Prisioneros del chantaje

Patricio Valdivieso Espinosa

Vivimos en una sociedad donde se ha vuelto común hablar de corrupción, sin percatarnos que cada día se posesiona con más fuerza por nuestro silencio cómplice; abre espacios múltiples para quedarse en nuestra sociedad corroyéndola por nuestro desdén; y, fortalece sus vínculos en cada escuela, colegio y hogar con nuestra absurda complicidad. Todo esto, porque silenciosamente estamos a la espera de que los demás cambien a nuestro favor; que el resto nos dé resolviendo el problema; o, que por arte de magia las cosas sean mejores cada día, esperanzados en la absurda comodidad que vamos creando.

Nos hemos convertido en prisioneros del chantaje, ganando terreno el miedo, la envidia, el quemeimportismo; aun sabiendo que somos capaces, nos ha ganado el temor de enfrentar las adversidades, olvidándonos que podemos salir adelante haciendo las cosas de manera correcta, sin que importe el qué dirán. Somos prisioneros del chantaje, por olvidar que el rol que nos corresponde, es el engranaje indelegable para crear una sociedad basada en el respeto, más justa e igualitaria.

Si entendiéramos que somos parte del todo, los individualismos con los que obramos cambiarían sus formas; no seríamos presa fácil del chantaje: ni manipulando a la gente para beneficiarnos, ni permitiendo que nos arrebaten las correctas decisiones que debemos tomar con responsabilidad. Tan sólo, si comprendiéramos que la esencia del Ser Humano está basada en su libre albedrío, jamás trataríamos de manipular a los demás.

Nunca permitamos que a través del chantaje amolden a su antojo nuestras vidas, pues la existencia del hombre se fragua en la independiente coexistencia humana; se nutre con el aporte autónomo de cada uno de nosotros; y, se afianza con el constante respeto a las libertades. Vivir en sociedad no es sinónimo de aceptar manipulaciones de ningún tipo; vivir en sociedad es compartir, aceptarnos y respetarnos, sin dejarnos atrapar de la mediocridad, y menos, caer como prisioneros del chantaje. (O)

[email protected]

Patricio Valdivieso Espinosa

Vivimos en una sociedad donde se ha vuelto común hablar de corrupción, sin percatarnos que cada día se posesiona con más fuerza por nuestro silencio cómplice; abre espacios múltiples para quedarse en nuestra sociedad corroyéndola por nuestro desdén; y, fortalece sus vínculos en cada escuela, colegio y hogar con nuestra absurda complicidad. Todo esto, porque silenciosamente estamos a la espera de que los demás cambien a nuestro favor; que el resto nos dé resolviendo el problema; o, que por arte de magia las cosas sean mejores cada día, esperanzados en la absurda comodidad que vamos creando.

Nos hemos convertido en prisioneros del chantaje, ganando terreno el miedo, la envidia, el quemeimportismo; aun sabiendo que somos capaces, nos ha ganado el temor de enfrentar las adversidades, olvidándonos que podemos salir adelante haciendo las cosas de manera correcta, sin que importe el qué dirán. Somos prisioneros del chantaje, por olvidar que el rol que nos corresponde, es el engranaje indelegable para crear una sociedad basada en el respeto, más justa e igualitaria.

Si entendiéramos que somos parte del todo, los individualismos con los que obramos cambiarían sus formas; no seríamos presa fácil del chantaje: ni manipulando a la gente para beneficiarnos, ni permitiendo que nos arrebaten las correctas decisiones que debemos tomar con responsabilidad. Tan sólo, si comprendiéramos que la esencia del Ser Humano está basada en su libre albedrío, jamás trataríamos de manipular a los demás.

