¿Hasta cuándo tanta infamia?

Parece que hay que esperar que la justicia norteamericana actúe, para que nos enteremos de que ante nuestras narices se estuvieron robando el dinero público de todos los ecuatorianos todos.

Otra vez vuelve el sector petrolero a estar en la mirilla. Esta vez por sobornos y lavado de activos. En efecto, un exfuncionario de Petroecuador se declaró culpable de los cargos imputados por el delito de lavado de activos en Miami.

Ante estos hechos son más las voces que reclaman reformas institucionales que prevengan la corrupción y permitan castigarla rápida y ejemplarmente, cuando se detecte, para disuadir a futuros aventureros. Desafortunadamente, la realidad es terca. Causa pavor que proyectos de leyes anticorrupción duermen el “sueño de los justos” quién sabe en cuál comisión de la Asamblea Nacional.

¿Por qué no se abordan de una vez? Cualquier ciudadano medianamente enterado podría llegar a conjeturar que falta voluntad política por la complicidad de los políticos con la pervivencia de la corrupción. Su caldo de cultivo son también la desigualdad, la exclusión y la desestructuración social. La propia corrupción refuerza, a su vez, la desigualdad, al otorgar ventajas a quienes ya parten de una posición de privilegio relativo.

La corrupción endémica que aflora un día tras otro es una auténtica cárcel, que mantiene atrapado al país. Casos como el de Miami, Odebrecht, Petroecuador, los que se destaparon tiempo atrás en Panamá o los que ahora mismo se ventilan en nuestras cortes abonan la desconfianza de nuestros conciudadanos en la eficacia de nuestro Sistema Judicial. ¿Hasta cuándo, como sociedad, resistiremos tanta infamia?

«La crítica es la fuerza del impotente”.

Alphonse de Lamartine
Historiador, político y poeta francés (1790-1869)

«Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar”.

William Penn
Religioso británico (1644-1718)

Parece que hay que esperar que la justicia norteamericana actúe, para que nos enteremos de que ante nuestras narices se estuvieron robando el dinero público de todos los ecuatorianos todos.

Otra vez vuelve el sector petrolero a estar en la mirilla. Esta vez por sobornos y lavado de activos. En efecto, un exfuncionario de Petroecuador se declaró culpable de los cargos imputados por el delito de lavado de activos en Miami.

Ante estos hechos son más las voces que reclaman reformas institucionales que prevengan la corrupción y permitan castigarla rápida y ejemplarmente, cuando se detecte, para disuadir a futuros aventureros. Desafortunadamente, la realidad es terca. Causa pavor que proyectos de leyes anticorrupción duermen el “sueño de los justos” quién sabe en cuál comisión de la Asamblea Nacional.

¿Por qué no se abordan de una vez? Cualquier ciudadano medianamente enterado podría llegar a conjeturar que falta voluntad política por la complicidad de los políticos con la pervivencia de la corrupción. Su caldo de cultivo son también la desigualdad, la exclusión y la desestructuración social. La propia corrupción refuerza, a su vez, la desigualdad, al otorgar ventajas a quienes ya parten de una posición de privilegio relativo.

La corrupción endémica que aflora un día tras otro es una auténtica cárcel, que mantiene atrapado al país. Casos como el de Miami, Odebrecht, Petroecuador, los que se destaparon tiempo atrás en Panamá o los que ahora mismo se ventilan en nuestras cortes abonan la desconfianza de nuestros conciudadanos en la eficacia de nuestro Sistema Judicial. ¿Hasta cuándo, como sociedad, resistiremos tanta infamia?

«La crítica es la fuerza del impotente”.

Alphonse de Lamartine
Historiador, político y poeta francés (1790-1869)

«Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar”.

William Penn
Religioso británico (1644-1718)

Parece que hay que esperar que la justicia norteamericana actúe, para que nos enteremos de que ante nuestras narices se estuvieron robando el dinero público de todos los ecuatorianos todos.

Otra vez vuelve el sector petrolero a estar en la mirilla. Esta vez por sobornos y lavado de activos. En efecto, un exfuncionario de Petroecuador se declaró culpable de los cargos imputados por el delito de lavado de activos en Miami.

Ante estos hechos son más las voces que reclaman reformas institucionales que prevengan la corrupción y permitan castigarla rápida y ejemplarmente, cuando se detecte, para disuadir a futuros aventureros. Desafortunadamente, la realidad es terca. Causa pavor que proyectos de leyes anticorrupción duermen el “sueño de los justos” quién sabe en cuál comisión de la Asamblea Nacional.

¿Por qué no se abordan de una vez? Cualquier ciudadano medianamente enterado podría llegar a conjeturar que falta voluntad política por la complicidad de los políticos con la pervivencia de la corrupción. Su caldo de cultivo son también la desigualdad, la exclusión y la desestructuración social. La propia corrupción refuerza, a su vez, la desigualdad, al otorgar ventajas a quienes ya parten de una posición de privilegio relativo.

La corrupción endémica que aflora un día tras otro es una auténtica cárcel, que mantiene atrapado al país. Casos como el de Miami, Odebrecht, Petroecuador, los que se destaparon tiempo atrás en Panamá o los que ahora mismo se ventilan en nuestras cortes abonan la desconfianza de nuestros conciudadanos en la eficacia de nuestro Sistema Judicial. ¿Hasta cuándo, como sociedad, resistiremos tanta infamia?

«La crítica es la fuerza del impotente”.

Alphonse de Lamartine
Historiador, político y poeta francés (1790-1869)

«Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar”.

William Penn
Religioso británico (1644-1718)

Parece que hay que esperar que la justicia norteamericana actúe, para que nos enteremos de que ante nuestras narices se estuvieron robando el dinero público de todos los ecuatorianos todos.

Otra vez vuelve el sector petrolero a estar en la mirilla. Esta vez por sobornos y lavado de activos. En efecto, un exfuncionario de Petroecuador se declaró culpable de los cargos imputados por el delito de lavado de activos en Miami.

Ante estos hechos son más las voces que reclaman reformas institucionales que prevengan la corrupción y permitan castigarla rápida y ejemplarmente, cuando se detecte, para disuadir a futuros aventureros. Desafortunadamente, la realidad es terca. Causa pavor que proyectos de leyes anticorrupción duermen el “sueño de los justos” quién sabe en cuál comisión de la Asamblea Nacional.

¿Por qué no se abordan de una vez? Cualquier ciudadano medianamente enterado podría llegar a conjeturar que falta voluntad política por la complicidad de los políticos con la pervivencia de la corrupción. Su caldo de cultivo son también la desigualdad, la exclusión y la desestructuración social. La propia corrupción refuerza, a su vez, la desigualdad, al otorgar ventajas a quienes ya parten de una posición de privilegio relativo.

La corrupción endémica que aflora un día tras otro es una auténtica cárcel, que mantiene atrapado al país. Casos como el de Miami, Odebrecht, Petroecuador, los que se destaparon tiempo atrás en Panamá o los que ahora mismo se ventilan en nuestras cortes abonan la desconfianza de nuestros conciudadanos en la eficacia de nuestro Sistema Judicial. ¿Hasta cuándo, como sociedad, resistiremos tanta infamia?

«La crítica es la fuerza del impotente”.

Alphonse de Lamartine
Historiador, político y poeta francés (1790-1869)

«Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar”.

William Penn
Religioso británico (1644-1718)