El misterio navideño

POR: Luis Fernando Revelo

¡Navidad!, otra vez el campanazo que nos recuerda que el Buen Dios enamorado de nuestra pequeñez, se haya hecho Niño para poner su tienda en medio de nosotros. No es el tiempo para una actitud consumista, para disimular con oropeles, con sonrisas huecas o personajes ficticios.

En el teatro de la vida, decía un célebre sacerdote, podemos ver el libreto salido de los moldes de todos los días: alfombras rojas, vestidos de moda estrafalarios, telas finas, estrambóticas, sonrisas pegadas con goma, mesas suculentas, puestos de honor, jefes de estado, estrellas del espectáculo, artistas y escritores de fama, gente de la política, de las artes, de la cultura. De pronto irrumpe en el escenario un Niñito que con su sonrisa fresca dice a los presentes: – Por favor ceder los primeros puestos a los invitados de honor. Estupefactos y sorprendidos los grandes del mundo comienzan a ver entrar en la sala el desfile de los invitados por el amo del banquete. Entra Juan el Bautista con su túnica de cuero, con su piel quemada por el sol del desierto, entran los pastores de Belén cargados de ovejas, oliendo a oveja, entran Siméon y Ana, entran descalzos María con José. Entran los ciegos, el pobre Lázaro, Zaqueo, Martha, los amigos de Betania, entran los sordos, los cojos, los mudos y un alegre grupo de niños con maracas y tambores entonando una vieja canción hebrea: “Tocamos la flauta, pero nadie quiso bailar”.

Los tips que marcan el espíritu navideño no son los de la grandeza humana, están plasmados en las bienaventuranzas, que son la manera de conseguir la vida feliz y plena, mirando desde la cueva de Belén, la pobreza del recién nacido. Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas. Ese es el misterio de la Navidad.

POR: Luis Fernando Revelo

¡Navidad!, otra vez el campanazo que nos recuerda que el Buen Dios enamorado de nuestra pequeñez, se haya hecho Niño para poner su tienda en medio de nosotros. No es el tiempo para una actitud consumista, para disimular con oropeles, con sonrisas huecas o personajes ficticios.

En el teatro de la vida, decía un célebre sacerdote, podemos ver el libreto salido de los moldes de todos los días: alfombras rojas, vestidos de moda estrafalarios, telas finas, estrambóticas, sonrisas pegadas con goma, mesas suculentas, puestos de honor, jefes de estado, estrellas del espectáculo, artistas y escritores de fama, gente de la política, de las artes, de la cultura. De pronto irrumpe en el escenario un Niñito que con su sonrisa fresca dice a los presentes: – Por favor ceder los primeros puestos a los invitados de honor. Estupefactos y sorprendidos los grandes del mundo comienzan a ver entrar en la sala el desfile de los invitados por el amo del banquete. Entra Juan el Bautista con su túnica de cuero, con su piel quemada por el sol del desierto, entran los pastores de Belén cargados de ovejas, oliendo a oveja, entran Siméon y Ana, entran descalzos María con José. Entran los ciegos, el pobre Lázaro, Zaqueo, Martha, los amigos de Betania, entran los sordos, los cojos, los mudos y un alegre grupo de niños con maracas y tambores entonando una vieja canción hebrea: “Tocamos la flauta, pero nadie quiso bailar”.

Los tips que marcan el espíritu navideño no son los de la grandeza humana, están plasmados en las bienaventuranzas, que son la manera de conseguir la vida feliz y plena, mirando desde la cueva de Belén, la pobreza del recién nacido. Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas. Ese es el misterio de la Navidad.

POR: Luis Fernando Revelo

¡Navidad!, otra vez el campanazo que nos recuerda que el Buen Dios enamorado de nuestra pequeñez, se haya hecho Niño para poner su tienda en medio de nosotros. No es el tiempo para una actitud consumista, para disimular con oropeles, con sonrisas huecas o personajes ficticios.

En el teatro de la vida, decía un célebre sacerdote, podemos ver el libreto salido de los moldes de todos los días: alfombras rojas, vestidos de moda estrafalarios, telas finas, estrambóticas, sonrisas pegadas con goma, mesas suculentas, puestos de honor, jefes de estado, estrellas del espectáculo, artistas y escritores de fama, gente de la política, de las artes, de la cultura. De pronto irrumpe en el escenario un Niñito que con su sonrisa fresca dice a los presentes: – Por favor ceder los primeros puestos a los invitados de honor. Estupefactos y sorprendidos los grandes del mundo comienzan a ver entrar en la sala el desfile de los invitados por el amo del banquete. Entra Juan el Bautista con su túnica de cuero, con su piel quemada por el sol del desierto, entran los pastores de Belén cargados de ovejas, oliendo a oveja, entran Siméon y Ana, entran descalzos María con José. Entran los ciegos, el pobre Lázaro, Zaqueo, Martha, los amigos de Betania, entran los sordos, los cojos, los mudos y un alegre grupo de niños con maracas y tambores entonando una vieja canción hebrea: “Tocamos la flauta, pero nadie quiso bailar”.

Los tips que marcan el espíritu navideño no son los de la grandeza humana, están plasmados en las bienaventuranzas, que son la manera de conseguir la vida feliz y plena, mirando desde la cueva de Belén, la pobreza del recién nacido. Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas. Ese es el misterio de la Navidad.

POR: Luis Fernando Revelo

¡Navidad!, otra vez el campanazo que nos recuerda que el Buen Dios enamorado de nuestra pequeñez, se haya hecho Niño para poner su tienda en medio de nosotros. No es el tiempo para una actitud consumista, para disimular con oropeles, con sonrisas huecas o personajes ficticios.

En el teatro de la vida, decía un célebre sacerdote, podemos ver el libreto salido de los moldes de todos los días: alfombras rojas, vestidos de moda estrafalarios, telas finas, estrambóticas, sonrisas pegadas con goma, mesas suculentas, puestos de honor, jefes de estado, estrellas del espectáculo, artistas y escritores de fama, gente de la política, de las artes, de la cultura. De pronto irrumpe en el escenario un Niñito que con su sonrisa fresca dice a los presentes: – Por favor ceder los primeros puestos a los invitados de honor. Estupefactos y sorprendidos los grandes del mundo comienzan a ver entrar en la sala el desfile de los invitados por el amo del banquete. Entra Juan el Bautista con su túnica de cuero, con su piel quemada por el sol del desierto, entran los pastores de Belén cargados de ovejas, oliendo a oveja, entran Siméon y Ana, entran descalzos María con José. Entran los ciegos, el pobre Lázaro, Zaqueo, Martha, los amigos de Betania, entran los sordos, los cojos, los mudos y un alegre grupo de niños con maracas y tambores entonando una vieja canción hebrea: “Tocamos la flauta, pero nadie quiso bailar”.

Los tips que marcan el espíritu navideño no son los de la grandeza humana, están plasmados en las bienaventuranzas, que son la manera de conseguir la vida feliz y plena, mirando desde la cueva de Belén, la pobreza del recién nacido. Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas. Ese es el misterio de la Navidad.