Contra el Covid-19 y los malos

La comunidad universal sigue espantada ante la presencia del coronavirus y la falta de seguridad para derrotarlo mediante los diversos medicamentos que se han sugerido, hasta cuando se consolide la vacuna que preparan los chinos y estos con los cubanos acierten con sus estudios de laboratorio. Como quiera que resulte, debemos esperar, al menos 30 días, para contar con la ayuda que nos permita salvar a la humanidad de la grave amenaza.

Lo que, si no tienen perspectiva de ser superado en tiempo prudencial, parece ser, el afán de las grandes potencias de adueñarse de los bienes naturales y creados de los pueblos llamados subdesarrollados, a los que no se acepta que discrepen con su forma de pensar y actuar y pretenden establecer sus ideas y prácticas, por carecer de armamento bélico y atómico, como si fuesen ellos dioses del universo.

Para poner en ejecución sus caprichos consiguen el respaldo de gobernantes de naciones subdesarrolladas que se prestan para aplaudir sus injustas acciones a cambio de una sonrisa del poderoso, que puso fin a la segunda guerra mundial destruyendo dos ciudades indefensas de Japón, para demostrar que nadie podía oponerse a sus antojos sin pagar caras las consecuencias, sin que la ONU haya hecho algo por castigar este abuso.

A las maldades antes señaladas, queremos agregar los procedentes de los enfermos que tienen contagiada sus mentes de odio extremado hacia algunos de sus semejantes, a los cuales no dejan de vituperar cada vez que hablan o cuando se expresan mediante el idioma de Berceo, Cervantes y Montalvo, acusándolos de todos los delitos habidos y por haber, sin demostrar ningún hecho confiable, ninguna realidad creíble.

Este tipo de enfermedades es más perjudicial para la sociedad que la peste negra, la bubónica, la gripe española y otras que en el pasado amenazaron Asia, Europa, África y América, y diezmaron su población de manera significativa. Los seres humanos deberían comportarse como tales y actuar ejerciendo acciones de amistad, bondad y servicio al prójimo. No puede ser que los seres pensantes, los entes superiores de la sociedad, solo cavilen para causar daño.

Vivamos para el bien de nuestros congéneres, sin dañar la calidad moral de nadie. Ninguna persona llega a la cumbre porque ha calumniado para bajar de un merecido pedestal a alguien. A la cima por méritos propios, no por falencias ajenas.