Aislamiento forzado

Yadira Torres

[email protected]

La incertidumbre que vivimos diariamente como consecuencia de la aparición de este virus nos ha robado la tranquilidad, dejándonos recluidos y con limitaciones que exasperan, al mismo tiempo ha abatido el muro que la soberbia humana construyó, estableciendo puentes entre el ser espiritual y material de cada persona, es así que, a pesar del aislamiento, hemos buscado la manera de mantenemos unidos y de agradecer por el bien comunitario. Hemos reflexionado sobre la importancia de un trabajador común, de la ciencia al servicio de la humanidad, de que la casa, a más de ser una edificación de cemento, es un refugio para el alma, en la debilidad del poder e inutilidad de la riqueza.

La forzosa modificación de nuestro estilo de vida nos ha llevado a reinventar una forma llevadera de vivir puertas adentro, desarrollar habilidades y ser pacientes con nosotros mismo. Una lección que sacude el letargo automático en que vivimos, en donde lo tecnológico se impone a lo real, a lo espiritual.

Debemos enfocarnos en que gracias a este sacrificio de permanecer puertas adentro, cuidamos nuestra salud y la de nuestra familia, que al aislarnos hacemos bien a la sociedad, convirtiéndonos en héroes y heroínas de nuestras propias historias.

Seamos conscientes de la debilidad económica de nuestro país como para hacerle frente a esta pandemia. Que de ese exterior que han sido las redes sociales saquemos información y experiencias aleccionadoras, la agudeza para salir adelante, el ingenio para seguir riendo, la solidaridad en beneficio de todos.

Que de esta pandemia aprendamos y salir distintos y reforzados. Recordemos la frase de Alejandro Magno para tiempos de crisis: “De la conducta de cada uno depende el futuro de todos”. (O)