Lienzografías de Guayasamín

POR: Luis Fernando Revelo

Treinta lienzografías del connotado artista Oswaldo Guayasamín vinieron a poner colorido a la celebración de los 67 años de vida institucional de la Casa de la Cultura Núcleo de Imbabura. El año anterior se cumplió una centuria del natalicio de quien fue catalogado como el gran maestro plástico, la voz latente del indigenismo.

“Mantengan encendida una luz. Siempre voy a volver”, les dijo a sus hijos en su testamento espiritual. Guayasamín vuelve a nuestro Núcleo cuando hemos encendido 67 velas de transitar por los anchurosos caminos de la cultura, entre fe, esperanza y optimismo. Retorna en cada una de esas lienzografías que reviven los 100 años de su glorioso nacimiento. Sin lugar a dudas, un siglo del alumbramiento de un maestro de la pintura, el grafismo y la escultura, que a su vez supo iluminar cantidad de mentes, inmersas en una lucha social, que experimentaron muchas pinceladas que denunciaban explotación y la aberrante cultura del descarte. Guayasamín es atemporal. Su grito a través de sus obras cobra actualidad: -“Carajo, yo soy un indio. Me llamo Guayasamín”.

Por supuesto que su filosofía artística era la de aprehender la esencia vital del hombre de América, plasmada por el aporte aborigen e hispano, que fueron los pilares que sustentaban a los pueblos del Nuevo continente, como subrayaba el autor de la raza cósmica, el ideólogo y político mexicano José Vasconcelos, al concebir la tesis: “Por mi raza hablará el espíritu”

Arrimados al Árbol de la Vida que él sembró y donde reposa su barro hecho cenizas y teniendo en nuestra mente La Capilla del Hombre, agradecemos a la Fundación Oswaldo Guayasamín y a la gestión de la Sede nacional, por esta muestra itinerante, que se encuentra expuesta en nuestra Sala Rafael Troya.