La realidad agrícola y el proyecto

Eduardo Antonio Chiriboga Aponte

Se discute en el Parlamento la tercera ley de desarrollo, con la que el gobierno intenta salir del estancamiento económico, pero sobre todo, cubrir su irresponsable déficit fiscal, fruto de una política estatal equivocada. Correa le quitó al empresario la alegría de producir, crear riqueza y generar fuentes de empleos. Se le olvidó que primero hay que crearla, para luego repartirla. El proyecto es eminentemente recaudatorio, con temas interesantes para el pequeño empresario, pero pide contribución a los ricos, sin que se aprecie un significativo esfuerzo gubernamental en reducir gasto corriente y recuperar lo hurtado.

Es evidente que su presentación es tardía e incompleta. Son parches que no encaran el problema estructural, como lo hemos analizado antes. Los intereses oligopólicos, y oscuros compromisos existentes, impiden el correcto accionar de cualquier Cartera, que quiera cambiarle la cara a la lamentable situación económica, agravada por el PHD que está quemando sus más viles y costosas artimañas para no ser sentenciado, por una justicia que recién empieza a mostrar signos de dignidad, como lo observamos en la jueza Camacho.

Lo curioso: el proyecto reduce a cero los impuestos a bienes de capital e insumos agrícolas, hoy por las nubes, no obstante, ¡esto ya está en vigencia! y sin embargo, sus altos precios continúan encareciendo sospechosamente los costos de producción al productor agropecuario. Ante esta constatación, es válido preguntarse ¿dónde reside el problema? Y la respuesta salta a la vista: en las enormes utilidades de los fabricantes, envasadores e importadores de las moléculas, fertilizantes, maquinarias y comercializadores. ¿Y su control? Bien gracias.

La maquinaria agrícola y demás insumos agropecuarios, tenían que tener arancel e impuestos en cero, créditos hasta con interés subsidiado a largo plazo desde siempre, y su comercialización monitoreada; pero al productor le siguen llegando a altísimos precios las herramientas e insumos que le impiden ser competitivo, debido compromisos antipatrióticos, por decirlo suavemente.

Es hora de sincerar esta tradicional corrupción, que nos sume en la ineficiencia.

[email protected]

Eduardo Antonio Chiriboga Aponte

Se discute en el Parlamento la tercera ley de desarrollo, con la que el gobierno intenta salir del estancamiento económico, pero sobre todo, cubrir su irresponsable déficit fiscal, fruto de una política estatal equivocada. Correa le quitó al empresario la alegría de producir, crear riqueza y generar fuentes de empleos. Se le olvidó que primero hay que crearla, para luego repartirla. El proyecto es eminentemente recaudatorio, con temas interesantes para el pequeño empresario, pero pide contribución a los ricos, sin que se aprecie un significativo esfuerzo gubernamental en reducir gasto corriente y recuperar lo hurtado.

Es evidente que su presentación es tardía e incompleta. Son parches que no encaran el problema estructural, como lo hemos analizado antes. Los intereses oligopólicos, y oscuros compromisos existentes, impiden el correcto accionar de cualquier Cartera, que quiera cambiarle la cara a la lamentable situación económica, agravada por el PHD que está quemando sus más viles y costosas artimañas para no ser sentenciado, por una justicia que recién empieza a mostrar signos de dignidad, como lo observamos en la jueza Camacho.

Lo curioso: el proyecto reduce a cero los impuestos a bienes de capital e insumos agrícolas, hoy por las nubes, no obstante, ¡esto ya está en vigencia! y sin embargo, sus altos precios continúan encareciendo sospechosamente los costos de producción al productor agropecuario. Ante esta constatación, es válido preguntarse ¿dónde reside el problema? Y la respuesta salta a la vista: en las enormes utilidades de los fabricantes, envasadores e importadores de las moléculas, fertilizantes, maquinarias y comercializadores. ¿Y su control? Bien gracias.

La maquinaria agrícola y demás insumos agropecuarios, tenían que tener arancel e impuestos en cero, créditos hasta con interés subsidiado a largo plazo desde siempre, y su comercialización monitoreada; pero al productor le siguen llegando a altísimos precios las herramientas e insumos que le impiden ser competitivo, debido compromisos antipatrióticos, por decirlo suavemente.

Es hora de sincerar esta tradicional corrupción, que nos sume en la ineficiencia.

