Sacerdote ejemplar

Carlos Freile

Acaba de fallecer el sacerdote salesiano Juan Bottasso. En esta época de claudicaciones sin cuento, de mediocridad rampante, debemos resaltar los excepcionales méritos de este religioso impulsador de innumerables iniciativas en bien de los habitantes de este país, sobre todo de los olvidados y preteridos. Este corto espacio no permite ni siquiera alentar las más importantes cuya impronta durará por muchísimos años.

Por eso prefiero rendir homenaje al sacerdote ejemplar, modesto y emprendedor, sencillo y ecuánime, dotado de una serena alegría permanente, como buen hijo de Don Bosco. Celebraba misa con unción, sin esquematismos áridos, sus sermones iban al grano con rotundidad, nunca se alargaba en vana palabrería ni buscaba el vanidoso lucimiento frente a los fieles; orientaba, explicaba la Sagrada Escritura, se refería a acontecimientos eclesiales, tanto del año litúrgico como del tiempo presente. Quienes le oíamos queríamos regresar siempre.

En su trato personal siempre trasparentó su anhelo de servir sin más. Sus obras merecieron reconocimientos de todo tipo, fue miembro de instituciones culturales por su labor intelectual, sus libros, sus investigaciones; recibió condecoraciones y homenajes, invitaciones a congresos de altísimo nivel, allí aportaba su sabiduría, su experiencia y conocimientos con sencillez y solvencia.
La Congregación Salesiana está de luto, y con ella el Ecuador consciente de los verdaderos valores que lo han enriquecido y ahora sufren una crisis violenta. Quienes gozamos de la amistad del padre Juan Bottasso sentimos su falta, pero experimentamos la reconfortante certeza de que sus enseñanzas y su ejemplo perdurarán.

Pedimos a María Auxiliadora su intercesión por el alma del amigo sacerdote, con la esperanza decidida de su llegada al Paraíso y la decisión de continuar en el camino marcado por él y por tantos otros sacerdotes santos y sabios, cuya obra ha hecho de este país un lugar mejor. Con tristeza humana y fe cristiana exclamamos: Que Dios lo tenga en su gloria.

[email protected]

Carlos Freile

Acaba de fallecer el sacerdote salesiano Juan Bottasso. En esta época de claudicaciones sin cuento, de mediocridad rampante, debemos resaltar los excepcionales méritos de este religioso impulsador de innumerables iniciativas en bien de los habitantes de este país, sobre todo de los olvidados y preteridos. Este corto espacio no permite ni siquiera alentar las más importantes cuya impronta durará por muchísimos años.

Por eso prefiero rendir homenaje al sacerdote ejemplar, modesto y emprendedor, sencillo y ecuánime, dotado de una serena alegría permanente, como buen hijo de Don Bosco. Celebraba misa con unción, sin esquematismos áridos, sus sermones iban al grano con rotundidad, nunca se alargaba en vana palabrería ni buscaba el vanidoso lucimiento frente a los fieles; orientaba, explicaba la Sagrada Escritura, se refería a acontecimientos eclesiales, tanto del año litúrgico como del tiempo presente. Quienes le oíamos queríamos regresar siempre.

En su trato personal siempre trasparentó su anhelo de servir sin más. Sus obras merecieron reconocimientos de todo tipo, fue miembro de instituciones culturales por su labor intelectual, sus libros, sus investigaciones; recibió condecoraciones y homenajes, invitaciones a congresos de altísimo nivel, allí aportaba su sabiduría, su experiencia y conocimientos con sencillez y solvencia.
La Congregación Salesiana está de luto, y con ella el Ecuador consciente de los verdaderos valores que lo han enriquecido y ahora sufren una crisis violenta. Quienes gozamos de la amistad del padre Juan Bottasso sentimos su falta, pero experimentamos la reconfortante certeza de que sus enseñanzas y su ejemplo perdurarán.

Pedimos a María Auxiliadora su intercesión por el alma del amigo sacerdote, con la esperanza decidida de su llegada al Paraíso y la decisión de continuar en el camino marcado por él y por tantos otros sacerdotes santos y sabios, cuya obra ha hecho de este país un lugar mejor. Con tristeza humana y fe cristiana exclamamos: Que Dios lo tenga en su gloria.

