La emoción de la tarjeta de crédito

EDUARDO TABÁREZ RAMÍREZ

Todo evoluciona, en algún momento el dinero físico solo serán las reservas bajo el control del Estado, las ofertas de bienes de consumo se publicitan todos los días y a toda hora, el mundo mercantil no para, tampoco dejará de hacerlo. Hoy, las redes sociales se convierten en sus mejores aliados, las ofertas de crédito son múltiples, el consumidor no deja escapar la oportunidad de los 6 y hasta 12 meses sin intereses, la tentación, sumados a la emoción de adquirir de adquirir el producto nos conduce al gasto.

Cuando el poder adquisitivo es escaso no hay duda que para satisfacer elementales necesidades básicas de carácter suntuario, no siempre se puede (casi nunca) tener la capacidad de ahorro, cuando se lo intenta, al poco tiempo se presentan imprevistos que obligan a hacer uso de lo ahorrado; ¿qué camino tomar? sin duda el crédito.

Hoy estamos en el mundo del plástico, ni más ni menos; la tarjeta de crédito es nuestro mejor aliado, con frecuencia, por no decir que nos saca del apuro, pero claro, también se constituye nuestra preocupación permanente, en muchos casos el enemigo más cercano nos mata lentamente, cual monóxido de carbono, inodoro, incoloro, cuando salimos del onirismo del gasto, suele ser tarde, ya estamos embarcados.

Es importante que el tarjetahabiente tenga en cuenta que todo gasto que efectúa con tarjeta es considerado como crédito de consumo, en consecuencia, la tasa de interés es la más alta. Al iniciar la relación con la tarjeta, el primer pago está entre 5 y 8% del consumo, este pago se incrementa en la medida que sus consumos por utilización de la tarjeta sean recurrentes. En principio podría resultar una comodidad en pagar; el meollo del asunto radica en los consumos posteriores, el porcentaje de pagos se mantiene, ahora por el total el capital utilizado.

[email protected]