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Eduardo Antonio Chiriboga Aponte

Se discute en el Parlamento la tercera ley de desarrollo, con la que el gobierno intenta salir del estancamiento económico, pero sobre todo, cubrir su irresponsable déficit fiscal, fruto de una política estatal equivocada. Correa le quitó al empresario la alegría de producir, crear riqueza y generar fuentes de empleos. Se le olvidó que primero hay que crearla, para luego repartirla. El proyecto es eminentemente recaudatorio, con temas interesantes para el pequeño empresario, pero pide contribución a los ricos, sin que se aprecie un significativo esfuerzo gubernamental en reducir gasto corriente y recuperar lo hurtado.

Es evidente que su presentación es tardía e incompleta. Son parches que no encaran el problema estructural, como lo hemos analizado antes. Los intereses oligopólicos, y oscuros compromisos existentes, impiden el correcto accionar de cualquier Cartera, que quiera cambiarle la cara a la lamentable situación económica, agravada por el PHD que está quemando sus más viles y costosas artimañas para no ser sentenciado, por una justicia que recién empieza a mostrar signos de dignidad, como lo observamos en la jueza Camacho.

Lo curioso: el proyecto reduce a cero los impuestos a bienes de capital e insumos agrícolas, hoy por las nubes, no obstante, ¡esto ya está en vigencia! y sin embargo, sus altos precios continúan encareciendo sospechosamente los costos de producción al productor agropecuario. Ante esta constatación, es válido preguntarse ¿dónde reside el problema? Y la respuesta salta a la vista: en las enormes utilidades de los fabricantes, envasadores e importadores de las moléculas, fertilizantes, maquinarias y comercializadores. ¿Y su control? Bien gracias.

La maquinaria agrícola y demás insumos agropecuarios, tenían que tener arancel e impuestos en cero, créditos hasta con interés subsidiado a largo plazo desde siempre, y su comercialización monitoreada; pero al productor le siguen llegando a altísimos precios las herramientas e insumos que le impiden ser competitivo, debido compromisos antipatrióticos, por decirlo suavemente.

Es hora de sincerar esta tradicional corrupción, que nos sume en la ineficiencia.

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Eduardo Antonio Chiriboga Aponte

Se discute en el Parlamento la tercera ley de desarrollo, con la que el gobierno intenta salir del estancamiento económico, pero sobre todo, cubrir su irresponsable déficit fiscal, fruto de una política estatal equivocada. Correa le quitó al empresario la alegría de producir, crear riqueza y generar fuentes de empleos. Se le olvidó que primero hay que crearla, para luego repartirla. El proyecto es eminentemente recaudatorio, con temas interesantes para el pequeño empresario, pero pide contribución a los ricos, sin que se aprecie un significativo esfuerzo gubernamental en reducir gasto corriente y recuperar lo hurtado.

Es evidente que su presentación es tardía e incompleta. Son parches que no encaran el problema estructural, como lo hemos analizado antes. Los intereses oligopólicos, y oscuros compromisos existentes, impiden el correcto accionar de cualquier Cartera, que quiera cambiarle la cara a la lamentable situación económica, agravada por el PHD que está quemando sus más viles y costosas artimañas para no ser sentenciado, por una justicia que recién empieza a mostrar signos de dignidad, como lo observamos en la jueza Camacho.

Lo curioso: el proyecto reduce a cero los impuestos a bienes de capital e insumos agrícolas, hoy por las nubes, no obstante, ¡esto ya está en vigencia! y sin embargo, sus altos precios continúan encareciendo sospechosamente los costos de producción al productor agropecuario. Ante esta constatación, es válido preguntarse ¿dónde reside el problema? Y la respuesta salta a la vista: en las enormes utilidades de los fabricantes, envasadores e importadores de las moléculas, fertilizantes, maquinarias y comercializadores. ¿Y su control? Bien gracias.

La maquinaria agrícola y demás insumos agropecuarios, tenían que tener arancel e impuestos en cero, créditos hasta con interés subsidiado a largo plazo desde siempre, y su comercialización monitoreada; pero al productor le siguen llegando a altísimos precios las herramientas e insumos que le impiden ser competitivo, debido compromisos antipatrióticos, por decirlo suavemente.

Es hora de sincerar esta tradicional corrupción, que nos sume en la ineficiencia.

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