Fin a la violencia

Solo puede causar repudio y ánimo de justicia contra los agresores que abusan de los niños. La cicatriz emocional que dejan estos desalmados en las pequeñas víctimas corre el riesgo de mantenerse abierta e infectada, creando adultos con altas dosis de rencor contra la sociedad y además con el afán de buscar la revancha a futuro en otros inocentes. Todo lo que ha sucedido y sigue sucediendo estremece y, a la vez, llena de ira, sin perder de vista que pudiesen haber muchos más casos, pero que se quedan en el anonimato como resultado de una sociedad que se avergüenza de denunciar y encarar los delitos porque tampoco confía en la administración de la justicia.

La violencia contra los niños debe ser castigada con todo el rigor de la ley. Cero impunidad y tolerancia con este fenómeno descabellado. Se debe llegar hasta la raíz del problema y no pegar con babas las respuestas incompletas de las autoridades de turno y las anteriores sobre lo sucedido. Los responsables tendrán que ser identificados (cómplices, encubridores, testigos, ejecutores) sancionados legal y éticamente. No puede seguir habiendo una política que tapa los baches sin cambiar completamente las malas prácticas de las instituciones educativas que prefieren callar y caminar de lado ante la demanda de justicia de toda la sociedad.

Qué pasa con nuestra sociedad que en pocos meses deja ver los síntomas de un enfermo al borde de la muerte. Primero fue la corrupción galopante en las altas esferas del Gobierno y segundo, los casos de violencia contra los niños. Todo esto provoca vómito, acelera el ritmo cardíaco, envalentona y llena de impotencia ante el daño ya hecho de los violadores. Cuántas de las criaturas abusadas podrán salir del túnel en que les metieron sus agresores, cuántas familias podrán soportar el peso de la desidia y de una sociedad impávida, cuántos culpables pagarán los delitos, cuándo volveremos a recobrar la confianza en nuestra sociedad.

No andamos de tumbo en tumbo, sino de miseria en miseria. Quisiera levantarme y creer que la información de esos centenares de niños fue la peor pesadilla y que mañana nos espera otro futuro. La construcción de otra sociedad es urgente.

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