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Carlos Freile

Acaba de fallecer el sacerdote salesiano Juan Bottasso. En esta época de claudicaciones sin cuento, de mediocridad rampante, debemos resaltar los excepcionales méritos de este religioso impulsador de innumerables iniciativas en bien de los habitantes de este país, sobre todo de los olvidados y preteridos. Este corto espacio no permite ni siquiera alentar las más importantes cuya impronta durará por muchísimos años.

Por eso prefiero rendir homenaje al sacerdote ejemplar, modesto y emprendedor, sencillo y ecuánime, dotado de una serena alegría permanente, como buen hijo de Don Bosco. Celebraba misa con unción, sin esquematismos áridos, sus sermones iban al grano con rotundidad, nunca se alargaba en vana palabrería ni buscaba el vanidoso lucimiento frente a los fieles; orientaba, explicaba la Sagrada Escritura, se refería a acontecimientos eclesiales, tanto del año litúrgico como del tiempo presente. Quienes le oíamos queríamos regresar siempre.

En su trato personal siempre trasparentó su anhelo de servir sin más. Sus obras merecieron reconocimientos de todo tipo, fue miembro de instituciones culturales por su labor intelectual, sus libros, sus investigaciones; recibió condecoraciones y homenajes, invitaciones a congresos de altísimo nivel, allí aportaba su sabiduría, su experiencia y conocimientos con sencillez y solvencia.
La Congregación Salesiana está de luto, y con ella el Ecuador consciente de los verdaderos valores que lo han enriquecido y ahora sufren una crisis violenta. Quienes gozamos de la amistad del padre Juan Bottasso sentimos su falta, pero experimentamos la reconfortante certeza de que sus enseñanzas y su ejemplo perdurarán.

Pedimos a María Auxiliadora su intercesión por el alma del amigo sacerdote, con la esperanza decidida de su llegada al Paraíso y la decisión de continuar en el camino marcado por él y por tantos otros sacerdotes santos y sabios, cuya obra ha hecho de este país un lugar mejor. Con tristeza humana y fe cristiana exclamamos: Que Dios lo tenga en su gloria.

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Carlos Freile

Acaba de fallecer el sacerdote salesiano Juan Bottasso. En esta época de claudicaciones sin cuento, de mediocridad rampante, debemos resaltar los excepcionales méritos de este religioso impulsador de innumerables iniciativas en bien de los habitantes de este país, sobre todo de los olvidados y preteridos. Este corto espacio no permite ni siquiera alentar las más importantes cuya impronta durará por muchísimos años.

Por eso prefiero rendir homenaje al sacerdote ejemplar, modesto y emprendedor, sencillo y ecuánime, dotado de una serena alegría permanente, como buen hijo de Don Bosco. Celebraba misa con unción, sin esquematismos áridos, sus sermones iban al grano con rotundidad, nunca se alargaba en vana palabrería ni buscaba el vanidoso lucimiento frente a los fieles; orientaba, explicaba la Sagrada Escritura, se refería a acontecimientos eclesiales, tanto del año litúrgico como del tiempo presente. Quienes le oíamos queríamos regresar siempre.

En su trato personal siempre trasparentó su anhelo de servir sin más. Sus obras merecieron reconocimientos de todo tipo, fue miembro de instituciones culturales por su labor intelectual, sus libros, sus investigaciones; recibió condecoraciones y homenajes, invitaciones a congresos de altísimo nivel, allí aportaba su sabiduría, su experiencia y conocimientos con sencillez y solvencia.
La Congregación Salesiana está de luto, y con ella el Ecuador consciente de los verdaderos valores que lo han enriquecido y ahora sufren una crisis violenta. Quienes gozamos de la amistad del padre Juan Bottasso sentimos su falta, pero experimentamos la reconfortante certeza de que sus enseñanzas y su ejemplo perdurarán.

Pedimos a María Auxiliadora su intercesión por el alma del amigo sacerdote, con la esperanza decidida de su llegada al Paraíso y la decisión de continuar en el camino marcado por él y por tantos otros sacerdotes santos y sabios, cuya obra ha hecho de este país un lugar mejor. Con tristeza humana y fe cristiana exclamamos: Que Dios lo tenga en su gloria.

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