Prisiones ideológicas

Frente a la crisis sanitaria y económica que vivimos, los encerrados que menos problemas tienen, los “sesudos analistas”, que ayer predicaban la unión para afrontar el duro presente, dentro de sus prisiones ideológicas han empezados a encontrar los culpables, con una superficialidad que asombra: toda la culpabilidad es de EE.UU. porque ha subyugado a los latinoamericanos, invadió Panamá y no ha respetado a Cuba, depuso a Allende y lanzó la bomba atómica en Japón; o más ligeros con solemnidad afirman que lo de Guayaquil es culpa de Cynthia y de los socialcristianos; y hasta aducen que la crisis sanitaria y violencia de México solo son culpa de López Obrador.

El encierro no ha conducido a una meditación seria, al estilo Zen o de San Ignacio, que son efectivas cuando conducen a la acción, sino a hacer politiquería barata, pues no olvidan que las elecciones, vacuna mediante, serán en un año. Lo más extremistas: los revolucionarios y los “robolucionarios” aspiran a que todo cambie, menos ellos. Los primeros con sus prisiones ideológicas (socialistas radicales, comunistas) conducirán a prisiones físicas (Venezuela, Nicaragua, Cuba, China); los segundos con votos quieren la impunidad frente a sus probados latrocinios.

La unidad, de la que tanto se habla, por ese afán de imponer la verdad de sus vertientes ideológicas, nuevamente se convierte en utopía, si es que no nos volvemos serios y no culpamos del coronavirus y de nuestra pobre economía a otros y al Gobierno, que bien o mal es el que ha asumido la responsabilidad de enfrentarlos.

Pero estas reacciones negativas primarias, pues no solucionan nada. La reacción anormal constituye una conducta normal: egoísmo, búsqueda del chivo expiatorio o indiferencia. Lo imperdonable es que las mentes más lúcidas y protegidas, solo exijan la unión para los demás y con críticas de tono político se excluyan ellos mismos.

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