Celebraciones y responsabilidades

Los pueblos tienen una necesidad intrínseca por celebrar los actos y hechos importantes del pasado, que marcan hitos, que nos hace sentir orgullosos de nuestra herencia como nación.

El Ecuador acaba de celebrar esta semana un aniversario de la gesta del 10 de agosto de 1809, que marca la audacia de los habitantes de la entonces Real Audiencia de Quito, que quisieron obtener la libertad y la independencia del coloniaje español.

Esta decisión, que se trasunta como una primicia, se consolida en los días posteriores con la firma de un acta que declara la independencia, pionera en nuestra América.

A 211 años de estos acontecimientos, hay que ir más allá que la simple celebración. Tenemos que pensar en el futuro de un país desgarrado por la pobreza, la indignación frente a los actos de corrupción realizados por quienes debían servir, angustiada por un futuro sombrío, no solo por la pandemia, sino también por el desempleo, la falta de medios de vida, la pobreza extrema.

Vale la pena, en estos días preelectorales, examinar las posibilidades electorales, las opciones que tenemos como sociedad para elegir a los mejores, para no dejarnos guiar por ofertas imposibles y por personas descalificadas y buscar el modelo de país que queremos.

Hemos tenido falencias enormes, nuestro país se ha desgarrado por los errores que cometemos en las urnas, pero siempre podemos enmendar para salir adelante, basados en la calidad de nuestra gente y en las riquezas de nuestro suelo.

Las efemérides patrias deben servirnos también para la reflexión profunda sobre nuestras responsabilidades, nuestros derechos a replantear lo que tenemos y a actuar en consecuencia.

La necesidad de hacerlo es concordante con las aspiraciones lícitas que nos acompañan, tanto en el presente como para el futuro que queremos legarles a nuestros hijos y nietos.