Evo en su laberinto

Freddy Rodríguez García

Hace casi catorce años, Evo Morales ganó limpiamente las elecciones en Bolivia, convirtiéndose en el primer indígena que accedía a la presidencia en aquel país. Muchos en el mundo entero (me incluyo), vimos con algún grado de simpatía que Morales asuma la presidencia de un país compuesto mayoritariamente por indígenas, ya que consideramos que era justo que en aquel país un Presidente atienda de manera prioritaria los acuciantes problemas de miseria, marginalidad y discriminación que habían sufrido los indígenas durante siglos y, además, se podía advertir que, gracias al apoyo mayoritario con el que contaba, Bolivia podía dejar atrás décadas de inestabilidad política.

Esos buenos augurios empezaron a desvanecerse, cuando Evo Morales acoge el libreto del “socialismo del siglo XXI”, y empieza la tarea de diseñar un marco constitucional y legal acorde a las necesidades del “proyecto”, concediéndole un poder casi omnímodo al Ejecutivo. Una vez que Morales agota todas las posibilidades de reelección, se embriaga de poder y, muy a la usanza de los “líderes revolucionarios”, se cree indispensable, convocando a un referéndum para que el pueblo boliviano lo autorice a optar por un nuevo período.

El soberano le dice NO, pero luego, con la ayuda de un Tribunal Constitucional sometido a los designios del Ejecutivo, se inventan una forzada interpretación jurídica del “derecho humano” de la persona para presentarse como candidato las veces que a bien tuviere, se pasan por el forro el pronunciamiento del pueblo, y concluyen que Evo Morales puede optar nuevamente para el cargo de Presidente de la República. Morales monta un proceso electoral absolutamente fraudulento, para tratar de ganar en primera vuelta, lo cual origina el levantamiento del pueblo que exige que se respete su voluntad. Presionado por el clima de inestabilidad, y sin el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía, Morales renuncia, se asila en México afirmado que fue víctima de un golpe de Estado; sus congéneres revolucionarios se rasgan las vestiduras, en “defensa de Evo y de la democracia”. ¿Hubo en verdad un golpe de Estado? Saque usted sus propias conclusiones.

Freddy Rodríguez García

Hace casi catorce años, Evo Morales ganó limpiamente las elecciones en Bolivia, convirtiéndose en el primer indígena que accedía a la presidencia en aquel país. Muchos en el mundo entero (me incluyo), vimos con algún grado de simpatía que Morales asuma la presidencia de un país compuesto mayoritariamente por indígenas, ya que consideramos que era justo que en aquel país un Presidente atienda de manera prioritaria los acuciantes problemas de miseria, marginalidad y discriminación que habían sufrido los indígenas durante siglos y, además, se podía advertir que, gracias al apoyo mayoritario con el que contaba, Bolivia podía dejar atrás décadas de inestabilidad política.

Esos buenos augurios empezaron a desvanecerse, cuando Evo Morales acoge el libreto del “socialismo del siglo XXI”, y empieza la tarea de diseñar un marco constitucional y legal acorde a las necesidades del “proyecto”, concediéndole un poder casi omnímodo al Ejecutivo. Una vez que Morales agota todas las posibilidades de reelección, se embriaga de poder y, muy a la usanza de los “líderes revolucionarios”, se cree indispensable, convocando a un referéndum para que el pueblo boliviano lo autorice a optar por un nuevo período.

El soberano le dice NO, pero luego, con la ayuda de un Tribunal Constitucional sometido a los designios del Ejecutivo, se inventan una forzada interpretación jurídica del “derecho humano” de la persona para presentarse como candidato las veces que a bien tuviere, se pasan por el forro el pronunciamiento del pueblo, y concluyen que Evo Morales puede optar nuevamente para el cargo de Presidente de la República. Morales monta un proceso electoral absolutamente fraudulento, para tratar de ganar en primera vuelta, lo cual origina el levantamiento del pueblo que exige que se respete su voluntad. Presionado por el clima de inestabilidad, y sin el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía, Morales renuncia, se asila en México afirmado que fue víctima de un golpe de Estado; sus congéneres revolucionarios se rasgan las vestiduras, en “defensa de Evo y de la democracia”. ¿Hubo en verdad un golpe de Estado? Saque usted sus propias conclusiones.

