La felicidad social no es el qué dirán

Andrés Ontaneda

¿Somos felices?, preguntó Juan a un grupo de paisanos.

Ganó el silencio como mejor respuesta y nacieron más preguntas ¿O es que somos infelices? ¿Son las personas que nos rodean? O ¿Es el lugar dónde vivimos? ¿Ahora qué dirán?, etc. Hablar de felicidad es una paradoja, aunque la ciencia ya ha hecho su papel para salir de la pobreza económica, es hora de mirar el “bienestar real” o desarrollo social.

El Informe de Felicidad Mundial, publicado por la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible para las Naciones Unidas, clasifica a los países según seis variables claves que procuran el bienestar, no solo son variables técnicas sino emocionales que abarcan su medición. Sus resultados nos muestran que Finlandia sigue siendo el país más feliz del mundo, no sólo sus seres natales, sino también sus inmigrantes, entonces, no es una cuestión genética (ADN), sino de la forma de cómo se vive en ese país. Aunque el PIB es un indicador de crecimiento económico, no es garantía de tener una mejora en las personas, por ejemplo, en Estados Unidos la gente es cada vez más infeliz, las adicciones como abusos de sustancias, juegos de azar y el mal uso de redes sociales están causando ansiedad en los adolescentes.

Pero, ¿qué están haciendo los gobiernos frente a esto? Por ejemplo, Nueva Zelanda ha creado el presupuesto de “bienestar real” en que prioriza la calidad de vida frente a los indicadores económicos con un presupuesto social sobre las familias sin hogar, medio ambiente y en la salud mental de las personas que no reciben el trato que necesitan.

Aunque no hay que ser potencia para súper felices, pero la felicidad social no depende del que dirá el vecino, depende de ti, gobiernos modernos y empresas virtuosas. Aunque “Ser alegre es un momento, la felicidad es un estado de fondo”. (O)

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