Democracia y poder

Manuel Castro M.

Algunos analistas con la mejor buena fe aseveran que el pueblo ya no cree en la democracia -que es el gobierno del pueblo mediante elecciones libres-. Otros, que de verdad detestan la democracia, pues gustan de los gobiernos totalitarios: partido único, lucha de clases, Estado dueño total de los destinos de los ciudadanos, hacen coro afirmando que hay una tercera vía sin precisarla, que no es otra que los gobiernos solapados al estilo de Putin, Maduro, Ortega, Erdogan. Para remate hay un Gobierno como el de Trump que exactamente no es la mejor expresión de democracia, en el país ejemplo de democracia y libertades, hasta donde los hombres son capaces de mantenerlas con acierto y sabiduría.

El apropiarse de ese sentimiento negativo del pueblo sobre la democracia es una pésima interpretación: lo que los ciudadanos de buena voluntad anhelan es que haya un gobierno honesto y justo, no de “hampones democráticos” como afirma Borges, quien no era un experto en materia política pero amaba a su país y lo sufría. Y estaba en lo cierto cuando decía: “La democracia es un abuso de las estadísticas; a menudo otorga el poder a quien no lo merece”.

Quien no cree en la democracia consciente o inconscientemente, espera que el poder caiga en manos de una dictadura, que es el bálsamo insano de los débiles, de los que carecen de memoria, pues toda dictadura ha sido nefasta. O de los que creen tanto en la razón bruta como en la fuerza bruta, como solución para todos los problemas, económicos, sociales y hasta morales.

El peligro entonces de la democracia es que no triunfen los más aptos, con la venia de la mayoría de los electores. Situación que sucede y puede suceder. Ya hemos vivido los últimos diez años, pues se impusieron ofrecimientos demagógicos, con reivindicaciones utópicas, o sea el engaño populista, que lo soportamos en el Gobierno de Correa y que hoy con altas de cinismo tratan de volver al poder. No sorprende porque en el mundo todavía hay neonazis, estalinistas, fascistas, supremacistas blancos.

Como sostienen pensadores ilustres: siempre la democracia será nuestra única esperanza.

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