El Grinch de cada año

Diego Cazar Baquero

Navidad es unión. Navidad es regalos, juguetes, luces. Navidad es mercado. Libre mercado. Navidad es basura. Basura plástica.

El mundo produce cerca de 380 millones de toneladas de plástico al año con petróleo y gas natural. Gran parte de esa basura llena calles, ríos y mares después de cada Navidad, la época más taquillera para la gran víbora capitalista. En Navidad, el gran mercado nos habla de paz y amor, pero calla sus crímenes contra la vida.

La amenaza es escalofriante: de todo el plástico producido, no se recicla ni la décima parte, aunque nos hagan creer que hacemos mucho cuando reusamos nuestras botellitas. Nos dicen que debemos reciclar, que seamos ‘Green friendly’, pero no nos dicen que hay plásticos que no pueden ser reciclados. Esa forma de ver al reciclaje atribuye toda responsabilidad a los consumidores, eximiendo de culpas a la gran industria agroquímica.

Hasta el 2018, China era el mayor basurero de plástico del mundo. Pagaba a los mayores productores –EE.UU. a la cabeza– para procesar residuos y devolverlos al mercado global en forma de microplásticos que, a su vez, la industria usa de nuevo. Pero el gobierno chino decidió parar las importaciones cuando, durante los Juegos Olímpicos de Verano, los medios internacionales mostraron la contaminación en las ciudades chinas producto de la quema del plástico que no se reciclaba. Desde entonces, la glotonería de la industria envía su basura adonde no haya legislación que lo impida y al mismo tiempo, se vende como ‘Green friendly’. Nos hacen creer que son ecológicas cuando solo lavan su imagen para aumentar ventas. ‘Greenwashing’, o lavado verde, le dicen. Y la cadena no termina nunca.

Y no es que yo sea un Grinch. El Grinch es el plástico. Evitemos los plásticos de un solo uso y procuremos erradicar de nuestras vidas las bolsas plásticas, sí. Pero no olvidemos apuntar a los verdaderos culpables, quienes deben detener este genocidio: la gran industria agroquímica y los gobiernos que la socapan. A ver si por fin vivimos una feliz y saludable Navidad en un planeta sano, vital.

[email protected]

Diego Cazar Baquero

Navidad es unión. Navidad es regalos, juguetes, luces. Navidad es mercado. Libre mercado. Navidad es basura. Basura plástica.

El mundo produce cerca de 380 millones de toneladas de plástico al año con petróleo y gas natural. Gran parte de esa basura llena calles, ríos y mares después de cada Navidad, la época más taquillera para la gran víbora capitalista. En Navidad, el gran mercado nos habla de paz y amor, pero calla sus crímenes contra la vida.

La amenaza es escalofriante: de todo el plástico producido, no se recicla ni la décima parte, aunque nos hagan creer que hacemos mucho cuando reusamos nuestras botellitas. Nos dicen que debemos reciclar, que seamos ‘Green friendly’, pero no nos dicen que hay plásticos que no pueden ser reciclados. Esa forma de ver al reciclaje atribuye toda responsabilidad a los consumidores, eximiendo de culpas a la gran industria agroquímica.

Hasta el 2018, China era el mayor basurero de plástico del mundo. Pagaba a los mayores productores –EE.UU. a la cabeza– para procesar residuos y devolverlos al mercado global en forma de microplásticos que, a su vez, la industria usa de nuevo. Pero el gobierno chino decidió parar las importaciones cuando, durante los Juegos Olímpicos de Verano, los medios internacionales mostraron la contaminación en las ciudades chinas producto de la quema del plástico que no se reciclaba. Desde entonces, la glotonería de la industria envía su basura adonde no haya legislación que lo impida y al mismo tiempo, se vende como ‘Green friendly’. Nos hacen creer que son ecológicas cuando solo lavan su imagen para aumentar ventas. ‘Greenwashing’, o lavado verde, le dicen. Y la cadena no termina nunca.

Y no es que yo sea un Grinch. El Grinch es el plástico. Evitemos los plásticos de un solo uso y procuremos erradicar de nuestras vidas las bolsas plásticas, sí. Pero no olvidemos apuntar a los verdaderos culpables, quienes deben detener este genocidio: la gran industria agroquímica y los gobiernos que la socapan. A ver si por fin vivimos una feliz y saludable Navidad en un planeta sano, vital.

