Transición crítica

Vivimos una transición política. Es innegable que el presidente Moreno ha tenido la decisión de realizarla, tomando un rumbo que nadie habría pensado hace un año y medio. El giro fue tan radical que pasó de ser un apretado triunfo correísta a ser un Gobierno anti-correísta, llevando a cabo transformaciones que a Lasso le hubieran resultado difíciles.

Fue un camino sin retorno, con polémicos cambios de bando y no pocas acusaciones altisonantes de traición. La bandera que ha cobijado el derrotero ha sido la lucha contra la corrupción. La opinión pública no podía sino apoyarla. Muy a pesar de Correa y sus acólitos, cayeron un contralor, dos fiscales del Estado, exministros, gerentes petroleros y, el más importante, el exvicepresidente Glas.

Moreno convocó una consulta popular donde propuso eliminar las enmiendas de 2015 y ganó. Con ello, Correa quedó inhabilitado políticamente para presentarse nuevamente como candidato presidencial. Como corría ese riesgo, vino a hacer campaña contra la consulta, lo cual le propinó humillaciones adornadas con huevos en sus recorridos.

El triunfo en esta cita electoral significó la salida del Consejo de Participación Ciudadana e instalación de uno transitorio que se ha encargado de cesar autoridades de control y de las funciones judicial y electoral. Ello también condujo a la sindicación del propio expresidente que es hoy un prófugo de la justicia.

Todo le había salido a Moreno hasta que un pez gordo, Fernando Alvarado, a vista y paciencia de todos se dio a la fuga. Ha sido el único golpe que ha logrado dar el correísmo, pero, como es su costumbre, con cinismo. De otro lado, humillante para el Gobierno, que mostró graves deficiencias de control y coordinación: y para el país, al haber sido gobernado por esta gente durante una década.

Muchas voces dicen que se debe llamar a una nueva Asamblea Constituyente, lo cual podría ser un arma de doble filo. Si bien puede lograr los necesarios cambios constitucionales, también puede representar un resurgimiento del correísmo. Y es que no pocos votarían nuevamente por quien Correa sugiera. Pues, aunque políticamente el correísmo está de capa caída, dinero para hacer campaña le sobra y no se puede negar que tiene muchos adeptos. De hecho, alrededor de un 26% le apoyó contra la consulta, más allá de toda lógica democrática. Ante ello, es necesario un arduo y serio trabajo de reconstitución de movimientos sociales y de los partidos políticos para encauzar la deriva política, ya que quien más puede usufructuar de la fragmentación que vivimos puede ser nuevamente el populismo, de Correa o cualquier otro que, cual Bolsonaro, ofrezca el paraíso terrenal y cante música para los oídos del pueblo.

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