La corona, símbolo vacío

Mariana Velasco

El cierre de reinados en algunas capitales de provincia, lleva a repensar y cuestionarse las tradiciones, como piezas de museo. El ser humano evoluciona. Los arquetipos de belleza o la idea de la figura de la mujer perfecta son obsoletas en el tejido social contemporáneo, al igual que la corona, como símbolo vacío e ícono de una práctica corrosiva que refuerza estereotipos.

Para sus detractores, que incluyen algunos alcaldes, los concursos cargan un alto componente colonial, clasista y machista. Para sus defensores, implica responsabilidad, trabajo, ejemplo, inspiración y motivación para la sociedad.

¿Se eliminan o transforman los reinados? En el ámbito internacional, hay quienes juzgan y condenan por la doble moral de este tipo de certámenes que reflejan visos de progresismo, al permitir la entrada de mujeres trans. De otra parte, rechazan el hecho de que madres solteras y divorciadas puedan participar.

No deja de sorprender que en el país existan 3.000 celebraciones al año en las cuales abundan los reinados. Algunos consideran que el dinero del certamen podría ir a proyectos sociales en el sector rural, en la habilitación de las bibliotecas y en la organización de encuentros deportivos.

Hay excepciones. El concurso de belleza Reina de Guayaquil tiene 100 años y su reglamento tiene restricciones sobre la maternidad. Hace un mes, el concejo cantonal aprobó en primer debate la ordenanza sustitutiva a la que regula el concurso.

En la capital el desafío de elección lo asumió la Fundación Reina de Quito, entidad que evidencia a las soberanas como mujeres con vocación social. Es el momento de desprenderse de vanidades e impedir que, tras el espectáculo del concurso, se escondan temas políticos, étnicos, de identidad, género y representación social.

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