DDHH para agredir

ORLANDO AMORES TERÁN

Hay que entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, en su receta política emplea miedo, censura y adoctrinamiento, utiliza los mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor CIDH, defensorías del pueblo y sus agentes de DDHH que amenazan a fuerza pública y líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo e impongan el terror a la población indefensa.

La imbecilidad narco-comunista, es infinita y multifacética: «ambientalista, indigenista, abortista, progresista, antiimperialista». Contaminan ciudades, desprecian apellidos nativos, valoran más la vida de animales que la de un niño no nato, son excluyentes con quienes piensan diferente, pero visten ropa de marcas del «imperio». Su incoherencia y cinismo son repugnantes. Los países democráticos deben abandonar la Comisión de DDHH de la ONU, cuyo comisionado siempre emite informes desfavorables contra los regímenes democráticos, mientras guarda silencio sobre la vulneración de DDHH en los regímenes narco-comunistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua. La gente sufre más en una nación dividida por los narco-comunistas que se benefician políticamente de la división, que por la fragmentación en sí misma.

Quien administra un país, debe tener agallas para protegerlo del agresor: hoy, es el narco-comunismo internacional. Durante la II Guerra, Japón organizó a su población en unidades militares denominadas «asociaciones de vecinos» «tonarigumi», quienes asumieron la tradición guerrera bushido, de los samurái y la usaron en la formación de los soldados, para quienes el sacrificio y la lucha hasta la muerte, eran glorificados. Ecuador está obligado a asumir medidas preventivas ante la constante amenaza en Latinoamérica de parte de la franquicia Irán-Cuba. Debe organizar brigadas de defensa de la democracia, permitir el porte y uso de armas, como medida disuasiva a saqueos y vandalismo que hoy operan con impunidad y protección de organismos de DDHH.

[email protected]

ORLANDO AMORES TERÁN

Hay que entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, en su receta política emplea miedo, censura y adoctrinamiento, utiliza los mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor CIDH, defensorías del pueblo y sus agentes de DDHH que amenazan a fuerza pública y líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo e impongan el terror a la población indefensa.

La imbecilidad narco-comunista, es infinita y multifacética: «ambientalista, indigenista, abortista, progresista, antiimperialista». Contaminan ciudades, desprecian apellidos nativos, valoran más la vida de animales que la de un niño no nato, son excluyentes con quienes piensan diferente, pero visten ropa de marcas del «imperio». Su incoherencia y cinismo son repugnantes. Los países democráticos deben abandonar la Comisión de DDHH de la ONU, cuyo comisionado siempre emite informes desfavorables contra los regímenes democráticos, mientras guarda silencio sobre la vulneración de DDHH en los regímenes narco-comunistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua. La gente sufre más en una nación dividida por los narco-comunistas que se benefician políticamente de la división, que por la fragmentación en sí misma.

Quien administra un país, debe tener agallas para protegerlo del agresor: hoy, es el narco-comunismo internacional. Durante la II Guerra, Japón organizó a su población en unidades militares denominadas «asociaciones de vecinos» «tonarigumi», quienes asumieron la tradición guerrera bushido, de los samurái y la usaron en la formación de los soldados, para quienes el sacrificio y la lucha hasta la muerte, eran glorificados. Ecuador está obligado a asumir medidas preventivas ante la constante amenaza en Latinoamérica de parte de la franquicia Irán-Cuba. Debe organizar brigadas de defensa de la democracia, permitir el porte y uso de armas, como medida disuasiva a saqueos y vandalismo que hoy operan con impunidad y protección de organismos de DDHH.

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Hay que entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, en su receta política emplea miedo, censura y adoctrinamiento, utiliza los mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor CIDH, defensorías del pueblo y sus agentes de DDHH que amenazan a fuerza pública y líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo e impongan el terror a la población indefensa.

La imbecilidad narco-comunista, es infinita y multifacética: «ambientalista, indigenista, abortista, progresista, antiimperialista». Contaminan ciudades, desprecian apellidos nativos, valoran más la vida de animales que la de un niño no nato, son excluyentes con quienes piensan diferente, pero visten ropa de marcas del «imperio». Su incoherencia y cinismo son repugnantes. Los países democráticos deben abandonar la Comisión de DDHH de la ONU, cuyo comisionado siempre emite informes desfavorables contra los regímenes democráticos, mientras guarda silencio sobre la vulneración de DDHH en los regímenes narco-comunistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua. La gente sufre más en una nación dividida por los narco-comunistas que se benefician políticamente de la división, que por la fragmentación en sí misma.

Quien administra un país, debe tener agallas para protegerlo del agresor: hoy, es el narco-comunismo internacional. Durante la II Guerra, Japón organizó a su población en unidades militares denominadas «asociaciones de vecinos» «tonarigumi», quienes asumieron la tradición guerrera bushido, de los samurái y la usaron en la formación de los soldados, para quienes el sacrificio y la lucha hasta la muerte, eran glorificados. Ecuador está obligado a asumir medidas preventivas ante la constante amenaza en Latinoamérica de parte de la franquicia Irán-Cuba. Debe organizar brigadas de defensa de la democracia, permitir el porte y uso de armas, como medida disuasiva a saqueos y vandalismo que hoy operan con impunidad y protección de organismos de DDHH.

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Hay que entender que el narco-comunismo, es expansivo, violento, en su receta política emplea miedo, censura y adoctrinamiento, utiliza los mecanismos democráticos, para asegurar su agresión en impunidad, porque operan a su favor CIDH, defensorías del pueblo y sus agentes de DDHH que amenazan a fuerza pública y líderes políticos, con juicios por lesa humanidad, si reaccionan contra los manifestantes, aún cuando éstos conviertan su protesta en vandalismo e impongan el terror a la población indefensa.

La imbecilidad narco-comunista, es infinita y multifacética: «ambientalista, indigenista, abortista, progresista, antiimperialista». Contaminan ciudades, desprecian apellidos nativos, valoran más la vida de animales que la de un niño no nato, son excluyentes con quienes piensan diferente, pero visten ropa de marcas del «imperio». Su incoherencia y cinismo son repugnantes. Los países democráticos deben abandonar la Comisión de DDHH de la ONU, cuyo comisionado siempre emite informes desfavorables contra los regímenes democráticos, mientras guarda silencio sobre la vulneración de DDHH en los regímenes narco-comunistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua. La gente sufre más en una nación dividida por los narco-comunistas que se benefician políticamente de la división, que por la fragmentación en sí misma.

Quien administra un país, debe tener agallas para protegerlo del agresor: hoy, es el narco-comunismo internacional. Durante la II Guerra, Japón organizó a su población en unidades militares denominadas «asociaciones de vecinos» «tonarigumi», quienes asumieron la tradición guerrera bushido, de los samurái y la usaron en la formación de los soldados, para quienes el sacrificio y la lucha hasta la muerte, eran glorificados. Ecuador está obligado a asumir medidas preventivas ante la constante amenaza en Latinoamérica de parte de la franquicia Irán-Cuba. Debe organizar brigadas de defensa de la democracia, permitir el porte y uso de armas, como medida disuasiva a saqueos y vandalismo que hoy operan con impunidad y protección de organismos de DDHH.

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