JORGE ZAMBRANO ANDRADE
La inmoralidad de nuestra época es algo real que se ve siempre. Porque lo deshonesto ataca las plataformas sobre las que construimos nuestra vida, acaba con inocentes y fomenta la ilegalidad.
Cuando estas realidades, frecuentes, se estrecha a las verdades y es motivo de cordura y felicitación. El dinero es el principio de todos los problemas. Como si detrás del tráfico de drogas, la pornografía, el comercio sexual, las guerras, y los inmorales existe una causa común, además de la tendencia al mal del ser humano, el amor al dinero. Porque es el amor al dinero en los países desarrollados el que produce la muerte de miles, millones de personas sin recursos en todo el mundo, con tiranos, que por amor al dinero, utilizan los recursos y ayudas que reciben sus necesitados países en su personal lucro.
Porque el amor al dinero de quienes hacen negocios es lo que hace que las familias carezcan de recursos sociales, se endeuden para pagar precios exorbitantes por productos innecesarios que se convierten en imprescindibles por amor al dinero. Porque el amor al dinero es el que hace que las políticas de los Gobiernos de todo el mundo vendan sus ideales con tal de lograr el poder para lograr más dinero y más poderío. Y así podríamos seguir. Y a la inversa por dependencia del dinero, como si fuese un Dios, se hipotecan ideas y libertades, instituciones y líderes.
Esta inmoralidad sólo tiene una salida, la importancia del dinero. Sencillamente, cuando llega el conflicto entre interés económico e ideal ético, seguir este segundo, y confiar en que Dios suplirá lo que falte, de la forma que sea, pero nunca ponerle precio a nuestra conciencia porque nos parece detestable amar al dinero, porque a partir de ahí vienen todos los males. Y si alguien lo posee, no es condenable, pero tiene la enorme responsabilidad de ser justo en su uso y disfrute, colocando aquello que posee por derecho legal detrás de sus deberes como persona moral, contemplando al ser humano que es su prójimo.