“Beneficios” de la pandemia

Tras cumplirse un mes de confinamiento de la población española, los datos de incidencia que nos deja el coronavirus no son nada alentadores, aunque continúan en descenso. Hasta el 13 de Abril, las personas contagiadas ascienden a 170.000, las fallecidas suman 17.500 y las personas curadas ya son más de 65.000. Hoy hemos tenido el terrible dato de que de los fallecidos 10.000 eran ancianos que vivían en residencias.

Inicia el segundo mes de confinamiento y a nivel mundial ya somos más de 4.000 millones de personas las que nos encontramos en esta situación. Un aparente lazo de complicidad nos reubica como especie.

En busca de algunos “beneficios” que nos deja esta pandemia y sin ánimo de frivolizar con la desesperación de los datos, intentaré señalar aquello que me parece más relevante. Durante este periodo, como afirma Miguel Ángel García, “El respiro que le hemos dado a la atmósfera es la única luz blanca que cae sobre una oscura pandemia”. La escasa movilidad ha provocado una limpieza casi absoluta de nuestro aire, ese que respirábamos a sabiendas de su alto grado de contaminación. Los cielos limpios en las grandes ciudades deberían de hacernos pensar que nos merecemos vivir mejor. Los mares y océanos limpian sus aguas, se regeneran especies, nuestros ríos y arroyos fluyen con aguas más cristalinas.

Otro beneficio, este a verificar, será si definitivamente los gobiernos del mundo han entendido que contar con una sanidad pública de calidad es un asunto incuestionable y que médicas, enfermeras, cuidadoras y limpiadoras son las máximas protagonistas en estos momentos aciagos (recordemos que actualmente las mujeres son mayoría en estas profesiones). Hemos de trabajar en todos los países para fomentar también la sanidad pública universal y exigir a los itinerantes políticos que cumplan con ello.

Asimismo a verificar, si realmente hemos aprendido que los efectos nocivos de la Globalización tienen que ser modificados por un nuevo concepto de “Planetización” que nos contemple a todos como un todo en armonía con nuestra biodiversidad. Necesitamos una redistribución de la riqueza que recupere el sentir igualitario y esta asignatura no puede dejarse por más tiempo. Como afirmaba Federico García Lorca “ Queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra, que da sus frutos para todos”.

Si no asumimos el viajar menos, el consumir productos cercanos y de forma responsable, la reducción de la contaminación, el ser más aseados; si no habilitamos rentas básicas o mínimas para aquellos que menos tienen y si no priorizamos la inversión en ciencia e investigación, en formación de personal sanitario; si no repensamos cómo tratamos a nuestros mayores (en residencia o en nuestras casas) y mantenemos la prevalencia de lo individual sobre lo comunitario, sencillamente, no habremos aprendido nada.

Por primera vez en las historia de la humanidad, toda la población mundial se siente involucrada en una misma acción: Salvarnos. Y también por primera vez asumimos nuestra responsabilidad humana en esta lucha desigual contra un enemigo fantasma. Hemos de demostrar nuestra capacidad de resiliencia al tiempo que exigimos un cambio real en la forma en que nos gestionamos a nivel planetario.

Los más inmovilistas pensarán que esto será imposible y que en el momento en que podamos volver a la “vida normal” volveremos a tropezar en la misma piedra. Por mi parte, quisiera pensar en las opciones que nos da la palabra “crisis” como una opción para el cambio y llegar a dibujar políticas e intervenciones eficaces y equitativas. Así demostraremos que todavía en la especie humana se da un buen nivel de inteligencia.

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*Experto en Relaciones Internacionales y Cooperación.