Nunca permitamos que a través del chantaje amolden a su antojo nuestras vidas, pues la existencia del hombre se fragua en la independiente coexistencia humana; se nutre con el aporte autónomo de cada uno de nosotros; y, se afianza con el constante respeto a las libertades. Vivir en sociedad no es sinónimo de aceptar manipulaciones de ningún tipo; vivir en sociedad es compartir, aceptarnos y respetarnos, sin dejarnos atrapar de la mediocridad, y menos, caer como prisioneros del chantaje. (O)

[email protected]

Patricio Valdivieso Espinosa

Vivimos en una sociedad donde se ha vuelto común hablar de corrupción, sin percatarnos que cada día se posesiona con más fuerza por nuestro silencio cómplice; abre espacios múltiples para quedarse en nuestra sociedad corroyéndola por nuestro desdén; y, fortalece sus vínculos en cada escuela, colegio y hogar con nuestra absurda complicidad. Todo esto, porque silenciosamente estamos a la espera de que los demás cambien a nuestro favor; que el resto nos dé resolviendo el problema; o, que por arte de magia las cosas sean mejores cada día, esperanzados en la absurda comodidad que vamos creando.

Nos hemos convertido en prisioneros del chantaje, ganando terreno el miedo, la envidia, el quemeimportismo; aun sabiendo que somos capaces, nos ha ganado el temor de enfrentar las adversidades, olvidándonos que podemos salir adelante haciendo las cosas de manera correcta, sin que importe el qué dirán. Somos prisioneros del chantaje, por olvidar que el rol que nos corresponde, es el engranaje indelegable para crear una sociedad basada en el respeto, más justa e igualitaria.

Si entendiéramos que somos parte del todo, los individualismos con los que obramos cambiarían sus formas; no seríamos presa fácil del chantaje: ni manipulando a la gente para beneficiarnos, ni permitiendo que nos arrebaten las correctas decisiones que debemos tomar con responsabilidad. Tan sólo, si comprendiéramos que la esencia del Ser Humano está basada en su libre albedrío, jamás trataríamos de manipular a los demás.

Nunca permitamos que a través del chantaje amolden a su antojo nuestras vidas, pues la existencia del hombre se fragua en la independiente coexistencia humana; se nutre con el aporte autónomo de cada uno de nosotros; y, se afianza con el constante respeto a las libertades. Vivir en sociedad no es sinónimo de aceptar manipulaciones de ningún tipo; vivir en sociedad es compartir, aceptarnos y respetarnos, sin dejarnos atrapar de la mediocridad, y menos, caer como prisioneros del chantaje. (O)

[email protected]

Patricio Valdivieso Espinosa

Vivimos en una sociedad donde se ha vuelto común hablar de corrupción, sin percatarnos que cada día se posesiona con más fuerza por nuestro silencio cómplice; abre espacios múltiples para quedarse en nuestra sociedad corroyéndola por nuestro desdén; y, fortalece sus vínculos en cada escuela, colegio y hogar con nuestra absurda complicidad. Todo esto, porque silenciosamente estamos a la espera de que los demás cambien a nuestro favor; que el resto nos dé resolviendo el problema; o, que por arte de magia las cosas sean mejores cada día, esperanzados en la absurda comodidad que vamos creando.

Nos hemos convertido en prisioneros del chantaje, ganando terreno el miedo, la envidia, el quemeimportismo; aun sabiendo que somos capaces, nos ha ganado el temor de enfrentar las adversidades, olvidándonos que podemos salir adelante haciendo las cosas de manera correcta, sin que importe el qué dirán. Somos prisioneros del chantaje, por olvidar que el rol que nos corresponde, es el engranaje indelegable para crear una sociedad basada en el respeto, más justa e igualitaria.

Si entendiéramos que somos parte del todo, los individualismos con los que obramos cambiarían sus formas; no seríamos presa fácil del chantaje: ni manipulando a la gente para beneficiarnos, ni permitiendo que nos arrebaten las correctas decisiones que debemos tomar con responsabilidad. Tan sólo, si comprendiéramos que la esencia del Ser Humano está basada en su libre albedrío, jamás trataríamos de manipular a los demás.

Nunca permitamos que a través del chantaje amolden a su antojo nuestras vidas, pues la existencia del hombre se fragua en la independiente coexistencia humana; se nutre con el aporte autónomo de cada uno de nosotros; y, se afianza con el constante respeto a las libertades. Vivir en sociedad no es sinónimo de aceptar manipulaciones de ningún tipo; vivir en sociedad es compartir, aceptarnos y respetarnos, sin dejarnos atrapar de la mediocridad, y menos, caer como prisioneros del chantaje. (O)

[email protected]