Muñoz Borrero

Freddy Rodríguez

Manuel Antonio Muñoz Borrero, fue un diplomático ecuatoriano nacido en Cuenca quien, desde 1935 a 1942, desempeñó las funciones de cónsul en Estocolmo, en los agitados años del auge del nazismo y del fascismo en Europa, que desembocarían en esa inmensa tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial. Muñoz Borrero, hombre cultísimo, humanista a carta cabal, entendió que, más allá del cumplimiento del deber y el respeto a la ley en el ejercicio de sus funciones, estaba su límpida conciencia, aquella no le permitía mirar para otro lado al descubrir las atrocidades que se cometían en Europa en contra del pueblo judío. Aprovechando la neutralidad de Suecia (que no lo fue tanto), con la ayuda de Israel Jacobson, un rabino que había escapado de Noruega luego de la ocupación nazi, montó un sistema de elaboración de pasaportes ecuatorianos que, no sin dificultades, los puso a disposición de familias de judíos quienes, portando esos documentos, lograron salvar sus vidas, y muchos de ellos escapar de la tiranía de Hitler o de una muerte casi segura en los terroríficos campos de concentración. El gobierno ecuatoriano, al enterarse de las actividades de Muñoz, lo destituye del cargo, y presiona a las autoridades suecas para que investiguen al diplomático. Confieso que estos hechos me eran totalmente desconocidos, hasta que llegó a mis manos la extraordinaria novela ‘Ahora que cae la niebla’, escrita por Oscar Vela, quiteño de ascendencia ambateña, quien, con las licencias que necesariamente se toman los novelistas, nos sumerge en un relato fantástico, y viajamos alucinados por las aventuras y desventuras de Muñoz Borrero, ese extraordinario ecuatoriano, cuyas acciones (pese a que él se empecinó por años en mantenerlas en secreto) le valieron el reconocimiento del pueblo de Israel como “Justo entre las Naciones”; el relato se mezcla con otros hechos históricos, como la captura y el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann. El autor, que es un personaje de su propia novela, salta del presente al pasado, con una fluidez digna de los relatos del inmenso Vargas Llosa. La vida de Muñoz Borrero, nos devuelve la fe en la humanidad. Gracias Oscar.

Freddy Rodríguez

Manuel Antonio Muñoz Borrero, fue un diplomático ecuatoriano nacido en Cuenca quien, desde 1935 a 1942, desempeñó las funciones de cónsul en Estocolmo, en los agitados años del auge del nazismo y del fascismo en Europa, que desembocarían en esa inmensa tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial. Muñoz Borrero, hombre cultísimo, humanista a carta cabal, entendió que, más allá del cumplimiento del deber y el respeto a la ley en el ejercicio de sus funciones, estaba su límpida conciencia, aquella no le permitía mirar para otro lado al descubrir las atrocidades que se cometían en Europa en contra del pueblo judío. Aprovechando la neutralidad de Suecia (que no lo fue tanto), con la ayuda de Israel Jacobson, un rabino que había escapado de Noruega luego de la ocupación nazi, montó un sistema de elaboración de pasaportes ecuatorianos que, no sin dificultades, los puso a disposición de familias de judíos quienes, portando esos documentos, lograron salvar sus vidas, y muchos de ellos escapar de la tiranía de Hitler o de una muerte casi segura en los terroríficos campos de concentración. El gobierno ecuatoriano, al enterarse de las actividades de Muñoz, lo destituye del cargo, y presiona a las autoridades suecas para que investiguen al diplomático. Confieso que estos hechos me eran totalmente desconocidos, hasta que llegó a mis manos la extraordinaria novela ‘Ahora que cae la niebla’, escrita por Oscar Vela, quiteño de ascendencia ambateña, quien, con las licencias que necesariamente se toman los novelistas, nos sumerge en un relato fantástico, y viajamos alucinados por las aventuras y desventuras de Muñoz Borrero, ese extraordinario ecuatoriano, cuyas acciones (pese a que él se empecinó por años en mantenerlas en secreto) le valieron el reconocimiento del pueblo de Israel como “Justo entre las Naciones”; el relato se mezcla con otros hechos históricos, como la captura y el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann. El autor, que es un personaje de su propia novela, salta del presente al pasado, con una fluidez digna de los relatos del inmenso Vargas Llosa. La vida de Muñoz Borrero, nos devuelve la fe en la humanidad. Gracias Oscar.

