Los pueblos de Bolivia luchan contra el fascismo

Remo Cornejo Luque

El golpe de Estado impulsado por la derecha, la policía y los militares bolivianos, que cuenta con el apoyo del imperialismo, la OEA y los gobiernos reaccionarios del continente es rechazado por el pueblo de ese país, de la región y el mundo.

Al cabo de varios años de gestión, el gobierno de Evo Morales y su movimiento MAS cosecharon la crítica y el reclamo de parte de amplios sectores de la población, que vieron cómo ejecutaba una política contraria a sus discursos «izquierdistas» y «antiimperialistas», al tiempo que aplicaba una política de división en el movimiento popular.

El descontento con el gobierno de Morales se fue acumulando en «sectores populares y la clase media urbana. El autoritarismo es una característica de los gobiernos autodenominados como “progresistas”, quienes tuvieron como principales enemigos a los sectores populares organizados y a las organizaciones se izquierda.

El ambiente de descontento social se expresó desde hace tiempo, evidenciándose claramente cuando perdió el referéndum convocado para reformar la Constitución y poder presentarse para una nueva reelección; se manifestó claramente en la votación de las elecciones de octubre pasado, que no le dieron el triunfo en una sola vuelta y le obligaba ir a un balotaje, pero optó por el fraude precipitando los acontecimientos que el mundo conoce.

En las iniciales protestas contra el fraude electoral hay que diferenciar dos vertientes: los sectores populares que lo hacían desde posiciones progresistas y democráticas y los sectores movilizados por la derecha más reaccionaria de Bolivia. El gobierno de Áñez, el ejército y el imperialismo ejercen una fuerte represión que ha costado la vida de más de 34 personas.

La voluntad de lucha de los pueblos bolivianos recoge la experiencia y las enseñanzas de las luchas en las décadas pasadas, eso hace ver que la correlación de fuerzas y la relación entre estas se vuelve cada vez más compleja por lo que en la actualidad no hay claridad de cuál sería la resolución definitiva a la crisis política. (O)

[email protected]

Remo Cornejo Luque

El golpe de Estado impulsado por la derecha, la policía y los militares bolivianos, que cuenta con el apoyo del imperialismo, la OEA y los gobiernos reaccionarios del continente es rechazado por el pueblo de ese país, de la región y el mundo.

Al cabo de varios años de gestión, el gobierno de Evo Morales y su movimiento MAS cosecharon la crítica y el reclamo de parte de amplios sectores de la población, que vieron cómo ejecutaba una política contraria a sus discursos «izquierdistas» y «antiimperialistas», al tiempo que aplicaba una política de división en el movimiento popular.

El descontento con el gobierno de Morales se fue acumulando en «sectores populares y la clase media urbana. El autoritarismo es una característica de los gobiernos autodenominados como “progresistas”, quienes tuvieron como principales enemigos a los sectores populares organizados y a las organizaciones se izquierda.

El ambiente de descontento social se expresó desde hace tiempo, evidenciándose claramente cuando perdió el referéndum convocado para reformar la Constitución y poder presentarse para una nueva reelección; se manifestó claramente en la votación de las elecciones de octubre pasado, que no le dieron el triunfo en una sola vuelta y le obligaba ir a un balotaje, pero optó por el fraude precipitando los acontecimientos que el mundo conoce.

En las iniciales protestas contra el fraude electoral hay que diferenciar dos vertientes: los sectores populares que lo hacían desde posiciones progresistas y democráticas y los sectores movilizados por la derecha más reaccionaria de Bolivia. El gobierno de Áñez, el ejército y el imperialismo ejercen una fuerte represión que ha costado la vida de más de 34 personas.