Freddy Rodríguez García

Hace casi catorce años, Evo Morales ganó limpiamente las elecciones en Bolivia, convirtiéndose en el primer indígena que accedía a la presidencia en aquel país. Muchos en el mundo entero (me incluyo), vimos con algún grado de simpatía que Morales asuma la presidencia de un país compuesto mayoritariamente por indígenas, ya que consideramos que era justo que en aquel país un Presidente atienda de manera prioritaria los acuciantes problemas de miseria, marginalidad y discriminación que habían sufrido los indígenas durante siglos y, además, se podía advertir que, gracias al apoyo mayoritario con el que contaba, Bolivia podía dejar atrás décadas de inestabilidad política.

Esos buenos augurios empezaron a desvanecerse, cuando Evo Morales acoge el libreto del “socialismo del siglo XXI”, y empieza la tarea de diseñar un marco constitucional y legal acorde a las necesidades del “proyecto”, concediéndole un poder casi omnímodo al Ejecutivo. Una vez que Morales agota todas las posibilidades de reelección, se embriaga de poder y, muy a la usanza de los “líderes revolucionarios”, se cree indispensable, convocando a un referéndum para que el pueblo boliviano lo autorice a optar por un nuevo período.

El soberano le dice NO, pero luego, con la ayuda de un Tribunal Constitucional sometido a los designios del Ejecutivo, se inventan una forzada interpretación jurídica del “derecho humano” de la persona para presentarse como candidato las veces que a bien tuviere, se pasan por el forro el pronunciamiento del pueblo, y concluyen que Evo Morales puede optar nuevamente para el cargo de Presidente de la República. Morales monta un proceso electoral absolutamente fraudulento, para tratar de ganar en primera vuelta, lo cual origina el levantamiento del pueblo que exige que se respete su voluntad. Presionado por el clima de inestabilidad, y sin el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía, Morales renuncia, se asila en México afirmado que fue víctima de un golpe de Estado; sus congéneres revolucionarios se rasgan las vestiduras, en “defensa de Evo y de la democracia”. ¿Hubo en verdad un golpe de Estado? Saque usted sus propias conclusiones.

Freddy Rodríguez García

Hace casi catorce años, Evo Morales ganó limpiamente las elecciones en Bolivia, convirtiéndose en el primer indígena que accedía a la presidencia en aquel país. Muchos en el mundo entero (me incluyo), vimos con algún grado de simpatía que Morales asuma la presidencia de un país compuesto mayoritariamente por indígenas, ya que consideramos que era justo que en aquel país un Presidente atienda de manera prioritaria los acuciantes problemas de miseria, marginalidad y discriminación que habían sufrido los indígenas durante siglos y, además, se podía advertir que, gracias al apoyo mayoritario con el que contaba, Bolivia podía dejar atrás décadas de inestabilidad política.

Esos buenos augurios empezaron a desvanecerse, cuando Evo Morales acoge el libreto del “socialismo del siglo XXI”, y empieza la tarea de diseñar un marco constitucional y legal acorde a las necesidades del “proyecto”, concediéndole un poder casi omnímodo al Ejecutivo. Una vez que Morales agota todas las posibilidades de reelección, se embriaga de poder y, muy a la usanza de los “líderes revolucionarios”, se cree indispensable, convocando a un referéndum para que el pueblo boliviano lo autorice a optar por un nuevo período.

El soberano le dice NO, pero luego, con la ayuda de un Tribunal Constitucional sometido a los designios del Ejecutivo, se inventan una forzada interpretación jurídica del “derecho humano” de la persona para presentarse como candidato las veces que a bien tuviere, se pasan por el forro el pronunciamiento del pueblo, y concluyen que Evo Morales puede optar nuevamente para el cargo de Presidente de la República. Morales monta un proceso electoral absolutamente fraudulento, para tratar de ganar en primera vuelta, lo cual origina el levantamiento del pueblo que exige que se respete su voluntad. Presionado por el clima de inestabilidad, y sin el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía, Morales renuncia, se asila en México afirmado que fue víctima de un golpe de Estado; sus congéneres revolucionarios se rasgan las vestiduras, en “defensa de Evo y de la democracia”. ¿Hubo en verdad un golpe de Estado? Saque usted sus propias conclusiones.