Dinosaurios aterrados

Al salir de la cuarentena el mundo exige una rendición de cuentas coherente, transparente y responsable en cada instancia social. Los dos mayores problemas locales son: enfrentar la pandemia sin científicos ni tecnólogos capacitados a nuestra realidad; y, soportar los niveles de corrupción que escandalizan a día seguido. Una mezcla de coronavirus más delincuencia organizada que aumentan la crisis de movilidad y agravan el retorno a la educación presencial e irrumpen en todas las cadenas productivas.

Corrupción visible y angustiosa, tanto para recuperar lo robado en contratos públicos como para pretender alivianar una enfermedad letal con pruebas erróneas de Covid-19 o con insumos chimbos. Causa indignación incluso que redes mafiosas del fútbol estén involucradas en la compra de medicamentos y en sobreprecios de fundas para cadáveres. Hecho vergonzoso que la familia Bucaram – un padre y tres hijos- grafiquen de tal manera la historia y herencia del populismo clásico. Según reportajes periodísticos se describe la conducción del club Nueve de Octubre: evasión tributaria en la contratación de futbolistas, manipulación en el uso de auspiciantes, de espectáculos masivos y enriquecimiento ilegal con un grupo asociado a la repartición de hospitales.

Un brutal asesino ciego requiere de aglomeraciones, fiestas y reuniones sociales pero además del desfalco continuo de presupuestos. Que la renegociación de bonos de deuda externa entre en riesgo. Que los derrames de petróleo lleguen a los ríos de países vecinos y acaben con los pueblos amazónicos. Que asambleístas sigan prófugos y otros defiendan a rectores corruptos sin importarles que los estudiantes reclaman por el quiebre de su universidad. Que los candidatos presidenciales se apoyen de gente ruin que viajó a seducir a China y hoy calle sobre la invasión de la flota depredadora en Galápagos. Que legalizar el pago por hora de trabajo sea más ilusorio que regresar de la conquista de Marte.

En una sociedad llena de autoridades negligentes y que abusa de la gerontofobia – del miedo y discriminación por la edad-, únicamente la ‘ley seca’ es un argumento de escape válido. Este regreso necio y torpe a lo mismo, con mascarilla, manos irritadas y a distancia uno del otro, se parece tanto a los dinosaurios cuando empezaron a correr despavoridos ante los terremotos que desbarataron la Pangea –el supercontinente-.

[email protected]

@kleber_mantilla