La voluntad de lucha de los pueblos bolivianos recoge la experiencia y las enseñanzas de las luchas en las décadas pasadas, eso hace ver que la correlación de fuerzas y la relación entre estas se vuelve cada vez más compleja por lo que en la actualidad no hay claridad de cuál sería la resolución definitiva a la crisis política. (O)

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El golpe de Estado impulsado por la derecha, la policía y los militares bolivianos, que cuenta con el apoyo del imperialismo, la OEA y los gobiernos reaccionarios del continente es rechazado por el pueblo de ese país, de la región y el mundo.

Al cabo de varios años de gestión, el gobierno de Evo Morales y su movimiento MAS cosecharon la crítica y el reclamo de parte de amplios sectores de la población, que vieron cómo ejecutaba una política contraria a sus discursos «izquierdistas» y «antiimperialistas», al tiempo que aplicaba una política de división en el movimiento popular.

El descontento con el gobierno de Morales se fue acumulando en «sectores populares y la clase media urbana. El autoritarismo es una característica de los gobiernos autodenominados como “progresistas”, quienes tuvieron como principales enemigos a los sectores populares organizados y a las organizaciones se izquierda.

El ambiente de descontento social se expresó desde hace tiempo, evidenciándose claramente cuando perdió el referéndum convocado para reformar la Constitución y poder presentarse para una nueva reelección; se manifestó claramente en la votación de las elecciones de octubre pasado, que no le dieron el triunfo en una sola vuelta y le obligaba ir a un balotaje, pero optó por el fraude precipitando los acontecimientos que el mundo conoce.

En las iniciales protestas contra el fraude electoral hay que diferenciar dos vertientes: los sectores populares que lo hacían desde posiciones progresistas y democráticas y los sectores movilizados por la derecha más reaccionaria de Bolivia. El gobierno de Áñez, el ejército y el imperialismo ejercen una fuerte represión que ha costado la vida de más de 34 personas.

La voluntad de lucha de los pueblos bolivianos recoge la experiencia y las enseñanzas de las luchas en las décadas pasadas, eso hace ver que la correlación de fuerzas y la relación entre estas se vuelve cada vez más compleja por lo que en la actualidad no hay claridad de cuál sería la resolución definitiva a la crisis política. (O)

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El golpe de Estado impulsado por la derecha, la policía y los militares bolivianos, que cuenta con el apoyo del imperialismo, la OEA y los gobiernos reaccionarios del continente es rechazado por el pueblo de ese país, de la región y el mundo.

Al cabo de varios años de gestión, el gobierno de Evo Morales y su movimiento MAS cosecharon la crítica y el reclamo de parte de amplios sectores de la población, que vieron cómo ejecutaba una política contraria a sus discursos «izquierdistas» y «antiimperialistas», al tiempo que aplicaba una política de división en el movimiento popular.

El descontento con el gobierno de Morales se fue acumulando en «sectores populares y la clase media urbana. El autoritarismo es una característica de los gobiernos autodenominados como “progresistas”, quienes tuvieron como principales enemigos a los sectores populares organizados y a las organizaciones se izquierda.

El ambiente de descontento social se expresó desde hace tiempo, evidenciándose claramente cuando perdió el referéndum convocado para reformar la Constitución y poder presentarse para una nueva reelección; se manifestó claramente en la votación de las elecciones de octubre pasado, que no le dieron el triunfo en una sola vuelta y le obligaba ir a un balotaje, pero optó por el fraude precipitando los acontecimientos que el mundo conoce.

En las iniciales protestas contra el fraude electoral hay que diferenciar dos vertientes: los sectores populares que lo hacían desde posiciones progresistas y democráticas y los sectores movilizados por la derecha más reaccionaria de Bolivia. El gobierno de Áñez, el ejército y el imperialismo ejercen una fuerte represión que ha costado la vida de más de 34 personas.

La voluntad de lucha de los pueblos bolivianos recoge la experiencia y las enseñanzas de las luchas en las décadas pasadas, eso hace ver que la correlación de fuerzas y la relación entre estas se vuelve cada vez más compleja por lo que en la actualidad no hay claridad de cuál sería la resolución definitiva a la crisis política. (O)

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