Freddy Rodríguez

Manuel Antonio Muñoz Borrero, fue un diplomático ecuatoriano nacido en Cuenca quien, desde 1935 a 1942, desempeñó las funciones de cónsul en Estocolmo, en los agitados años del auge del nazismo y del fascismo en Europa, que desembocarían en esa inmensa tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial. Muñoz Borrero, hombre cultísimo, humanista a carta cabal, entendió que, más allá del cumplimiento del deber y el respeto a la ley en el ejercicio de sus funciones, estaba su límpida conciencia, aquella no le permitía mirar para otro lado al descubrir las atrocidades que se cometían en Europa en contra del pueblo judío. Aprovechando la neutralidad de Suecia (que no lo fue tanto), con la ayuda de Israel Jacobson, un rabino que había escapado de Noruega luego de la ocupación nazi, montó un sistema de elaboración de pasaportes ecuatorianos que, no sin dificultades, los puso a disposición de familias de judíos quienes, portando esos documentos, lograron salvar sus vidas, y muchos de ellos escapar de la tiranía de Hitler o de una muerte casi segura en los terroríficos campos de concentración. El gobierno ecuatoriano, al enterarse de las actividades de Muñoz, lo destituye del cargo, y presiona a las autoridades suecas para que investiguen al diplomático. Confieso que estos hechos me eran totalmente desconocidos, hasta que llegó a mis manos la extraordinaria novela ‘Ahora que cae la niebla’, escrita por Oscar Vela, quiteño de ascendencia ambateña, quien, con las licencias que necesariamente se toman los novelistas, nos sumerge en un relato fantástico, y viajamos alucinados por las aventuras y desventuras de Muñoz Borrero, ese extraordinario ecuatoriano, cuyas acciones (pese a que él se empecinó por años en mantenerlas en secreto) le valieron el reconocimiento del pueblo de Israel como “Justo entre las Naciones”; el relato se mezcla con otros hechos históricos, como la captura y el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann. El autor, que es un personaje de su propia novela, salta del presente al pasado, con una fluidez digna de los relatos del inmenso Vargas Llosa. La vida de Muñoz Borrero, nos devuelve la fe en la humanidad. Gracias Oscar.

Freddy Rodríguez

Manuel Antonio Muñoz Borrero, fue un diplomático ecuatoriano nacido en Cuenca quien, desde 1935 a 1942, desempeñó las funciones de cónsul en Estocolmo, en los agitados años del auge del nazismo y del fascismo en Europa, que desembocarían en esa inmensa tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial. Muñoz Borrero, hombre cultísimo, humanista a carta cabal, entendió que, más allá del cumplimiento del deber y el respeto a la ley en el ejercicio de sus funciones, estaba su límpida conciencia, aquella no le permitía mirar para otro lado al descubrir las atrocidades que se cometían en Europa en contra del pueblo judío. Aprovechando la neutralidad de Suecia (que no lo fue tanto), con la ayuda de Israel Jacobson, un rabino que había escapado de Noruega luego de la ocupación nazi, montó un sistema de elaboración de pasaportes ecuatorianos que, no sin dificultades, los puso a disposición de familias de judíos quienes, portando esos documentos, lograron salvar sus vidas, y muchos de ellos escapar de la tiranía de Hitler o de una muerte casi segura en los terroríficos campos de concentración. El gobierno ecuatoriano, al enterarse de las actividades de Muñoz, lo destituye del cargo, y presiona a las autoridades suecas para que investiguen al diplomático. Confieso que estos hechos me eran totalmente desconocidos, hasta que llegó a mis manos la extraordinaria novela ‘Ahora que cae la niebla’, escrita por Oscar Vela, quiteño de ascendencia ambateña, quien, con las licencias que necesariamente se toman los novelistas, nos sumerge en un relato fantástico, y viajamos alucinados por las aventuras y desventuras de Muñoz Borrero, ese extraordinario ecuatoriano, cuyas acciones (pese a que él se empecinó por años en mantenerlas en secreto) le valieron el reconocimiento del pueblo de Israel como “Justo entre las Naciones”; el relato se mezcla con otros hechos históricos, como la captura y el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann. El autor, que es un personaje de su propia novela, salta del presente al pasado, con una fluidez digna de los relatos del inmenso Vargas Llosa. La vida de Muñoz Borrero, nos devuelve la fe en la humanidad. Gracias Oscar.