bulgaria, la propia Alemania, que pugnaban por la democratización de sus países. Por ventura, en la Unión Soviética gobernaba Gorbachov, que entendió el momento histórico, y se abstuvo de intervenir militarmente para evitar la debacle del sistema. Muchos países ya no existen tal como los conocimos hasta aquel año, y el mundo cambió radicalmente hace exactamente 30 años.

Freddy Rodríguez García

Hace exactamente 30 años, el mundo, entre incrédulo y anonadado, asistía a uno de los eventos históricos que marcarían para siempre la historia de la humanidad. Veintiocho años, dos meses y veintisiete días antes, aquella mañana de agosto de 1961, el mundo había despertado, esta vez aterrorizado y confundido, con la noticia que en Berlín las autoridades de la República Democrática Alemana, con el respaldo (léase orden) de la Unión Soviética, estaban construyendo un muro para rodear a Berlín Occidental, y así evitar que los habitantes de Berlín Oriental sean “influenciados” por la decadente sociedad capitalista, y escapen del “paraíso socialista” que, a sangre y fuego y desde la revolución bolchevique de 1917, esperaba el nacimiento del hombre nuevo y de la sociedad igualitaria y sin clases. La permanencia del muro de Berlín durante todo ese lapso, fue una afrenta para la humanidad, y familias enteras de alemanes fueron separadas algunas para siempre, y otras durante muchos años, por la intolerancia y la maledicencia de un puñado de dirigentes de los partidos comunistas y socialistas que gobernaron los países de la Europa Oriental, detrás de “la cortina de hierro”, bajo la égida y el férreo control de la “Santa Madre Rusia”. Es célebre la fotografía del soldado alemán oriental quien, fusil en mano, salta las alambradas y se pasa al lado occidental, antes de quedar atrapado por el muro de hierro y cemento, con una suerte distinta a la de cientos de sus compatriotas que, buscando la libertad, trataron de escapar del régimen autoritario, sombrío y sin esperanzas que los agobiaba. Lo curioso fue que la caída del muro, aquel 9 de noviembre de 1989, fue pacífica, obligada sí por las multitudinarias manifestaciones de millones de habitantes de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Bulgaria, la propia Alemania, que pugnaban por la democratización de sus países. Por ventura, en la Unión Soviética gobernaba Gorbachov, que entendió el momento histórico, y se abstuvo de intervenir militarmente para evitar la debacle del sistema. Muchos países ya no existen tal como los conocimos hasta aquel año, y el mundo cambió radicalmente hace exactamente 30 años.

Freddy Rodríguez García

Hace exactamente 30 años, el mundo, entre incrédulo y anonadado, asistía a uno de los eventos históricos que marcarían para siempre la historia de la humanidad. Veintiocho años, dos meses y veintisiete días antes, aquella mañana de agosto de 1961, el mundo había despertado, esta vez aterrorizado y confundido, con la noticia que en Berlín las autoridades de la República Democrática Alemana, con el respaldo (léase orden) de la Unión Soviética, estaban construyendo un muro para rodear a Berlín Occidental, y así evitar que los habitantes de Berlín Oriental sean “influenciados” por la decadente sociedad capitalista, y escapen del “paraíso socialista” que, a sangre y fuego y desde la revolución bolchevique de 1917, esperaba el nacimiento del hombre nuevo y de la sociedad igualitaria y sin clases. La permanencia del muro de Berlín durante todo ese lapso, fue una afrenta para la humanidad, y familias enteras de alemanes fueron separadas algunas para siempre, y otras durante muchos años, por la intolerancia y la maledicencia de un puñado de dirigentes de los partidos comunistas y socialistas que gobernaron los países de la Europa Oriental, detrás de “la cortina de hierro”, bajo la égida y el férreo control de la “Santa Madre Rusia”. Es célebre la fotografía del soldado alemán oriental quien, fusil en mano, salta las alambradas y se pasa al lado occidental, antes de quedar atrapado por el muro de hierro y cemento, con una suerte distinta a la de cientos de sus compatriotas que, buscando la libertad, trataron de escapar del régimen autoritario, sombrío y sin esperanzas que los agobiaba. Lo curioso fue que la caída del muro, aquel 9 de noviembre de 1989, fue pacífica, obligada sí por las multitudinarias manifestaciones de millones de habitantes de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Bulgaria, la propia Alemania, que pugnaban por la democratización de sus países. Por ventura, en la Unión Soviética gobernaba Gorbachov, que entendió el momento histórico, y se abstuvo de intervenir militarmente para evitar la debacle del sistema. Muchos países ya no existen tal como los conocimos hasta aquel año, y el mundo cambió radicalmente hace exactamente 30 años.