Injusticia y falsedad

Contra esas dos calamidades se deberá luchar por de por vida. Todo parece indicar, por un lado, que una gran injusticia palpita en lo más hondo del ilícito y, por el otro, que una cantidad igual de falsedad corre en cada página. La primera calamidad pudiera afectar al gobierno y a la sociedad a causa de un desembolso millonario; la segunda, cuestión radica en saber si tales afectaciones nacen de la ética o de su ausencia total.

En esta minúscula columna he criticado a menudo y lo seguiré haciendo ciertas poses populistas, así como la actitud egoísta de su gobierno.

Más allá del ámbito de los que desean el retorno del bestialismo, se escuchan voces sensatas que alertan acerca de una posible injusticia en la obligación judicial que el gobierno deberá cumplir mediante una indemnización; la presunta injusticia, se halla arropada bajo la capa de una supuesta legalidad procesal.

Para definir el estado de derecho se requiere que la Ley y las sentencias sean conforme a la justicia. El derecho debe estar al servicio de todos los hombres, y no aportar una legitimación al poder abusivo de algunos. Que caiga la luz de la justicia y no las sombras de la duda. Así como, debe ser perseguida la corrupción de los funcionarios públicos, de la misma manera debe ser combatida en los particulares.

La sociedad debe poner un alto a todo tipo de información falsa, la que se alegra en mostrar la debilidad humana de la cual todos somos parte y que, por lo mismo, debiera inhibirnos de arrojar la primera piedra. Pero hay quien no entiende esto: los buitres, creyéndose intachables cual inocentes, no sólo no ven su maldad sino que niegan a otros la posibilidad de la regeneración moral o del aprendizaje del error. Y esto es trágico en una sociedad. El esparcimiento de la putrefacción la enferma más, cuando viene de manos que empuñan la bolsita o la de la cobardía del anonimato.

Para, no perder el tiempo leyendo tonterías, mejor tumbarse bajo un árbol, habiendo. Leyes y tribunales deben conducirse con apego a la justicia y a la verdad del hombre, no veo qué beneficio puedan aportar a la sociedad los juegos sucios de la política. De los hedores de odios y rencores, sólo cabe esperar un enrarecimiento del ambiente social que cada día es peor.

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