[email protected]

Diego Cazar Baquero

Navidad es unión. Navidad es regalos, juguetes, luces. Navidad es mercado. Libre mercado. Navidad es basura. Basura plástica.

El mundo produce cerca de 380 millones de toneladas de plástico al año con petróleo y gas natural. Gran parte de esa basura llena calles, ríos y mares después de cada Navidad, la época más taquillera para la gran víbora capitalista. En Navidad, el gran mercado nos habla de paz y amor, pero calla sus crímenes contra la vida.

La amenaza es escalofriante: de todo el plástico producido, no se recicla ni la décima parte, aunque nos hagan creer que hacemos mucho cuando reusamos nuestras botellitas. Nos dicen que debemos reciclar, que seamos ‘Green friendly’, pero no nos dicen que hay plásticos que no pueden ser reciclados. Esa forma de ver al reciclaje atribuye toda responsabilidad a los consumidores, eximiendo de culpas a la gran industria agroquímica.

Hasta el 2018, China era el mayor basurero de plástico del mundo. Pagaba a los mayores productores –EE.UU. a la cabeza– para procesar residuos y devolverlos al mercado global en forma de microplásticos que, a su vez, la industria usa de nuevo. Pero el gobierno chino decidió parar las importaciones cuando, durante los Juegos Olímpicos de Verano, los medios internacionales mostraron la contaminación en las ciudades chinas producto de la quema del plástico que no se reciclaba. Desde entonces, la glotonería de la industria envía su basura adonde no haya legislación que lo impida y al mismo tiempo, se vende como ‘Green friendly’. Nos hacen creer que son ecológicas cuando solo lavan su imagen para aumentar ventas. ‘Greenwashing’, o lavado verde, le dicen. Y la cadena no termina nunca.

Y no es que yo sea un Grinch. El Grinch es el plástico. Evitemos los plásticos de un solo uso y procuremos erradicar de nuestras vidas las bolsas plásticas, sí. Pero no olvidemos apuntar a los verdaderos culpables, quienes deben detener este genocidio: la gran industria agroquímica y los gobiernos que la socapan. A ver si por fin vivimos una feliz y saludable Navidad en un planeta sano, vital.

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Diego Cazar Baquero

Navidad es unión. Navidad es regalos, juguetes, luces. Navidad es mercado. Libre mercado. Navidad es basura. Basura plástica.

El mundo produce cerca de 380 millones de toneladas de plástico al año con petróleo y gas natural. Gran parte de esa basura llena calles, ríos y mares después de cada Navidad, la época más taquillera para la gran víbora capitalista. En Navidad, el gran mercado nos habla de paz y amor, pero calla sus crímenes contra la vida.

La amenaza es escalofriante: de todo el plástico producido, no se recicla ni la décima parte, aunque nos hagan creer que hacemos mucho cuando reusamos nuestras botellitas. Nos dicen que debemos reciclar, que seamos ‘Green friendly’, pero no nos dicen que hay plásticos que no pueden ser reciclados. Esa forma de ver al reciclaje atribuye toda responsabilidad a los consumidores, eximiendo de culpas a la gran industria agroquímica.

Hasta el 2018, China era el mayor basurero de plástico del mundo. Pagaba a los mayores productores –EE.UU. a la cabeza– para procesar residuos y devolverlos al mercado global en forma de microplásticos que, a su vez, la industria usa de nuevo. Pero el gobierno chino decidió parar las importaciones cuando, durante los Juegos Olímpicos de Verano, los medios internacionales mostraron la contaminación en las ciudades chinas producto de la quema del plástico que no se reciclaba. Desde entonces, la glotonería de la industria envía su basura adonde no haya legislación que lo impida y al mismo tiempo, se vende como ‘Green friendly’. Nos hacen creer que son ecológicas cuando solo lavan su imagen para aumentar ventas. ‘Greenwashing’, o lavado verde, le dicen. Y la cadena no termina nunca.

Y no es que yo sea un Grinch. El Grinch es el plástico. Evitemos los plásticos de un solo uso y procuremos erradicar de nuestras vidas las bolsas plásticas, sí. Pero no olvidemos apuntar a los verdaderos culpables, quienes deben detener este genocidio: la gran industria agroquímica y los gobiernos que la socapan. A ver si por fin vivimos una feliz y saludable Navidad en un planeta sano, vital.

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